Alive♡

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¿Qué estas disupuesto hacer por amor?


• ● •


El joven entro a la sala, todo estaba a oscuras a excepción de la mesa que estaba iluminada por una vela.

–Siéntete como en casa querido –le dijo la voz de aquel hombre–: ven, siéntate conmigo.

Tragó duro, avanzó con miedo por la oscuridad.

No se veía nada y podría jurar que si alzaba una de sus manos, tampoco podría verlas.

El miedo a lo desconocido y escalofríos le inundaban, las rodillas le temblaron conforme caminaba hacía la vela.

Al estar casi cerca sintió algo rozarle la pierna, maullando y con las garras moviéndose por el piso de madera.

–¿!Argh?!

Gritó despavorido, ¿quién tiene mascotas ahí dentro?

–Lo siento querido –se rió, como si hubiera esperado esa reacción desde el inicio–; el vecino de arriba salió por una urgencia familiar y me dejo algunas de sus mascotas, Kintaro te encantara, le gustan las caricias.

El asiático deseo regresar, estaba hablando con un loco.
Pero ya había avanzado lo suficiente, ya no se podía arrepentir.

Estando ya en la luz, notó que era una mesa circular para dos personas, con una vela y un vaso de cristal.

Se sentó con algo de temor, no veía a su anfitrión por ningún lado (el departamento ni siquiera era tan grande), tan solo una oscuridad profunda y misteriosa que le llamaba a perder su ser.

–Como dije antes, –sintió como unas manos huesudas se posaban en hombros, frotando con el pulgar con cariño–: siéntete como en casa. Sareena y las chicas no están pero prepararon algo de té helado antes de salir ¿quieres que lo traiga?

No se podía mover debido al susto inicial.

¿Se escondió en la oscuridad solo para hacer eso? Se suponía que había llegado ahí en busca de respuesta, no para hacerse más preguntas.

Lo que para él fueron horas tal vez fueron un par de minutos, donde pudo volver a parpadear.

Y al abrir los ojos, es como siempre.

El aire otra vez regreso a sus pulmones.

–No gra-gracias –aún le temblaba la voz pero al menos podía responder.

–De acuerdo pero si tienes sed o hambre házmelo saber.

Con lentitud alejo sus manos, rodeando la mesa para sentarse frente al joven de ojos tristes.

–Muy bien –su mirada estaba clavada directamente en los ojos del muchacho–. Pasemos al punto, yo no te voy a sermonear y muchos menos advertir.

Jugueteaba con el vaso de cristal, no parecía bromear para nada, su piel pálida al fuego de la vela hacia parecerlo un cadáver viviente, uno que debía alimentarse urgentemente.

–¿Trajiste lo que te pedí?

El asintió, rebuscando en su mochila.

–Aquí está.

Le extendió un tubo de muestra, aún estaba algo frío.

Sonrió mostrando los dientes, en especial sus peligrosos caninos.

–Me alegra que hayas seguido todo al pie de la letra.

Mencionó mientras veía al chico sacar el pedazo de tela usada y una foto para entregárselo.

–Bien, entonces comencemos.

Espere...

–¿Mmh? ¿Sucede algo querido? –cuestionó con interés, estaba bien si se arrepentía, no sería la primera después de todo.

–¿Todo esto es seguro Quan Chi? No me refiero a la magia, a su proceso quiero decir... –bajo la mirada, estaba sollozando–; quiero decir ¿él estará aquí?

El calvo volvió a sonreír, esta vez indulgente.

–Confía en mí, cierra los ojos y no los abras hasta que te diga.

Asintió.

Al cerrar los ojos escucho como el tubo de muestra se abría, escuchaba murmullos muy bajos de lo que parecían decenas de personas. La voz del hechicero se escuchaba lejana, a veces en extremo lejana mientras recitaba algo inentendible.

Recibió unas punzadas en el brazo como si fuera metal caliente, dolía como el infierno, pero no abrió los ojos.

No lo hizo tampoco cuando escuchó la voz de Quan Chi cerca de su oído.

Los murmullos se intensificaron y sentía como el aire le faltaban, como si alguien presionara su pecho con fuerza.

El sonido de pasos y agua era una constante.

Pronto todo se vería opacado por un vendaval, gélido aire de cementerio.

Gritos, murmullos y la voz del brujo se volvió silencio de manera abrupta.

Se sentía devorado por el miedo, los enigmas de la vida y creación eran solamente la punta del iceberg, magia arcaba y prohibida que le acariciaba el rostro con aquellas lenguas de fuego que la marcaron tiempo atrás.

Era momento de regresar.

Sintió como unas manos se posaban en sus hombros, acariciándolos como siempre lo hacía incluso jugando con la tela de su camisa arrugándola y alisándola reiteradas veces.

–Puedes abrir los ojos –escuchó al hechicero seguido de la risa de su novio.

Al abrirlos se encontró con la vela casi consumida, junto a la fotografía quemada casi por completo.

El tubo de muestra estaba vacío y limpio, en el vaso de cristal había una sustancia negra espesa que parecía tener luz propia.

Al girarse para ver quién era el que le tocaba –aunque ya lo sabía– no pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas.

Hanzo Hasashi estaba de nuevo en el mundo de los vivos.

–Eres tú –jadeo, mientras cubría la mano izquierda de Hanzo con la suya.

Aquí estoy Kuai Liang.

Mortal Kombat FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora