Capítulo 5

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-Dijiste que era tu esposa, Severus –dijo Dumbledore en un tono que dejaba ver claramente el reproche y la reprobación. Tono que no ocupaba comúnmente, pero que en esta oportunidad no veía otra manera de mostrar el enojo, y la desilusión, que sentía ante lo que hizo un hombre en el que confiaba, que creía que estaba redimido.

   Pero parecía que se había equivocado con él. Otra vez.

   Era verdad que le explicó detalladamente sus motivos para hacer lo que había hecho, motivos muy razonables si lo analizabas con detenimiento, pero que no dejaban de ser contra la ley, y eso era algo que él, Albus Dumbledore, no podía permitir realmente.

> ¿Qué pensabas hacer después? ¿Seguir manteniendo esta mentira, esperando a que no lo notara nunca? –Preguntó entonces, aun con el mismo tono que venía ocupando desde que Severus terminó por revelarle la verdad cuando supo que no había posibilidades de seguir manteniendo su farsa. Farsa que se había inventado para salir de apuro – ¿Y cuando llegara el tiempo en que tuviera que recibir su carta de aceptación a Hogwarts? ¿Creíste que no notaríamos su nombre?

   Severus se mantuvo en silencio, la cabeza gacha recibiendo el regaño como si volviera a ser el estudiante (que hacía no mucho había dejado de ser) que se sentaba en esa misma silla del despacho del director después de un problema con los Merodeadores. Pero, a pesar de que su imagen lo mostraba como humilde y sumiso, arrepentido de lo que había hecho, en realidad distaba mucho de serlo, y por dentro sonreía con suma suficiencia.

    Una vez más había logrado salir, casi sin ninguna complicación, de todo el asunto. Y todo gracias a su mente rápida para trabajar, incluso bajo presión. Algo que solo se debía al hecho de que era un adecuado Slytherin y un antiguo servidor del señor Oscuro.

    Al principio, cuando llegó recién a Hogwarts luego de recuperar algunas cosas para Laurel, había creído que no podría salirse de esta por las miradas que le estaban dando, y por largos minutos temió que hubieran descubierto toda la verdad, que quien se suponía era su hijo en realidad no era otro que Harry Potter, de quien era cómplice de secuestro; e incluso ya había estado pensando en humillarse ante Dumbledore, rogándole que le perdonara, que no lo corriera de su protección después de eso… Hasta que el viejo mago empezó a hablar.

-Minerva me acaba de decir que en San Mungo no hay registros médicos de ninguna Laurel Snape, y que los únicos que aparecen de alguien con las características de tu esposa, –hizo énfasis en esa dos últimas palabras –son a nombre de Laurel Soler. Que, curiosamente, sólo tiene una entrada, y no era para cuidados prenatales justamente, sino por una agresión sufrida. ¿Tienes algo que decir a eso, Severus?

   Sí, Severus siempre lo iba a decir y a sostener hasta el final: Siempre era indispensable callar y escuchar en primer lugar para saber realmente a qué se estaba enfrentando, antes de hacer cualquier movimiento. Y en esta oportunidad no fue diferente. Ya se imaginaba qué sucedería si hubiera hecho o dicho algo que lo comprometiera antes de saber qué era lo que estaba sucediendo allí con todas esas miradas de desconfianza; se hubiera colocado en una situación de la que no podría salir airoso, revelándose  a sí mismo como coparticipe del secuestro de Harry Potter.

   Pero al escuchar esto…fue momento de  hacer gala nuevamente de sus dones de rapidez para las palabras, contándole la verdad de toda la historia…

   Había conocido a Laurel el mismo día que informó al Mago Oscuro sobre la profecía que escuchó en Cabeza de Cerdo. En ese momento había estado perturbado, sin saber qué hacer, acababa de poner una gran amenaza sobre la cabeza de Lily, que ahora era incapaz de sacar y que lo transformaba en el culpable principal si ella llegaba a morir. En ese estado había terminado en el Callejón Oscuro, sin un rumbo fijo, sólo queriendo apagar la culpa.

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