La primera vez que se planteó la idea, fue una noche fría de mediados de octubre, mientras acariciaba el cabello grasoso de un dormido y alcoholizado Severus que descansaba la cabeza sobre su regazo. No podía decirse que el muchacho estuviera completamente borracho, Severus necesitaba mucho más que sólo una botella para quedar “fuera de juego”, y seguro habría llegado a ese punto si ella no hubiera llegaba en el momento en que lo hizo, sacándole suavemente la botella que llevaba en la mano para empujarlo, con la misma suavidad, hacia el sillón de la sala.
Había llegado justo a tiempo, podía decir, cosa que estaba sucediendo mucho en los últimos meses. Claro que, en las veces anteriores, Severus no había estado bebiendo, sino simplemente mal (aunque esa palabra quedaba muy pequeña para describir el estado del muchacho), lo que demostraba que esta noche se encontraba peor que en esas otras oportunidades en las que ella llegaba sin avisar y de improviso porque él llevaba mucho tiempo sin solicitar “sus servicios”. Severus era una persona tranquila, de comportamiento moderado, casi medido cada uno de sus movimientos, por lo que, que se estuviera dejándose llevar por la bebida, sólo podía significar que había algún suceso que lo estaba sobrepasando. Y no cualquier suceso, éste tenía nombre y apellido: Lily Evans.
Lily Evans y su falta de perdón por un hecho que había sucedido cuando Severus y ella no eran más que dos adolescentes, hacía exactamente siete años ya que ni siquiera valía la pena recordarlo.
Pero Severus lo recordaba, y sufría por el hecho, sufría tanto por esa falta de perdón que se dejaba llevar por algo que prefería mantener lejos la mayor parte del tiempo. Y Lily Evans… ¿quién sabe?; tal vez lo recordara, tal vez no, y simplemente había continuado con su vida, casándose con uno de los acosadores de Severus, teniendo un hijo con él… Teniendo un hijo con él.
Cuando Laurel Lilians Evans llegó a ese pensamiento, su rostro se iluminó. Acababa de encontrar una manera de lograr que los ojos, siempre vacíos y tristes de Severus, se iluminaran como nunca.
-Tranquilo, cariño –susurró, besando la mejilla de Severus cuando éste se inquietó entre sueños –Todo se solucionará muy pronto. Eso te lo prometo.
***
Laurel miró la hermosa casa de dos pisos desde el otro lado de la acera, analizándola. Llevaba en ese lugar desde hacía unos minutos, pero nadie le dio una segunda mirada pese a la túnica azul que llevaba puesta, y que no era un atuendo habitual en un barrio como ese; la noche de Halloween la cubría mejor que cualquier hechizo de ocultamiento que habría podido utilizar.
La joven frunció el ceño, ladeando levemente la cabeza en incomprensión, sin lograr sentir ningún tipo de hechizo rodeando la casa. Eso no era habitual, todas las casas mágicas contaban con ello, más ahora que El Que No Debe Ser Nombrado estaba en su apogeo de poder. Ella misma, sin ir más lejos, que no era nadie importante para la sociedad, tenía protecciones en el tugurio donde Marcus la había instalado cuando la trajo de América, y justamente colocadas por él mismo, que ya era decir mucho. Pero, ¿esta casa? ¿Severus, acaso, no había dicho que Lily era buena en encantamientos? Se quedó allí un minuto más, solo observando, hasta que finalmente se encogió de hombros y simplemente cruzó la calle hacía la otra acera, sin un solo plan de respaldo o siquiera pensar que podría haber algo más que ella no estuviera sintiendo, sólo “lanzándose” a la idea que tenía en mente. Algo así no siempre le salía bien, pero allí estaba ella, creyendo que su simple deseo le llevaría hasta el final sin contratiempo alguno. Y quizás, esta vez la suerte estaba de su parte, ya que se introdujo a la cocina de la propiedad por la puerta trasera, la que daba a un pequeño y arreglado jardín, sin ser detenida de ninguna manera.
Y allí lo vio.
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ADA(O)PTARTE
FanfictionLa vida de Severus Snape termina siendo unida a la de Harry Potter de una manera por demás extraña y poco ortodoxa. ¿Quien hubiera creído que llegaría a él como un regalo "para mejorar su humor" en medio de la noche?