Capítulo 22

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   La noche había sido obstinada con él, sin dejarle dormir casi nada, haciéndole dar vueltas y más vueltas en la cama, enredándose en las sábanas hasta que tenía que levantarse y acomodar todo para volver a acostarse, pero aun así no podía conciliar el sueño. Lo peor, al día siguiente tenía los exámenes finales de dos materias; si no lograba descansar bien ahora, sabía que no podría rendir adecuadamente después.

   Harry suspiró por lo que sería su vigésima vez, tirando sus mantas y almohadas a un costado para terminar levantándose definitivamente. No tenía sentido que siguiera en la cama si de todos modos no podría dormir. Se cambió el pijama por el uniforme escolar y salió de la habitación sigilosamente para no despertar a sus compañeros.

   Empezó a caminar por los pasillos para distraerse y esperar hasta la hora del desayuno que no tardaría en llegar, después de todo no era tan temprano así que su “escapada” de la habitación no podía considerarse como un incumplimiento a las reglas.

   En su camino hacia el jardín se encontró con algunos alumnos de último año que simplemente le saludaron y siguieron su trayecto hacia la biblioteca.

   Por lo visto, no era el único que no podía conciliar el sueño o estaba preocupado por los exámenes, se dijo deteniéndose en la arcada de la galería al ver a su tía Maca en el jardín caminando entre las hileras de flores de lilas, acariciándolas suavemente con los dedos; de vez en cuando se detenía, inclinándose hacia ellas como si éstas estuvieran contándole un secreto.

   Harry sonrió, se había acostumbrado un poco a ver ese tipo de comportamiento extraño de la tía Maca en esa semana que llevaba en Ilvermorny ayudando a la cuidadora de los jardines, y aunque no los podía entender realmente todavía le daba cierta alegría que lo hacía sonreír, como si él también fuera un poco participe de esos “secretos” que las plantas y flores parecían estar contándole a ella.

    Claro que también había ocasiones en las que le daba un poco de vergüenza que los demás alumnos lo asociaran como de la misma familia, algo que por lo visto también les ocurría a Haba y Anís, quienes solían evitar los jardines cuando su hermana mayor andaba por allí.

    Harry levantó la mano a modo de saludo respondiendo al mismo gesto que su tía acababa de hacerle, y saliendo ya definitivamente de la galería para entrar al jardín se dirigió hacia ella viendo como una lechuza marrón aterrizaba sobre un parterre cercano para entregarle una carta a la mujer antes de emprender nuevamente vuelo.

-¿Levantado tan temprano? –Dijo a modo de saludo a su sobrino, guardando la carta en su bolsillo.

-No podía dormir –contestó simplemente Harry encogiéndose levemente de hombros antes de agregar –Tía, ¿sabes cómo mandar cartas a otro continente? Mamá dijo que las lechuzas se cansarían por el camino y me prometió averiguar otro método, pero siempre parece olvidarse y aun no puedo comunicarme con ninguno de mis amigos. Mi hermanita le lleva mucho tiempo –se apresuró a decir a modo de justificación para su mamá al ver que sus palabras anteriores habían sonado evidentemente a una queja.

   Maca sólo le sonrió, sin reprobarlo de alguna manera, antes de parecer pensar por unos segundos.

-Hay una manera –contestó finalmente –Yo suelo utilizarlo para mandar cartas a una amiga en Francia. Si quieres, puedes darme tus cartas y las enviaré con ella.

-Eso sería muy bueno –exclamó Harry con alegría, y antes de que su tía pudiera arrepentirse del ofrecimiento volvió corriendo a su habitación, donde en su baúl tenía guardadas las cartas que había estado escribiendo a lo largo de esos meses para cuando su mamá pudiera encontrar un método para poder mandarlas. Hasta el momento, cada sobre contenía al menos unas seis hojas de pergamino donde le relataba a sus amigos sobre su viaje a América y cómo era el nuevo colegio, junto a todo lo que había aprendido hasta el momento. Sería tan bueno que, al fin, ellos pudieran leerlo.

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