Wait for my love♡

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Camina junto a Bo'Rai'Cho que le ayuda a cargar escobas, baldes de agua y un trapeador.

Es de noche, el cielo está despejado y la brisa mueve sus cabellos.

Fujin se fue hace medio año, aún extrañaba verlo con los monjes y estar siempre junto al alcohólico maestro, hablando o entrenando.

Mientras guardaba todo en el closet de las escobas, escuchabas al hombre mayor decir que iría al comedor, argumentando que le llamará cuando la cena esté lista.

Las cosas han sido pacíficas por un tiempo, desde lo de Reiko al menos.

Con algo de pereza asiente.

No es tan tarde así que sale, hace años solía caminar en los jardines en compañía de ambos dioses.

La luna brillaba, menguante.

El viento frío acariciándole el rostro, meciendo su cabello.

Las cosas habían cambiado.

Para bien, para mal... No lo sabía.

Se acercó a la estatua, arrodillándose mientras pronunciaba una oración.

Sintió que los minutos se hacían horas, las horas eran días y los días se volvían años.

Los años la hicieron una kombatiente.

Los kombates la volvieron una asesina.

¿Y el honor de luchar por el bien dónde quedó?

Escucho un gran estruendo detrás suyo, ni siquiera se giró a ver.

Pasos de espuma, acercándose lentamente hacia ella para acariciarle el cabello.

Había amado tanto a un dios, había puesto toda su devoción y fe...

–Escuché tu llamado –Raiden se encorva, sonriéndole.

Ella no le responde, simplemente se levanta y hace lo mismo que hace todas las noches.

Sonríe y se lanza a los brazos del dios del trueno.

–Bienvenido Lord Raiden.

El hombre le devuelve la sonrisa mientras la toma de la cintura como si no pesara nada.

Los días se vuelven cada vez más difíciles.

Pero se alegra al llegar, el Templo del Cielo es un hogar ahora.

Se elevan un par de metros, la abraza con cuidado, es amoroso y el muy grande el miedo a lastimarla es una constante en su cabeza.

El viento deja de soplar.

–La joven Cassandra Cage ha preguntado por ti.

–Mi respuesta sigue siendo la misma –contesta, aferrándose con fuerza a los hombros de Raiden.

El dios la besó lento, descendiendo hasta el piso de piedra.

Es ahí donde el alcohólico maestro los estaba esperando.

–Que bien que acabaron, no sabía si debía cubrirme los ojos –dijo a modo de saludo.

–Es bueno regresar después de un largo día –respondió el hombre de ojos luminosos.

–Que bien que la comida esta lista, cénenos antes de que se enfrié.

La chica no espero más y huyó.

Ambos hombres la vieron partir, cuando la perdieron de vista, Raiden suspiró.

–Dale tiempo –recomendó Bo'Rai'Cho, mirándolo serio.

Sabía muy bien que las cosas no eran como antes, su obsesión por hacer de la Tierra un lugar mejor ya estaba destruyendo a la poca familia que le quedaba.

¿Cuánto tiempo más quedaba antes de que ella se fuera? Pronto aquella llovizna se volvería una tormenta.

–La mortalidad es divina –replicó con una leve sonrisa en los labios, los humanos solo se ataban a lo que amaban.

... que olvidó que los dioses no solo la escuchan a ella.

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