Capítulo 21: Tiempo de dagas, garras y colmillos

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Había descubierto que era más resistente de lo que siempre había creído. O de lo que le habían hecho creer. La vida que antes la había tratado como si fuera seda quedaba ahora lejana y, si era sincera consigo misma, la había abandonado. Aunque debía agradecérselo. Quizás nunca habría descubierto el potencial que albergaba de no ser por ello.

Claire Jenkins sintió el vello de sus antebrazos quemarse. El fuego no la apuntaba directamente a ella, pero el calor era tan abrasante que resultaba inevitable no salir con quemaduras de aquellas sesiones con Fred Weasley. Se mordió el labio y aguantó.

Y, entonces, pasó.

Pasarían décadas y Claire Jenkins no sabría cómo describir lo que sintió justo en aquel instante en el que el fuego de Fred Weasley rozó las yemas de sus dedos. Era como si el fuego se hubiera sumergido dentro de su piel. Como si, al abrasar todo su interior, una bestia interior se despertara y atacara el fuego. Tenía los ojos cerrados con fuerza. Sin comprender aún si sentía dolor o furia.

Escuchó al dragón desplegar sus alas y alejarse de ella.

La ola de furia gélida recorrió su cuerpo como una corriente eléctrica. Apretó la mandíbula. Sintió una sustancia salir de su nariz. Siguió sin abrir los ojos. Apretó los puños.

Escuchó murmullos. A su alrededor.

-Tú puedes -Dijo una voz a su espalda.

No la reconoció. No porque no supiera quien era. Sino porque su conciencia navegó directa a un vacío en el que no percibía nada de lo que se encontraba a su alrededor. No oía. No podía ver. Si hubiera tenido control sobre su cuerpo, se habría encogido. Habría chillado. Pero, en cambio, deambuló por los rincones de su cerebro.

Lo cierto era que no sabía que estaba ocurriendo. Oía voces lejanas. Sabía que su cuerpo estaba en movimiento. Más no sabría decir qué estaba ocurriendo. Era como si estuviera bajo un Imperio, solo que no podría recordar lo que estaba haciendo. No veía. Y no es que estuviera divagando en una oscuridad. No. Aquello era mucho más extraño que encontrarse en un limbo.

Hasta que sintió una serie de emociones que sabía con certeza que no eran suyas. Más estaban ahí.

Tal vez solo necesitó notar que su cuerpo estaba dispuesto a asesinar para recordar dónde estaba. Quién era. Y qué debía hacer. Pero la espesura en la que divagaba también se percató de que Claire Jenkins era consciente de que no tenía el control sobre su cuerpo.

Claire se topó con muros de vacío. Intentó enredarse en los pensamientos de la otra alma que estaba habitando su cuerpo. Más no los encontró del todo humanos. Eran instintos básicos. Alimentarse. Comer. Matar. Escapar. ¿Escapar?

-¿Ha funcionado? -Escuchó Claire entre los gritos que se taponaban en su cabeza.

Un chillido la hizo saltar hacia atrás. Y retomar por completo el control sobre su cuerpo. Ese grito sonaba a algo que nunca creía que llegaría a escuchar. Sonaba a terror. A muerte. Abrió los ojos de golpe.

Y la sacudida de realidad hizo que todos sus sentidos despertaran al instante.

Frente a ella, uno de los compañeros de trabajo de Charlie Weasley le devolvía una mirada vacía. De pie sobre una postura poco estable. Su rostro era la imagen de una persona que se topaba con la muerte. Su piel era blanca y gris. Cayó de bruces al suelo como si no hubiera una célula viva en su interior que pudiera seguir sosteniéndolo.

Entonces, fue ella la que chilló.

Se llevó sus temblorosas manos a su sien. Cerró los ojos. Los volvió a abrir. Y, sacudiendo todo su cuerpo, huyó en una estampida sin echar la vista atrás hacia el interior del bosque.

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora