Capítulo 7: Lo que pasa en Hogwarts se queda en Hogwarts

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Se había convertido en su mejor amigo. Había sido sin querer. Le había cogido cariño involuntariamente. Decían que el roce hacía el cariño y era cierto. Su amistad nacía de la oscuridad, de la soledad y del miedo. Y juntos habían logrado sobrevivir a un posible naufragio.

-Te voy a echar de menos -Susurró en su oído. Se dejó llevar por el extraño calor que le transmitía en el abrazo. Apretó su costado con sus dos brazos. -Si necesitas algo, estaré en la otra punta del mundo -Se rio. Intentó que su voz no sonara seca o triste.

Monique Jordan se separó del abrazo. Observó a su amigo. Tenía el pelo rizado más largo de lo habitual. Con todo lo que había pasado últimamente, uno no tenía tiempo para el cuidado personal. Incluso se había dejado algo de barba. No le quedaba bien. Aunque le hiciera parecer menos delgado.

-Creo que allí te necesitarán más que yo – Le contestó Christopher Nott.

Ladeó la cabeza. Quería decirle que no. Más ambos sabían que era así.

Él se iba a Luperca porque estaría lejos del resto. Más protegido. Menos probabilidades de que Morgana volviera si Chris tenía un pequeño ejército de licántropos custodiándole. Y Monique Jordan no quería que le pasara nada a su amigo.

Por su parte, ella también tenía trabajo que hacer. La Sanadora Katie Bell había sido designada por el Temple para ocuparse de los residentes del castillo Raglan. Y a Monique Jordan, dada su labor previa en el campo y la familiaridad con la investigación, iba a ir a la Granja. A Rumanía. Con todas las personas que no habían encontrado una forma de sanar del líquido azul del doctor Schneider. Alumnos de Hogwarts. Personal del Ministerio. Un total de siete personas cuya naturaleza interior era aún desconocida. Y eso les asustaba a todos. Monique tenía una misión con ellos: o sanarles, o controlarles. Dos cosas que sabían que eran posibles. Dos cosas sumamente complejas.

Su amigo la estaba mirando con los ojos entornados. A menudo, Monique pensaba que aquel muchacho tenía una percepción sobrenatural de las emociones de los demás. Al estar conectado al alma de los muertos, de algún modo, Monique creía que podía leer el alma de los vivos. No con total claridad. Pero sí recoger expresiones o sensaciones que le ayudaran a entender por qué Monique se había quedado callada.

-No hace falta que lo digas -Se adelantó ella.

-No son tu responsabilidad -Le recordó, pese a ello. -No pasa nada si no puedes hacer nada -Insistió.

Esa era la diferencia entre un Slytherin y una Gryffindor. Uno sabía cuando rendirse. La otra no. La otra no es que fuera valiente ni noble con respecto a los demás. Había algo más que se había sumado a la culpa de no haber podido hacer nada por su hermana. Había saboreado algo que nunca había sentido. Reconocimiento. Cuando ayudó en Hogwarts a los pacientes de la Batalla de Londres y demostró tener talento... Fue reconocida por el Ministerio. Le dieron una misión solo para ella. Supuso que aquello era lo que buscaban los Gryffindor. Un poco de gloria.

Nott lo encontraba peligroso. ¿Por qué? Porque los Gryffindor hacían cosas estúpidas para hacerse los héroes, decía. Mientras que un Slytherin analizaría al detalle la forma más simple, intuitiva y astuta de abordar un problema; un Ravenclaw investigaría la opción más lógica y razonable; y un Hufflepuff conciliaría la mejor opción que ayudara a más personas... Los Gryffindor eran más egoístas e impulsivos. Los Sanadores solían ser Slytherin o Ravenclaw por ese motivo. Algún que otro Hufflepuff. Rara vez Gryffindors.

-Deberías confiar un poco más en tu única amiga -Se mofó.

Lo vio rodar los ojos.

-Si necesitas algo, ven a verme -Le repitió.

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora