Capítulo 11: Lo que hemos sido, lo que somos, lo que seremos

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Había escuchado que parecía querer huir del mundo real adoptando la mayor parte del tiempo la forma de un dragón. Y no se equivocaban. Fred Weasley había encontrado en un cuerpo lleno de escamas la calma que, durante años, había buscado en nudillos enrojecidos y cejas partidas.

No sólo era su cambio en la anatomía lo que le hacía respirar sin un peso sobre su pecho. También la compañía. Los dragones eran criaturas sabias y, pese a no tener una forma tan evidente de comunicarse con ellos como el lenguaje humano, podía ver en sus ojos rasgados los consejos que nadie le había dado. El calor que no sabía que necesitaba. Ayudaba, además, el entorno idílico y salvaje en el que se encontraba. Entendía a la perfección cómo aquellas criaturas eran felices en la Granja.

Solo había una desventaja. Un precio que pagar por no acompañar a su mejor amigo en el liderazgo de un ejército en formación. Un simple gesto de buena voluntad que le quemaba por dentro debido a lo que significaba.

Fred Weasley debía estar feliz por los hallazgos de Monique Jordan. Quería estarlo. Más, cada vez que lo recordaba, una parte de su interior se hacía pequeña. Cada vez que intentaba hacer una nueva vida después de lo mucho que había sufrido, se veía prisionero de recuerdos del pasado. Por supuesto que Fred quería que todas las víctimas de las atrocidades de Schneider se salvaran de aquella pesadilla. De la que pesadilla que aún le perseguía. De la mirada de comprensión de Sue cuando se dio cuenta de lo que era y de lo que debía hacer.

Su escamoso cuerpo se estremeció. Sus ojos cerrados. Intentó retomar el hilo de sus pensamientos y no acudir a aquel momento que tantas veces revivía su mente para atormentarle.

Fred Weasley quería que todas las víctimas se salvaran. Aún no las había visto. No desde el día que salió disparado de la Enfermería de la Granja cuando Monique Jordan le instó a ayudarla. De nuevo, Fred Weasley quería ayudar. Y daba igual quién fuera la víctima y la predisposición que tuviera a erradicar aquel parásito o lo que fuera que la haría sufrir. Quería ayudar.

Quizás era egoísta. Sabía que era algo egoísta pensar en lo que era inevitable. Que Sue podría haberse salvado. Que Sue podría estar allí. Que podrían estar los dos ayudando a James como se suponía que debía pasar. No lo admitiría nunca en voz alta. Envidiaba a aquellos pacientes de Monique que sabían que había una posibilidad de salvarse si rozaban el fuego mágico y lo mezclaban con amor.

Él podría haberla salvado. Él era ahora el instrumento para salvar a los demás. Y a la única persona que quería salvar, jamás podría hacerlo. E, incluso, si su amor era defectuoso o no suficiente (lo cual dudaba por completo que hubiera sido el caso si tuviera a Sue de nuevo en sus brazos), Monique seguía buscando una solución. Una alternativa a las almas que no eran amadas. Controlar ese parásito y vencerle. Porque, tal y como decía Monique, "era lo que Susan había hecho".

Nunca lo diría en voz alta, pero saber que Sue había tenido la fortaleza de superar lo que fuera que la poseía y que lo hubiera utilizado para morir, hacía injusto para Fred que el resto pudiera servirse fácilmente de aquello.

Y lo que más odiaba, era la actitud de Monique Jordan hacia su hermana pequeña. "Si nos hubiera dicho que se encontraba mal, la habríamos curado en cuestión de días". ¿¡Cómo iba Sue a saber aquello?! ¿Por qué la culpaba? ¿Qué clase de persona haría eso? Monique había intentado que Fred se diera cuenta de que Sue había cometido un error y lo había pagado con su vida. Y Fred lo sabía. Más, de nuevo, no lo diría en voz alta. Jamás diría en voz alta nada que desprestigiara el recuerdo que tenía de Sue en...

Echó humo por la nariz y rugió internamente. Todo su cuerpo tembló. Sacudió su cola. Su torso. De un lado a otro, moviendo las enormes costillas que atrapaban su interior en la calidad forma de dragón. Había notado un peso sobre sus escamas y le había interrumpido sus pensamientos. Se sacudió con violencia para quitárselo de encima.

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora