Blind Love♡

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Kenshi era ciego.

Ellos lo sabían.

Y no había problema con eso.

De hecho, estaban felices con ello.

No deseaban que los vieran, ellos sabían muy bien cómo eran y estaban seguros que no eran para nada agradables a la vista.

Pero Kenshi siempre se reía cuándo Ermac decía que estaba agradecido con Shang Tsung por privarle la vista al espadachín –y bueno, eso era mucho decir, él solía partir a la mitad a quiénes se burlaran de su ceguera–, algo que los desconcertaba muchísimo.

Ermac había sido creado de carne muerta, desechada, restos de cadáveres.

Tenía huesos shokan, brazos de centauro, dientes tarkatanos, el torso de un seidano, piernas de un edeniano.

Poseía diez mil almas –había perdido la cuenta, sabía que eran más pero ya no le importaba–de seres de todos los reinos; reyes, guerreros, concubinas, sirvientes, amantes, campesinos, entre otros desafortunados.

Todo aquello había sido costurado y unido con magia, creado una sucia abominación de nombre Ermac.

Sin embargo, a Kenshi no le parecía así.

No podía verlo, pero si podía sentirlo.

No solamente con su sentido de la vista espiritual, también con sus manos, con su boca y otras cosas vergonzosas.

El constructo estaba conforme con eso.

Preferían que fuese de esa forma, estaba hechizado con la belleza del japonés.

–Kenshi acércate al fuego.

Habían llegado a un pueblo entre las fronteras del Outworld, Kenshi derrotó al mejor guerrero y a cambio de perdonarle vida pidió un alojamiento.

Ahora estaban en una pequeña choza de madera, no tenían mucho más que cobijas gruesas y algunas almohadas junto a un par de velas para alumbrar el lugar.

Realmente no estaba tan mal.

Pero extrañaba las comodidades de su hogar en la Tierra.

Cuando se pudiesen comunicar con las Fuerzas Especiales, el espadachín le prometió que abogaría por él para que se quedase a su lado.

Tal vez era porque en todos sus años de vida ellos no habían recibido cariño y afecto o porque la mayoría de sus almas reconocía muy bien los sentimientos del invidente, pero, habían aceptado la propuesta sin dudarlo.

No llevaba más de dos meses juntos a lo mucho tres y aun así no deseaban separarse de Kenshi, él los había rescatado y no solamente les debían lealtad.

–No es una noche tan fría –respondía, bebiendo un poco de agua mientras buscaba a tientas la mano de su amante.

Ermac notó aquello, poniéndose alado del espadachín para entrelazar sus manos.

–Los humanos tienden a enfermarse y morir, no queremos que te suceda algo similar –su tono de voz era neutral, pero Kenshi había aprendido a ver más allá, sabía que estaba preocupado.

–¿Quieres que entre en calor? –su pregunta tenía doble sentido, algo que no pasó desapercibido por parte del constructo.

El ser de múltiples almas frunció el ceño, mirándolo directamente a la cara.

Su penetrante mirada esmeralda lograba hacer sentir amenazado a cualquiera desgraciadamente, al humano que estaba a su derecha simplemente le causaba gracia.

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