Capítulo 19: Empatía

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Desde que era pequeña, Alice Longbotton sabía que tenía una habilidad especial para descifrar las emociones de los demás. Con los años había aprendido a actuar cuando era oportuno. A no meter el dedo en la llaga. O a explotar la cascada de emociones que necesitaban sacar algunos de sus amigos. Sobre todo, había aprendido a esconder su habilidad. En ocasiones se sentía como si estuviera robando su intimidad.

Cuando Albus Severus Potter les recibió con el pelo desordenado y su mano izquierda en su nuca, Alice supo que estaba nervioso. Sus ojos esmeraldas la evitaron. Y los posó rápidamente sobre Scorpius Malfoy. Alice sabía que Albus siempre acudía a ella cuando tenía un problema y quería hablar, explotar o encontrar una solución. En cambio, acudía a su mejor amigo para evitar confrontar su problema, cada vez que creía haberlo solucionado pero no estaba seguro de hacer lo correcto.

-¿Esta esta la mansión? – Preguntó, con la mandíbula en el suelo un sorprendido Peter Greenwood. -¿Aquí es donde voy a vivir durante meses? -Alice rodó los ojos y escuchó la sonrisa tímida de Albus. -¡Nunca he estado en ningún sitio así! -Se giró repentinamente hacia su otro amigo. -Lo siento, Scor... Pero esto es...

-Yo tampoco tengo palabras -Se sinceró el muchacho de porte aristocrático.

Por primera vez, Albus compartió una mirada con Alice. Leyó una especie de advertencia. Recordó las palabras escépticas de Albus sobre aquel lugar elegido para ellos el verano anterior. Ella simplemente se mordió el labio.

-Solo tenemos que estar aquí para defender el alma de Morgana -Les indicó Albus.

Sí, Charlotte Breedlove les había encomendado una misión.

Era una misión contradictoria para acallar el espíritu rebelde de James Sirius Potter. Se trataba de último paso hacia la no marcha atrás. Hacia el retorno de Morgana Le Fay. Su alma. Encerrada, como habría anunciado Breedlove, en las Brumas de Avalon. En las Brumas de un lugar custodiado por un palacio hecho casi a medida para Albus y para Alice. ¿Cuál era la trampa? Aún no estaban seguros.

Dado que el palacio y los habitantes ya habían acogido al joven Potter y a la joven Longbotton, Breedlove había decidio que serían ellos la última fila de la defensa para Cornelia Brooks. El Ojo aún no sabía qué había sido del alma de Morgana. La ubicación de Avalon solo la iban a saber ellos: Albus, Alice y, el amigo que les acompañaría, Peter Greenwood. Por supuesto, había otras personas que conocían aquel lugar: Ginny Potter, Scorpius Malfoy, Harry Potter, Luna y Rolf Scarmander.

-Sin presión, ¿no? -Se mofó, nervioso, Greenwood.

Alice le acarició el hombro para garantizarle una seguridad que no estaba basada en más que su propio y escaso optimismo. Recibió una sonrisa torcida. Estaban haciendo aquello por el bien de todos.

-Sigo sin entender por qué Greenwood puede quedarse con vosotros y yo no -Dijo Scorpius negando con la cabeza.

Estaba allí para despedirse de ellos. La Señora Breedlove le había pedido que volviera a Hogwarts. Todos intuyeron que era por la propia seguridad del Temple: Scorpius Malfoy era un mago perseguido por la ambición y la jerarquía del Ojo. No hubo objeción. Aquello había minado el estado su mejor amigo. ¿No confiaban en él?

-Quizás tiene algo preparado para ti, Scor -Sugirió Alice. -Eres mejor mago que nosotros... Albus y yo puede que seamos excelentes en un duelo... Y eso es lo único que necesitan en una línea de defensa. La fuerza. Tú eres más que eso.

No pareció convencerle.

-¿Y yo qué soy entonces? -Dijo Greenwood.

Alice se mordió el labio. El hecho de que Greenwood estuviera allí había sido una polémica que su amigo desconocía. ¿Qué podía aportar Greenwood además de risas?

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora