Una brecha de seguridad en aquella Gala podría significar una catástrofe, en comparación con el resto de las galas a las que llevaba asistiendo desde que tenía uso de razón. No obstante, solo en esa se sintió segura.
Gwendoline Cross no pasó más allá del arco que separaba el salón principal del enorme balcón desde el cual vigilaba el jardín. Su atuendo negro la camuflaba en la oscuridad. Tan solo mantuvo un par de palabras con Scorpius Hyperion Malfoy aquella noche. Se escondió casualmente cuando todos buscaron en los fuegos artificiales una señal de esperanza del futuro.
También se escondió de unos ojos claros que se clavaron en la almena donde se quedó rezagada. Ya había tenido suficiente con todo el Clan Weasley juzgándola en Navidad. No quería decir que no tuvieran motivos. Todo el odio hacia su persona estaba justificado. Y lo entendía. Más no soportaba las miradas de lástima o de decepción sobre Frank Longbotton cuando intentaba defenderla de todo aquel estigma que a ella no le afectaba. Había aceptado su calor, finalmente, en la intimidad de ellos dos. No ante los ojos del resto.
Quizás, pensó al ver unas sombras volver del jardín, no eran los únicos que querían esconder su calor mutuo ante el resto.
Volvió a dejar que la almena la escondiera del foco cuando sus ojos se posaron sobre el joven Malfoy y la joven Weasley. Hasta un ciego podría ver lo que aquellos jóvenes habían cultivado entre ellos desde niños. Quizás ella misma fue una de las primeras personas en verlo, cuando se protegieron. Se protegieron el uno al otro de la oscuridad. Aún recordó cómo el interior de Gwendoline Cross se retorció al ver la ira en el rostro de Scorpius Malfoy cuando Gwen tenía bajo su daga el rostro de Rose Weasley. La mano de la Weasley deteniendo la daga de Scorpius Malfoy hacia la asesina que era ella. Aquel día los dejó marchar. No tenían porque morir aquel día en el Palacio de Hielo. Gwendoline Cross había seguido su relación de lejos. El Ojo siempre había estado interesado en Scorpius Malfoy. Y ella estaba interesada en Rose Weasley personalmente. Supo, desde el día en el que Malfoy entró en el Refugio con la nariz rota por el puño de la joven, que estaban condenados. Aquella noche, algo cambió entre ellos.
Al igual que ella trataba de hacer con Frank, trataron de esconderlo al resto.
Sacándola de sus pensamientos, Lucy Weasley la interrumpió. No tenía nada en contra de aquella joven mujer que había demostrado al mundo lo equivocados que estaban con su potencial. Honestamente, era algo que Gwendoline Cross valoraba. ¿La lástima que Lucy Weasley sentía hacia Gwen? Lo detestaba. Ella no era un caso perdido por el que luchar.
Por lo que se irritó interiormente cuando Lucy Weasley se ofreció a revelarle el puesto. Era Auror, después de todo. Era su trabajo tanto como el de Gwen. Solo que su apellido le daba ciertos privilegios con los que Gwen jamás podría ni soñar.
-¿Por qué lo has hecho? -Cuestionó en voz alta, porque quería escuchar lo que Lucy Weasley estaba dispuesta a inventar por no hacerla sentir un caso de caridad.
-Soy Auror -Anunció con más seguridad en sí misma de la que probablemente tenía ante la hosca mirada de Gwen. -Es mi obligación proteger a los demás.
-Eres Weasley -Espetó Gwen.
Ella no tenía nada en contra de los Weasley. Era una familia que, en otra vida, habría aceptado.
-Sí, también es mi obligación como Weasley cuidar a los demás -Claramente había ofendido a Lucy Weasley.
Sonrió. Aquella familia no sabía lo afortunada que era. No tenían ni la más remota idea.
-Creo que eres la primera Weasley en pensar que debes protegerme a mí -Dijo Gwendoline Cross con el ceño fruncido.
-Siento que mi familia haya sido así -Suspiró teatralmente la Weasley.-Todos tenían mucho apego a Minerva McGonagall.
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La tercera generación VI
FanficEl futuro ha venido para prevenirles de la oscuridad. Las profecías se están cumpliendo. Las estrellas auguran la destrucción del mundo tal y como lo conocen... La Tercera Generación de Hogwarts está luchando en una guerra a contrarreloj, a contrac...