Capítulo 35: Sapere aude

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Era revivir una pesadilla. 

Lo primero que hizo, en cuanto vio a Cornelia Brooks desaparecer bajo el ala de Octavio Onlamein, fue ahogar un grito de frustración. Lo segundo que hizo fue excusarse debidamente ante Hermione Weasley y acudir al sitio que más protección necesitaba en aquel momento: su casa. 

Tal vez sería la única ventaja de haber sabido, desde el inicio, que aquello estaba por pasar. Poder evitar aquello. Poder remediar lo que sería su propio futuro, el futuro que ella había vivido. Cruzaba los dedos para que, en aquella ocasión, la oscuridad no venciera. 

Salió fuera de la cúpula de protección de Hogwarts. Y se Apareció ante la Mansión Malfoy.

Crujió los nudillos. Repasó mentalmente todas las lecciones que Lily Potter y Rose Weasley le habían enseñado desde niña. La lucha cuerpo a cuerpo. Los hechizos que jamás había utilizado. 

El hecho de que ella estuviera allí era un accidente. 

Había tantas otras personas que podrían haber viajado al pasado, tantas otras mucho mejor preparadas que ella. Había acogido el aura de misterio que la envolvía por proceder de un futuro brutalmente horroroso. Más, por mucho que le molestaba admitirlo, Remus Lupin tenía razón sobre ella: era lo peor que el Temple podría haber mandado para detener el apocalipsis. 

Theia Daphne Malfoy se había criado en la extrema protección. Había sido huérfana de madre desde los tres años. La habían ofrecido a los Potters, a lo que quedaba de ellos. No tuvo varita mágica hasta los trece años, cuando le fue heredada por la muerte de su tía Daphne. No había Ollivander que concediera más instrumentos mágicos. Tenía trece años y jamás había utilizado una varita. Era un año después de que Remus Lupin hubiera asesinado a Lily Potter y viajado atrás en el tiempo con el giratiempo que Lily había prometido que sería la solución. Todas las veces que se había enfrentado a Remus Lupin y al Ojo, huyendo de los sitios en los que les encontraban, había tenido que defenderse con una pistola cargada. Fue Rose Weasley, su Deyanira, quien le enseñó a utilizar la magia, con poca paciencia y nada de empatía. Rick Carter, su Ayax, le había enseñado a pelear. Con los años, podía decir que había logrado defenderse con cierta destreza. No obstante, nunca la dejaban ir a misiones con Rose y Rick. No fue hasta que que Hugo Weasley construyó el segundo giratiempo y huyó sola a Odda para viajar en el tiempo, mandada como última esperanza a la Batalla de Londres. 

Pero nada de lo que había vivido la había preparado para lo que estaba por ocurrir. Para enfrentarse a su gran pesadilla. Había tenido que tragar la verdad como una espada antes de la revelación. El Hugo de su futuro, uno de los Académicos, había sido tajante con ciertas informaciones que debían permanecer ocultas. Como el hecho de que Rose Weasley hubiera sido una Guardiana de la Magia, pero jamás hubiera completado su misión, por, en aquel mundo, no haber podido descubrir quién era su Elegido hasta que ya fue demasiado tarde. Como el hecho de que Cornelia Brooks les acabaría traicionando y eligiendo al Ojo por salvar a la persona que, más tarde, mataría. Como el hecho de que Pyotor Karkarov  fuera a traicionar a los amigos que había amado. 

Estaba aterrada. Le temblaban las manos cuando entró en el hall. 

Todas las veces que, en su vida, se había enfrentado a Pyotor Karkarov había acabado en tragedias. 

Jamás entendió cómo su hermano o Alice Longbotton decían que, con ellos, solo con ellos, Pyotor Karkarov había sido benévolo. 

Jamás lo entendió hasta que lo vio interactuar con su hermano, con Albus, con Alice. Parecía que, genuinamente, Karkarov se sentía a gusto con ellos, y que les ofrecía amor de vuelta. A Theia siempre le había aterrado cómo aquella persona había podido arrebatarle la vida a la persona que más amaba por poder. 

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora