Promesas

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Había pasado demasiado tiempo desde que Kano y Reptile se habían visto por última vez. Reptile estaba contento y desconsolado al ver a Kano. El zaterran, siendo semi-inmortal, no ha cambiado desde la vez en que dejo el Dragón Negro para volver con el nuevo pueblo de los Saurians. Kano, sin embargo, había envejecido considerablemente a lo largo de los años. Su cabello delgado y canoso y su rostro demacrado le daban una apariencia triste y enferma mientras yacía en la cama de la enfermería del Dragón Negro, rodeado de maquinaria parpadeante. A pesar de que estaba angustiado. Reptile se alegró de ver a Kano había vivido su vida plenamente, y no la había terminado demasiado pronto debido a algunos de los errores estúpidos de él. El Zaterran dio un paso cuidadoso hacia donde Kano descansaba.

-Kane ...- Reptile se detuvo, recordando que a menudo era demasiado formal para los gustos del otro hombre, y que a este no le gustaba ese nombre por lo que se corrigió a sí mismo -Kano. Han pasado muchos años desde que estuvimos juntos. ¿Confío en que estuvieras bien en mi ausencia? -El ninja verde colocó cuidadosamente una mano en el brazo del humano. Kano abrió los ojos lentamente, girando la cabeza para mirar a Reptile.

- ¡Syzoth! - Susurró, sonriendo. Reptile hizo todo lo posible por sonreír. -Hijo de perra, el tiempo te sienta bien, querido- continuó Kano, pero se dio cuenta de su error cuando una mirada culpable cruzó la cara de Reptile. -Reptile, no quise decir eso - Añadió rápidamente. El zaterran cerró los ojos y suspiró.

-Sabes por qué estoy aquí, ¿verdad? - Dijo Reptile en voz baja. Cuando Kano asintió, apretó el brazo del mercenario retirado.

-Es mi hora, Reptile- dijo Kano, solo un poco serio. Murmuró algo para sí mismo sobre "Las Puertas Perladas" y se echó a reír, limpiándose una sola lágrima de su ojo. - ¿Estuviste allí para todos los demás? - Preguntó él con un tono serio. -Ya sabes, Komodai, Khameleon, Tiamat ...- Reptile parecía molesto al terminar su oración - ¿Volviste a Zaterran al menos?- El corazón de Reptile se hundió mientras negaba con la cabeza.

-Todos murieron en una batalla contra los Centauros y Shokan, inesperadamente. No hubo tiempo- Reptile se inclinó más cerca cuando Kano volvió la cabeza y cerró su ojo. - No pude hacer nada, Kano. Hubiera estado allí para ellos, pude salvarlos si tan solo hubiese vuelto- Reptile no agregó que había pasado muchos años culpándose a sí mismo por sus muertes. Kano pareció notar la ira de Reptile hacia sí mismo, y se dio la vuelta, extendiendo un brazo para agarrar la mano del ninja.

-Está bien- el ojo de Kano estaban empezando a ponerse cristalino, y Reptile sintió una punzada de tristeza. -Estás aquí ahora- Reptile no tenía idea de cómo responder a un acto bueno del poco buen humano, en lugar de elegir llevar cuidadosamente la mano del mercenario a sus labios y presionar un ligero beso a los dedos del hombre. Kano dio una risa entrecortada. -Siempre el encantador- murmuró.

-A menudo me encontré encantado en tu presencia- respondió Reptile con una pequeña sonrisa, colocando la mano de Kano a su lado una vez más. El zaterran observó al habitante de la tierra mientras el mortal cerraba su ojo y, temblorosamente, soltó un suspiro que ni siquiera sabía que estaba conteniendo.

-No quiero irme, Syzoth- susurró Kano, enviando conmociones de tristeza a través del Saurian -Sé que tengo suerte, debo estar saliendo de esta manera, no en una pelea o algo peor, pero ... simplemente no estoy listo para pudrirme en el infierno- Lágrimas lentas comenzaron a rodar por el rostro del hombre, una mueca que abarcaba sus rasgos.

Todo lo que Reptile pudo hacer fue mantener un agarre firme en el brazo de Kano, su mejor intento de tranquilizar al hombre moribundo de que todo iba a estar bien. El Saurian sintió como si su garganta se estuviera cerrando, su corazón dolía por la tristeza. La sensación le trajo recuerdos de cuando el servía a Kotal Kahn, algo que aún pesaban sobre los hombros de Reptile, incluso después de que el emperador le permitiese irse en paz.

El sonido del monitor de frecuencia cardíaca era casi insoportablemente alto en un entorno estéril, por lo demás silencioso. Kano se preguntó cuántos latidos más le quedaban. El mortal abrió su ojo lentamente, girándose hacia Reptile y levantando una mano temblorosa para agarrar la prenda del zaterran.

-Sé que seguirás adelante- susurró, sintiendo que su fuerza empezaba a desvanecerse lentamente. -Sé que superarás esto, que me muero y que te iras de nuevo olvidaras a todo el Dragon Negro. Vuelve a servir en el Mundo Exterior, haz lo que quieras, carajo. Pero después de todo lo que hice por ti, Tengo un favor que necesito que hagas por mí- Kano estaba respirando pesadamente, no se había esforzado tanto desde que llegó a las instalaciones de la enfermería. Reptile respiró hondo y asintió. - En tu maldita y eterna vida- Kano se ahogó entre sollozos callados, con el ojo cristalino evitando llorar -Ni siquiera te atrevas a olvidarme-

Y con eso, Kano soltó el agarre de las ropas de Reptile, su mano no logró regresar a su posición anterior, colgando floja sobre el borde de la cama cerca del regazo de este. Kano parpadeó lentamente, una vez, dos veces, y Reptile pudo ver cómo la luz empezaba a dejar el ojo del hombre mientras su reactor y su ojo biomecánico se apagaban lentamente. El pitido ensordecedor se desaceleró hasta que, por fin, se quedó en silencio, e inmediatamente se reanudó en un largo tono. El zaterran finalmente soltó los sollozos que había estado conteniendo, todo su cuerpo temblaba con la fuerza de sus gritos. Apoyándose en el cuerpo sin vida de Kano, Reptile recogió el cadáver del hombre en sus brazos y lo sostuvo hasta que sintió que su propia respiración volvía a la normalidad.

-Kane-susurró el zatarran, ignorando su tono demasiado formal -Prometo que no te olvidaré-

En los aposentos de Reptile en el Templo de Kotal, la única fotografía semi rque tenia del mercenario del Reino de la Tierra que murió hace mucho tiempo tuvo un lugar especial de honor junto con el cuchillo raptor de este y el reactor que solía llevar incrustado en el pecho. Los guerreros Osh-Tekk o miembros de la corte del Kahn que eran conscientes de la presencia de la fotografía a menudo se preguntaban por qué ese hombre en particular, fuera de todos los que el zaterran había encontrado en su época, tenía un lugar así en su corazón, pero nunca se le acercó directamente.

Después de todo, el zaterran trabajaba de maneras misteriosas.

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