Capítulo 29: Las estrellas no se suelen equivocar

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Desde la última sesión con los centauros, Cornelia Brooks se sentía nerviosa. 

Era como si viera su alrededor con perfecta nitidez, excepto por la presencia de un hilo que hacía desenfocar la estabilidad de su visión. Un presentimiento. No era la única que tenía aquella intuición y callaba. Nunca había visto a Barbara Coleman tan callada. Le había preguntado que qué ocurría. Ella tampoco sabía explicar qué era. 

Intentó ocultarlo. Suspirar. Respirar profundamente antes de afrontarse a aquellos que no perdonarían ni un solo secreto por su parte. Incluso si ellos estaban repletos de intenciones ocultas.

No solo eran sus rabiosos guardianes. Tenía la certeza de que su cariño por ellos tres era recíproco. No la honestidad. 

No sabía que seguía ocultando James Sirius Potter -incluso tras unir sus almas bajo el ritual de los Ajayu, sabía que había algo más de lo que no quería hablar. O simplemente podría ser el miedo al futuro. No habían comentado el Boggart de James. Aunque a todos les preocupaba. Si su mayor miedo era lo que se suponía que debía llevar a cabo, en caso de que sus intentos de reprimir el destino no funcionaran, ¿qué esperanza tenían? 

Frank Longbotton también parecía ocultar temor. O algo que le hacía tener una sombra en los ojos que, por mucho que pareciera dormir, nunca conseguía disiparse. Algo le estaba consumiendo. Podrían ser muchas cosas. Podría ser Gwendoline Cross y su constante negativa al roce de sus dedos sobre su espalda. O podría ser aquello de lo que solo hablaba con James -y de lo que callaban cuando ella estaba cerca. La preocupación le nacía de manera casi natural por Frank -quizás la misma preocupación que a uno le salía por aquellas personas que le importan en tiempos difíciles. Para Cornelia, Frank se había convertido en un hermano mayor. En una figura que admiraba y quería proteger. Un lazo vivo que le unía a su familia. 

Y Lola Brooks era su hermana. Habían tardado en tener una relación cercana. Se habían sentido atraídas desde un primer momento por el descubrimiento y la novedad de saber que eran la misma sangre. Que habían compartido el mismo útero. Se habían protegido con sangre y sudor. Porque querían proteger la idea de que, tristemente, era lo único vivo a lo que aferrarse de su propia identidad. No obstante, no había que infravalorar sus diferencias. Cornelia nunca había llegado a comprender cómo Tom McGregor podría haber tenido alguna disputa con Peter McGregor -¡eran hermanos gemelos! Tampoco entendió las manifiestas peleas de los hermanos Potter hacía tantos años que parecía ficción. Hasta ahora. Después de todo, su hermana y ella habían tenido un encontronazo físico. Lola quería salvarla a toda costa. Literalmente a toda costa. Cornelia, para sus adentros, era cada más consciente de que el coste de ir en contra del destino era infinitamente mayor al de seguirlo. 

Lola le ocultaba su plan para ir en contra del destino. O lo que fuera que necesitara para salvar a su hermana. No podía culparla. Ella estaría dispuesta a cualquier cosa por la propia seguridad de Lola. Incluso si significaba un conflicto con ella. 

De nuevo, no sólo eran sus tres eternos defensores los que guardaban secretos. Entendía que nadie confiara en ella -había altas probabilidades de que Morgana Le Fay ocupara su cuerpo y mente. Más, era evidente que estos secretos los guardaban todos para sí mismos. Gwendoline Cross estaba especialmente irritable. Particularmente obtusa de cara a la seguridad de Raglan. Lucy Weasley escondía algo. E Isabella Zabini había pasado a un absentismo espiritual. Fred Weasley evitaba a todo el mundo. Incluso entre los más adultos parecían tener problemas o dudas que querían invisibilizar. 

Contempló a James hacer una mueca cuando vio cómo Alexander Moonlight volvía a su cuerpo humano y, tan solo segundos más tarde, Dominique Weasley utilizaba sus alas de veela para transportarlo hacia otro duelo. 

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora