Severus Snape había tenido que volver a su tiempo de espía, “desempolvando” sus (no tan viejos) métodos que le permitirían moverse sin ser visto y escuchar sin que nadie lo notara. Aunque esta era la primera vez que lo hacía por motivos personales, y no a tiempo completo como le hubiera gustado por sus otras obligaciones de ayudante de profesor y “padre de familia”, pero en el poco tiempo que tenía aun podía decir que, parecía, Rubeus Hagrid no había abierto la boca. Aun.Severus sabía que no podía abordar al hombre tan directamente con este asunto, eso podría tornar todo mucho peor de lo que ya era, más si al semigigante se le daba por hablar con Dumbledore por una amenaza tan directa de su parte; pero tampoco podía dejarlo como estaba, tenía que haber una manera en la que podría mantener callado a Hagrid con el mínimo de daño.
Pero hasta el momento todo estaba marchando bastante bien, aunque había que ver que sólo transcurrieron dos días desde que Hagrid viera a Laurel, así que todavía no podía relajarse por ese lado.
Ahora, con los demás profesores sí ya no había qué temer por posibles preguntas indiscretas que le hicieran a Laurel, y que ella no pudiera contestar. Después de ese día en que las profesoras fueron con regalos y demás cosas útiles, ninguna de ellas volvió a la enfermería, salvo madame Pomfrey, y eso era porque Sybill Trelawney, siempre que no estaba dando clases, visitaba a Laurel.
Eso era algo que a Severus le desconcertó sobremanera. No conocía bien a la mujer, más allá de lo que otros comentaban y su propia experiencia de escucharle aquella vez al decir la profecía que luego terminó por convertirlo en un espía (algo que prefería, mejor, olvidar); y según eso, su concepto de ella se reducía a que era una charlatana como muchos otros que se llamaban a sí mismos “videntes”. Trelawney misma no parecía tener un buen concepto de él tampoco, y eso era lo que lo sorprendía de que estuviera tan apegada a “su esposa”, ocupando cualquier momento libre que tenía para estar con ella. Él no sabía de qué tanto hablaban en realidad, pero eso realmente no era lo importante mientras que su presencia allí desalentara las visitas de las otras profesoras que no parecían tolerarla mucho tampoco.
Otra cosa que sorprendió a Severus era que Laurel, en realidad, no sólo toleraba la presencia de Trelawney allí, sino que parecía gustarle, según le dijo una vez cuando le propuso decirle amablemente a la mujer que dejara de ir a la enfermería porque ella debía descansar.
-No, no le digas nada –le había contestado Laurel a su propuesta –Me gusta hablar con ella. Es refrescante tener el punto de vista de alguien que sabe mucho de su materia.
Severus simplemente le dedicó una mirada incrédula, pero dejó el tema. ¿Quién podría entender a las mujeres cuando se juntaban, después de todo? Además, ahora su preocupación oscilaba en otras partes: entre encontrar a ese tal Marcus y tener unas palabras con él, e impedir que Hagrid hablara demás, así le tocara recurrir a métodos no del todo agradables.
Lo que Severus no sabía era que mientras estaba en sus obligaciones de dar clases a los primeros años y encontrar al proxeneta, Hagrid ya había ido a hablar con Dumbledore…
Un día después, Laurel era dada de alta de la enfermería; su brazo estaba del todo curado, y sus costillas, aparte de un poco magulladas no representaban ningún problema, al igual que sus pulmones, los cuales se habían regenerado muy bien después de las pociones que madame Pomfrey le había estado administrando. Antes de que saliera, la matrona le había llevado aparte para aconsejarle consultar con un sanador mental, ya que por las vejaciones que había sufrido podría llegar a necesitar ayuda llegado el momento; Laurel le agradeció su preocupación, pero desestimó la propuesta, no era como si ya no hubiera pasado por eso con anterioridad, y prácticamente algo así era como una especie de “gaje del oficio” para esas alturas. Aunque eso no le dijo a la enfermera.
ESTÁS LEYENDO
ADA(O)PTARTE
FanfictionLa vida de Severus Snape termina siendo unida a la de Harry Potter de una manera por demás extraña y poco ortodoxa. ¿Quien hubiera creído que llegaría a él como un regalo "para mejorar su humor" en medio de la noche?