Capítulo 24: El sitio de las nubes negras

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Una vez que una persona guarda un secreto que sabe que puede herir a aquellos que más quiere, se acomoda en su estómago un peso que tarda en irse. Un nudo que, progresivamente, se hace insoportable. Hasta el punto en el que a esa persona le afecta al ánimo. A su vida cotidiana. Pese a hacer todo lo posible por soltar la carga, sabe que ya es demasiado tarde. Porque, en la mayoría de las ocasiones, el secreto se guarda para postergar la herida. Porque el secreto es que esa persona ha hecho daño a aquellos que más quiere.

Albus Severus Potter sabía que su irascibilidad se debía al incremento de su nudo estomacal tras la partida de Rose Weasley. Era pulsar el gatillo para todo lo que habían estado planeando aquellos últimos meses. Mientras que Rose Weasley se había asegurado de que nadie supiera su misión, había contado con Hugo Weasley y Albus Severus Potter como las excepciones. Por mucho que Albus quisiera olvidarse de aquello, le consumía todos los días.

Y por mucho que intentara ocultarlo, sabía que no podía ocultar su malestar a Alice Longbotton. O, en su defecto, a Peter Greenwood.

Al menos, la ficción de estar en un lugar idílico le distraía. O esa era su consolación.

-Bueno, no esperes que esté muy impresionado, Alice. He visto a Scorpius Malfoy sin camiseta -Se burló Peter Greenwood.

Albus rodó los ojos.

La pareja de Slytherin venía de nadar en las gélidas aguas de la isla de Skye, gracias a un encantamiento que les mantenía en calor. Pese a la insistencia de Albus, Greenwood se había negado a acompañarlos todos los días a sus "peculiares entrenamientos", como él los llamaba. Argumentaba que su estado físico en forma era gracias a su genética y que no haría ninguna aportación hasta que los treinta no le demacraran.

Mientras Albus llegó sin remordimientos en su bañador y sin camiseta, Alice había decidido cubrir su atuendo en bañador con una toalla rápidamente cuando vio a Greenwood esperándoles en hall.

-Quizás el beso con Rose te cuestionó tu orientación -Dijo Alice, tras sacarle la lengua.

El Slytherin soltó una pequeña carcajada al recordar aquel momento. Era un suave recuerdo de tiempos más fáciles.

-Me cuestionó muchas cosas, pero eso siempre lo he tenido claro -Contestó un tanto molesto Peter Greenwood.

Si bien Albus solía estar ajeno a lo que ocurría a su alrededor como si fuera una maldición genética de su padre que le hacía inmune a las interacciones personales del resto, sí que se había percatado de las nuevas interacciones entre Peter y Alice. Y, pese a que no quería añadir más fuego a su hoguera interna, era algo que le preocupaba.

-¿Cómo qué? -Inquirió Alice, con un evidente desafío en su voz. Había escuchado ese tono antes. De nuevo, intentó formular algo en su cabeza para suavizar una tensión que comenzaba a formarse. - Estás hablando de mi mejor amiga.

Oh, claro. Otro de los temas que siempre habían separado la opinión de Alice y Peter por muy buenos amigos que siempre hubieran sido era Rose Weasley. Un tema que no sabía cómo Alice llegaba a manejar con Scorpius. Más con Peter era, ciertamente, una batalla perdida.

-Pues tu mejor amiga no debería confundir a los Gryffindor más apuestos -Señaló Peter Greenwood.

Albus apretó la mandíbula.

-¿A qué te refieres? -Preguntó torpemente.

Alice negó con la cabeza como si él mismo fuera una batalla perdida. Peter entrecerró los ojos y lo miró como si su ingenua pregunta lo hubiera ofendido.

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora