Capítulo 3

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Perdió toda la calma que lo caracterizaba y en su mente todo estaba borroso. Había olvidado lo que prometió cuando tenía 8 años, estaba mostrando sus emociones delante de todos, de todos los que le detestaban, de todos los que le temían. Pero necesitaba salir de ahí.

–Tú de aquí no te mueves Patterson. –dijo Vice de forma ofensiva mientras crujía los dedos de su mano.

Cobain se levantó bruscamente, sin apartar su nublada mirada de Vice, se dirigió hacia él tan rápido que este último solo pudo darse cuenta de su presencia al sentir como una mano le rodeaba el cuello. El pelirrojo apenas pudo reaccionar, Cobain lo estaba mirando con el odio más absoluto, como si no le importase lo más mínimo su miserable vida. Vice comenzó a sentir una fuerte presión en la garganta, se estaba asfixiando, lo estaba asfixiando y no parecía tener intención de detenerse. Fue entonces cuando Vice pudo ver un pequeño destello rojizo en los ojos de su agresor y le invadió el pánico.

«Mátale»

Retumbaba incesantemente en la cabeza de Cobain esa palabra, hasta que un fuerte grito la hizo desaparecer al instante. Era ella.
Azul estaba mirándolo con una mueca de horror en el rostro y comenzó a temblar, estaba completamente aterrada. Se acercó a los dos jóvenes, y sujetó el brazo de Cobain que aún estaba enganchando con todas sus fuerzas el cuello de Vice. El chico al sentir la cálida y temblorosa mano de la joven se apartó bruscamente del pelirrojo, el cual comenzó a toser con fuerza y a masajear su dañado cuello, enrojecido.

–Lo siento, yo no... no quería...yo...no sé lo que me ha pasado.

–¡Es un monstruo! –tosió Vice–¡he visto sus ojos rojos!

Cobain comenzó a mirar a todas las personas presentes, todos en silencio, mudos, observó a Vice tirado en el suelo, acababa de perder el equilibrio mientras tosía, su rostro estaba totalmente desencajado, miraba a Cobain como nunca nadie lo había mirado, el terror que se dibujaba en su cara era lo peor que había visto.

–Creo que deberías marcharte– Azul apartó su mirada con decepción. –Pensé que eras mejor que esto.

Esas palabras fueron como puñales para Cobain, no entendía porque había actuado así, su cuerpo se movió solo, esa furia no formaba parte de él, o eso pensaba.
Cobain cerró los ojos y rápidamente se calmó, trató de aparentar que no había escuchado esa última frase y se marchó de la casa con las manos en los bolsillos, enredado en sus pensamientos.

Arlet le había repetido desde muy pequeño que todo lo que aprendiese en los entrenamientos no podría usarlo en contra de los habitantes de Osidia, nunca, jamás. Cobain lo tenía muy claro, aunque muchas veces en su mente desease defenderse de los incesantes abusos y agresiones de sus compañeros, jamás les había puesto una mano encima, ni siquiera les había dado la satisfacción de mostrar sus emociones, de mostrarse débil, triste, o enfurecido.

Cobain salió de esa casa a la que no debería haber entrado nunca, dándole vueltas a lo que acababa de pasar, preguntándose para sí mismo como pudo estrangular a Vice, y lo que era peor, preguntándose como en ese momento deseó que éste dejase de respirar. ¿Realmente Vice vio sus ojos rojos como los de un monstruo? ¿Pensó que Cobain era capaz de matarlo?
El trayecto a casa se le hizo corto ya que había estado todo ese tiempo debatiendo con su mente. Ni siquiera se percató de que estaba nevando y que todas las calles estaban recubiertas por un manto blanco y brillante.

–Ya estoy en casa.

La sala olía a chocolate caliente y a el dulce perfume de Arlet.

–He preparado un poco de chocolate, no podía dormir sabiendo que no estabas en casa– sonrió Arlet acercándose al joven que debido al frío tenía la nariz enrojecida.

Tras la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora