Capítulo 8: No hay descanso para los héroes.

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Se mordió la lengua por dentro. Nunca había sentido nada parecido a aquello. Era una mezcla entre inferioridad, tristeza y enfado. Una combinación que se metía en su estómago y le hacía perder alguna que otra comida los primeros días de Hogwarts. Pero ¿en aquel instante? Tuvo que morderse la lengua porque creía estar siendo injusta con una persona que nunca le había hecho nada malo.

Camrin Trust se aclaró la garganta y sonrió.

-... Supongo que Malfoy te pondrá al día con los detalles de las rondas que hacen los Gryffindor, aunque creo que yo he cubierto casi todos -Se rio cantarinamente Heather Lambert.

Entrelazó sus dedos. No supo por qué estaba nerviosa. Ni por qué no quería mirarle durante más de tres segundos al rostro.

Cuando Rose Weasley le dijo que ella iba a ser la Prefecta de Gryffindor que iba a ocupar su puesto desde aquel curso en adelante, Camrin Trust se sintió muy alagada. Es decir, ¡Rose Weasley había confiado en ella de esa manera! Camrin no sobresalía en sus notas. Barbara era mucho más inteligente con ella. E incluso había tenido que ir a tutorías todos los años. Así era cómo Camrin conocía a muchos de sus amigos que se dispersaban por diferentes Casas. Y todos siempre acogían el tiempo con ella como un soplo de aire fresco. Eso no la ayudaba a mejorar sus notas, pues sus amigos pasaban a pedirle consejo en lugar de ofrecer una clase práctica sobre la poción mulitjugos. Su don de gentes y su carisma era lo que siempre la había hecho sobresalir. Su facilidad para entender a los demás y aportarles consejos útiles. Y también era relativamente buena en duelos. Por supuesto, nada extraordinario si se tenía en cuenta que estaba en el mismo año escolar que Albus Potter, Rose Weasley y Scorpius Malfoy. Camrin creía que, por todas aquellas razones, Hugo Weasley le había pedido que fuera el puente entre todos los miembros del Ojo. Y, un año más tarde, su hermana mayor le anunciaba que iba a ser la que ocupara su puesto como Prefecta.

Pero, oh, se había olvidado por completo a quién debía responder todas las semanas. Quién era su superior. Y quién tenía poder académico sobre ella. Para recordarle día sí y día también quién era mejor. De nuevo, Camrin Trust nunca había sentido nada así. Culpaba, triste y patéticamente, a Rick Carter por ello.

-Claro, cualquier duda se la preguntaré a Scorpius -Concedió la muchacha.

Hizo amago de marcharse, pero Lambert la cogió por el codo. La obligó a encararla. Con suavidad. Con paciencia. Camrin, entonces, se encontró con la piel de porcelana de Heather Lambert. Podía entender a todos los chicos y chicas de Hogwarts que tenían a Heather Lambert en una especie de pedestal. Tenía el canon de belleza europeo y clásico de cabello dorado, ojos azules y labios rosados. Para completar su perfección, era inteligente, dulce y siempre podían verla sonriendo allá por donde pasaba. Había escuchado a algunos decir que era la nueva Cedric Diggory -quién quiera que fuera ese. En las celebraciones de Hogwarts, siempre tenía a pretendientes detrás de ella, más muchos no querían nada con ella: era de relaciones comprometidas y largas. Había salido unos meses con David Morrit hacía unos años. Y con Shaw hasta que se graduó. Sabía que la única persona con la que podía tener un desliz de una sola noche era con Rick Carter. Lo sabía porque ella era la mejor amiga de Carter. Como sabía que Heather Lambert estaba colada por Carter desde hacía años. Y que Carter solía pasar de ella porque le gustaban las chicas más complicadas e imposibles para él como Rose Weasley o Isabella Zabini.

Camrin Trust era la confidente y mejor amiga de Carter. Hasta que se dio cuenta de que había estado enamorada de su mejor amigo sin darse cuenta durante un tiempo. No supo con certeza cuándo se dio cuenta de ella. ¿Fue antes del fatídico beso? ¿Fue en mitad del partido? ¿O al final cuando fue directo a ella a abrazarla por haber ganado? No supo justo en qué instante... Pero fue aquella noche. Creyó que nunca iba a sentirse tan mal -lo cual, por cierto, no fue nada comparado con el rechazo de sus padres, más esa era otra historia. Decidió tragarse su orgullo y hacer como que nada había pasado. La batalla de Londres destruyó todo su mundo al día siguiente con una carta en la que sus padres anunciaban que tenían miedo de ella y que la abandonaban a su suerte con esos magos tan peligrosos a los que se había unido. Con otras muchas palabras sacadas de la Biblia para referirse a la perversa naturaleza de las brujas. Si nunca les había hecho mucha gracia que fuera a Hogwarts, aquello fue la gota que colmó la paciencia y tolerancia de sus creyentes padres. Justo cuando fue a ser consolada por su mejor amigo -quien era muy consciente de la posición de su familia -se lo encontró de la mano de Heather Lambert y, acto seguido, besándose como una pareja oficial y formal. Camrin no lloró aquel día. Porque, honestamente, no quería llorar por algo tan egoísta como aquello. Tampoco lloró por sus padres, pues era más ira lo que sentía. Decidió ocupar su mente con cualquier otra cosa y, por eso, pasó todo el verano intentando sacar a Sebastian McKing de su desolación. Cuando le rogó que fuera con Barbara, se enteró de que Hermione Weasley lo había ingresado en un centro médico con medimagos que trataban aquellos problemas. Y se alegró de verlo en Hogwarts, menos alegre, pero con más color en su rostro. Con un pin de Prefecto para mantenerlo ocupado.

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora