Capítulo 25: Agua y aceite

100 8 7
                                    



A lo largo de su relativamente corta vida, Lorcan Scarmander había descubierto que "peculiar" era un adjetivo que le habían adjudicado a sus espaldas. A un suspiro de llamarle "lunático" cuando ondeaba por las escaleras sus largas faldas. La mirada de reproche de los profesores cuando descubrían una sombra de ojos amarilla para honrar a Hufflepuff los días de Quidditch. En contra de lo que podía asumir la mayoría, Lorcan Scarmander percibía toda la crítica del resto del mundo sobre su estilo.

Más no le importaba. No porque fuera ajeno a ellas. Sino porque toleraba todas las opiniones. Sabía que desafiaba algunos de los esquemas estilísticos -incluso si, históricamente, los hombres siempre habían llevado más maquillaje que las mujeres. Era una forma de expresarse más allá de un simple uniforme más ancho, una corbata torcida o algo que simplemente fuera un mero toque de personalidad. Lorcan pensaba que él necesitaba aquel tipo de expresión más que otras personas. Él era una persona creativa - ¡era Ravenclaw! Más era reservado. No sabía pintar como su madre. No era una mariposa social como su hermana. Ni un escritor como su padre. Era su forma de hacer valer su propia imaginación. Quería pensar que sus amigos le entendían. No llegaban a hacerlo.

Tamborileó sus uñas de color amarillo sobre la madera de roble de la mesa.

-¿Por qué no te has cambiado el color? -Preguntó Serena Cadwallade, señalando el color por el que había optado desde Navidad. Lorcan alzó la vista de la caligrafía de Scorpius Malfoy. Pestañeó. -Creía que sólo eras fiel a Ravenclaw.

Lo dijo en un hilo de voz que hizo que Lorcan no pudiera evitar esbozar una sonrisa torcida. Era tan diferente al resto de sus amigos.

-El color de mis uñas nunca expresa mi lealtad a mi Casa -Explicó.

Para sorpresa de Lorcan, aquello sorprendió a Serena. La muchacha arrugó la nariz, como si no estuviera convencida.

-¿A quién estabas honrando cuando te las pintabas de negro? -Carraspeó. Sus mejillas se sonrojaron. -Pensaba que era una referencia al Lago Negro -Se justificó.

Lorcan simplemente sonrió.

-En muchas culturas, el negro significa luto.

Ella asintió.

-¿Quién murió?

-Me gusta hablar de ellos por lo que hicieron. No porque murieron. No porque les lloremos -La muchacha se sonrojó. -Como cuando ves a un nacido de muggle con un teléfono móvil en Hogwarts y te dicen que fue una medida que implantó Richard McKing para facilitar la adaptación de sus familias -Añadió con una sonrisa.

Asintió y, rascándose la nuca, se volvió a sumergir en su lectura.

Lorcan Scarmander había acabado agradeciendo la presencia de Serena Cadwallade. Era una calma que nunca había tenido. Un silencio prolongado que le dejaba nadar en su mente sin interrupciones.

Y, por supuesto, Lys había tenido razón. Por supuesto que era inteligente. Más que él, al menos. Algo, realmente, nada sorprendente. Lorcan no era tan inteligente como el mundo pensaba. Era lógico, racional, creativo y trabajador. Y seguir los pasos de Hugo le hacía saber más. Copiar la perspicacia de su hermana le hacían ser buen observador. Y lidiar con el temperamento de Lily lo habían convertido en resolutivo.

-Según lo que Hugo tiene escrito... -Comentó de nuevo. Lorcan detuvo, de nuevo, el movimiento de sus dedos sobre la mesa. -Acabar con Morgana no es el final.

Era el motivo por el que estaba sentado aquel día con ella en uno de los descansos tras el Club de Duelo en el Gran Salón. Su círculo había aceptado que Serena Cadwallade era una buena perspectiva. Aun más cuando habían descubierto su crianza entre los libros de los Archivos del Ministerio de Magia cuyos custodios eran los progenitores de esta.

La tercera generación VIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora