Afrodita [21]

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La chica sonrió y miró al hombre que estaba del otro lado de la habitación, también sonriendo, con las manos en los bolsillos, la cabeza un poco inclinada a la derecha, los ojos gritando amor y la respiración un poco acelerada.

— Te amor, Robert —la sonrisa del hombre ahora mostraba sus perfectos dientes, sus ojos estaban achinados porque la sonrisa quería usar toda la cara; caminó hacia ella, despacio, su sonrisa se perdió pero sus ojos seguían amándola, la tomó de la cara y la besó, tan lento, tan delicado que la chica dió tres pasos hacia atrás chocando con la pared, ese beso estaba quitándole toda el equilibrio y la seguridad, Robert sonrió al ver que la chica perdía la cordura, bajó sus manos lentamente a su cintura y la jaló hacia él, Harriet suspiró al sentir su cuerpo chocando con el de Robert, estaba siendo una experiencia erotica como ninguna otra, claro que había tenido relaciones antes, pero el nivel de excitación que Downey le estaba provocando jamás lo había sentido en su vida, y estaba siendo demasiado para ella.

Comenzó a acariciar el cabello del hombre mientras disfrutaba sus labios y sus manos poco a poco bajando hacia su trasero y dando un ligero apretón, las grandes manos de Robert la hacían imaginar cosas y el hecho de tenerlas ahora sobre su cuerpo le provocaba escalofríos, el hombre volvió a empujarse a ella, presionándola más a la pared, acarició su pierna.

— ¿No tienes clases? —susurró mientras besaba el cuello de Harriet y acariciaba sus muslos.

— Robert —suspiró entrecortadamente—, ¿crees que en este momento me importan una mierda las clases? —Robert sonrió y en un movimiento rápido la levantó y la obligó a que ella rodeara su cintura con sus piernas, el roce de su cadera con la suya lo hizo suspirar. Camino con la chica en brazos y subió las escaleras para ir a su habitación—, Nos vas a matar —dijo mientras él subía.

— Harriet, ¿crees que en este momento me importa una mierda si morimos? —ella sonrió y lo abrazó con fuerza, en verdad amaba a Robert y estar en sus brazos y era lo mejor.

La dejó sobre la cama y se posicionó sobre ella aún besándola, el nerviosismo comenzó a crecer en ella cuando Robert puso su mano debajo de su blusa, su mano estaba fría y la hizo estremecerse, acariciaba su abdomen y ella suspiraba, una sensación comenzó a crecer en su abdomen bajo, una sensación de emoción, nauseas, amor; entrelazó sus piernas en la cadera del hombre y lo atrajo hacia ella. Seguía besándola, ella a él, el calor seguía ahí y crecía cada vez más, esta vez parecía que nada se interponía entre ellos además que la ropa, así que Downey se deshizo de la blusa de la chica, dejándolo frente a su pecho aún cubierto por un sostén gris, sus ojos brillaban, mirando el pecho de la chica, su cara era de maravilla, su cara era de deseo; la chica lo miró y se sonrojó al ver la reacción del mayor, la miró a los ojos, esos ojos de cachorro que ahora eran los de un depredador al acecho, pupilas dilatadas con el objetivo claro, se apoyaba en sus manos arriba de ella, su cara estaba arriba de ella, su cabello tenía un ángulo hacia abajo, su camiseta comenzaba a mirarse holgada por la posición, se deshizo de ella mostrándole el torso desnudo a Harriet.

Perfecto. No había otra palabra en la cabeza de Harriet, Robert no tenía el cuerpo más musculoso del mundo, su cuerpo era un cuerpo totalmente normal. Real. Otra palabra que inundaba su cabeza, Robert era real y eso lo hacía especial y hermoso, él era real y ella era real, dos personas demasiado reales para ser perfectas estaban frente a frente demostrándose con la mirada lo que sentían por el otro.

— No voy a hacer nada que no quieras que haga —dijo él, con miedo en sus ojos, había regresado la mirada del cachorro, ella sonrió y se enderezó un poco hasta alcanzar sus labios.

Mientras lo besaba, ella misma desabrochó su sostén y se deshizo de la prenda, se recostó de nuevo, tomó una de las manos de Robert, y la puso sobre uno de sus pechos, al sentir su tacto suspiró y Downey sonrió como un niño travieso.

El tiempo pasó lento mientras ambos se besaban, Robert podía sentir que ya no estaba tan tranquilo como antes, todo era lento, todo era tierno, todo era sensual, la pasión se sentía en el aire y el sentimiento de que tenía a la mujer en sus brazos lo hacía sonreír.
De un momento a otro la desnudez fue la protagonista, ahora ninguno de los dos tenía prendas, eran sus cuerpos al rojo vivo de la pasión y lujuria, la excitación ahora era imposible de olvidar y el tener el cuerpo del otro haciendo fricción solo les volvía locos.

— Hazlo —susurró la chica en el oído de Robert, y sintió una corriente eléctrica recorrer toda su columna vertebral.

Robert se alejó, la miró en la cama, acelerada y con una mirada de diosa, Afrodita, pensó al verla ahí esperándolo, se puso un preservativo y sentía que sus manos temblaban, estaba nervioso, por primera vez estaba nervioso de estar con una mujer, ella era como una diosa ahí, segura de sí misma, regalándole sus ojos con sed de él, quería ser suficiente para ella, no quería decepcionarla, no quería que ella lo encontrara insuficiente, se acercó a ella, la besó, y poco a poco se unió a ella, la chica gimió y aferró sus manos a la espalda del hombre, él gruñó de placer, estaba en el cielo, estaba en el Olimpo y estaba con una diosa griega debajo de él con los ojos cerrados y disfrutando de sus movimientos, su cadera se encargaba de todo mientras él suspiraba en el cuello de la mujer de ojos celestiales. Seguía moviéndose con lentitud, y ella suspiraba tratando de reprimir su voz.

— Date la vuelta —ordenó Robert y ella obedeció—, buena chica —susurró y se acomodó detrás de ella y volvió a moverse con un poco más de velocidad.

La chica mordió su labio inferior, que Robert hablara así con tanta autoridad sobre ella, podía llegar a su punto más débil, y ahora tenerlo así de esa manera le hacía sentir increíble, sentía que estaba con el hombre más increíble de todo el universo y con el acto sexual ambos sintieron que conectaron de una manera que no habían hecho antes.

Sintió una mano en su cintura que de un momento a otro la giró dejándola de nuevo boca arriba, y observó a Robert, cabello despeinado, casi sin aliento y sus manos tomaban ambos lados de su cintura mientras él se movía y cerraba los ojos del placer, mientras escuchaba sus gruñidos. Ella se aferraba a las sábanas y trataba con todas sus fuerzas no gritar, sintió el extasis llegar a ella poco a poco, volvió a aferrarse a la espalda del hombre y por primera vez miró el moretón que tenía en el hombro, era enorme, el hombre con el bate sí le pegó más feo de lo que se imaginó, pero eso no era lo importante en ese momento, lo importante es que sentía como su cuerpo comenzaba a temblar con cada movimiento que Robert hacía. Sintió como el agarre de las grandes manos del hombre en su cintura era más fuerte, él también estaba llegando al punto máximo del acto, en un par de movimientos más Harriet sintió en todo su cuerpo una sensación de placer inexplicable y segundos después Robert gimió roncamente en el cuello de la chica deteniendo su movimiento, ambos temblaban de la sensación que habían tenido, Robert seguía arriba de ella respirando con dificultad.

— Eres una diosa —la miró y la besó tiernamente para levantarse e ir al baño, no tardó mas de cinco segundos cuando regresó con un rollo de papel y cortó un trozo.

— ¿Qué haces? —preguntó ella mientras él tomaba sus piernas.

— ¿A qué te refieres? —la miró y con él trozo de papel comenzó a limpiar los muslos de la chica—, estoy limpiándote para que no estés incomoda —una vez que terminó regresó al baño y estuvo ahí por menos de un minuto, para después volver y tirarse en la cama, aún desnudo, con ella.

— Eres tan dulce —dijo besándolo, él la tapó con las cobijas y pasó su pierna encima de ella quedando acostado abrazándola, sonrió mientras ella acariciaba su cabello.

La paz que Robert sentía no se asemejaba a nada que hubiera vivido antes, le encantaba estar ahí, le encantaba que ella estuviera ahí, se sentía el hombre más afortunado del mundo

Delgada Línea [Robert Downey Jr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora