Capítulo 34: De la sombra a la luz

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Lo que la despertó fueron unos dedos recorriendo las cicatrices de su espalda. 

Se dejó llevar por la sensación de calma que aquel tacto le transmitía. Cuando su acompañante se percató de que su respiración había cambiado y, consecuentemente, había escapado del sueño; dejó de acariciarla y la envolvió en sus enormes brazos.

Dominique Weasley sonrió inconscientemente. Aquel hombre era su hogar. Alexander

Echó su cabeza hacia atrás y se topó con besos en el cuello. Dejó salir una risa cantarina desde su interior. Escuchó la respiración de tonos graves de él en su oído. Enroscó sus pies en las piernas del Auror. Se quedaron así unos instantes que parecieron el infinito. Oyendo la respiración del uno y el otro. Viendo los haces de luces matutinas escaparse entre las cortinas. Alargando el presente. 

Ninguno de los dos quiso romper aquel momento. La realidad les esperaba fuera de aquel intacto presente. Tal vez, si ninguno de los dos se movía, podían quedarse atrapados para siempre en el despertar. 

¿Y si no salimos nunca de aquí?, oyó la voz de Alexander en su cabeza.

Ella sonrió. Desenroscó sus pies de él para volverlos a enredar. 

-Buenos días, Alex -Dijo con un timbre de felicidad que no quería ocultar.

Él se quejó en un gruñido que escondió al enterrar su cabeza en la melena dorada de Dominique Weasley. Soltó un bostezo dramatizado. Atrapó a Dominique con más fuerza, como si quisiera atrapar el tiempo. Dominique se giró para encararle. Pasó sus dedos por su rostro. Memorizándolo. Su prominente mandíbula. Su frente con manchas de tanto tiempo al sol. La aspereza de una barba rubia. Los frondosos labios. Le besó la nariz. Le besó la frente. Él le dedicó una sonrisa. 

Poco a poco, se desperezaron. Salieron de la mullida cama que Hogwarts le ofrecía en un nuevo torreón con vistas al Bosque Prohibido. 

Habitaban el nuevo Hogwarts, junto con el resto de inquilinos que previamente habían ocupado el castillo de Raglan y otros magos, brujas, criaturas y muggles que quedaron huérfanos de hogar tras la Batalla de Londres. Era una utopía. Todas aquellas almas conviviendo en paz bajo un mismo techo. Bajo piedras que orgánicamente crecían para ofrecer un lugar a aquellos que lo necesitaban. 

Habían separado el castillo en función de sus diferentes habitantes. Las criaturas mágicas ocuparon la zona ampliada que lindaba con el Bosque, en un puente perfecto de naturaleza y edificación. Los dragones habían ocupado unos claros en el bosque, los vampiros se encontraban dentro y, cuando querían disfrutar de su condición de licántropos, estos tenían allí sus propias residencias. Los muggles, aún absortos en el nuevo mundo que les intrigaba sobremanera, residían en el ala opuesta, el ala que más ofrecía la sensación de un castillo poco mágico y más apropiado para aquellos que, en vistas de las particularidades propias del castillo, no paraban de detenerse a observar cuadros que se sentían tan brutalmente observados que rogaron no estar en el ala muggle. El Hogwarts original, el edificio cuna de generaciones y generaciones de magos y brujas, seguía funcionando como centro de docencia. Seguían diferenciándose los alumnos por sus respectivas Casas. Los magos y brujas que acudieron a Hogwarts en aquel último mes, o bien volvían a su Casa en las muchas ampliaciones que todas tuvieron, o bien descubrían el ala que daba al Bosque Prohibido por encima de las residencias de criaturas mágicas. Allí era donde habían optado por quedarse Dominique Weasley y Alexander Moonlight, no solo en vistas de su oportuna cercanía a las criaturas mágicas, sino por el placer de disfrutar momentos como aquel. 

No siempre podían alargar su despertar. Después de todo, Alexander Moonlight seguía siendo Auror y el líder de Raglan. Debía atender a sus deberes que comenzaban al alba. Debía seguir vigilando, entrenando y asistiendo a los licántropos que comenzaban a adquirir más autonomía con su condición. Debía responder a las medidas de seguridad que se le exigían por ser agente de orden. Debía acudir, si necesario, a partes de Gran Bretaña donde el Ojo causara estragos. Debía estar presente en misiones. Debía ejercer funciones diplomáticas con comunidades mágicas y muggles para entablar lazos aliados. Y Dominique Weasley le apoyaba donde podía. Había descubierto que ella misma podía ejercer como representante en numerosas reuniones. Que las criaturas mágicas en Hogwarts la escuchaban y obedecían. Y que respondía ante y por ellos cuando, diariamente, se procedía a anunciar el orden del día y el sumario de cuestiones que trataban. 

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora