Capítulo 11

334 26 23
                                    

–Está todo preparado, pasarán por la zona norte del bosque de Cicine en menos de tres horas.–rio levemente, estaba forzando su voz en exceso y le dolía la garganta–Ese idiota aún lo lleva.

–Era de esperar, es imposible que pueda quitárselo él solo.

–Tengo los aviones preparados. Esperan ordenes.

–Bien. Envíalos en una hora, Jade se ocupará del resto.

–Sí, señora.

Eiden se giró y se dispuso a marcharse de la oscura habitación pero el enorme portón que tenían como salida se cerró.

–Tenemos que entender todo sobre Cobain...–lo miró con una sonrisa malévola– Si no lo conseguimos de esta forma tendrá que ser por la fuerza ¿entiendes?

–Pero Astrid eso es muy arriesgado...si emplea sus habilidades...no debemos subestimarlo.

–Exacto. Por eso tenemos que estar preparados–le interrumpió la mujer.–Y no te tomes esas confianzas conmigo o te cortaré el cuello.

[...]

Los rayos del sol comenzaron a cegar por unos instantes los ojos de Cobain y debido a sus enormes e hinchadas ojeras apenas podía abrirlos. Necesitó cubrir con sus manos parte de su frente para evitar que aquella fuerte luz siguiese hiriendo sus retinas.
Las nubes invadieron el firmamento, blancas como el algodón aparentaban ser barcos navegando por el cielo, helados, dragones, jirafas y cualquier cosa incomprensible que se le ocurriese a Azul para describirlas.

Vice aún dormía rodeado por la multitud de colores que brindaban las flores del césped, seguramente cuando despertase, la resaca le impediría levantarse y la cabeza le dolería como nunca. Esa noche lograron acabar la botella de vodka y Vice terminó la noche con cerveza en mano.

Cobain decidió encenderse un cigarro mientras preparaba el desayuno, aunque éste, solo consistiese en abrir las bolsas de dulces y chocolatinas que Vice robó en Meridia. Pudo darse cuenta de que apenas quedaba comida para ese día, y pensó en la poca gracia que le haría tener que alimentarse otra vez de los animales que Azul cazaba, aunque los cocinasen de cualquier manera en la hoguera, seguían manteniendo un sabor horrible a sangre y era bastante difícil eliminar por completo el hedor a muerte que a Cobain siempre le producía arcadas.
Deberían haber ocupado el espacio de las botellas de alcohol de Vice en algo más nutritivo.

–¿Qué haces Coby?–Azul acababa de aparecer detrás de él.

«Vaya pregunta más tonta»pensó el joven algo molesto. Azul podía ver y entender perfectamente lo que Cobain estaba haciendo, y era inevitable pensar que ella decía esas cosas simplemente para fastidiarle, o lo que era peor, para dar pie a una conversación.

–Oye a las personas se las contesta cuando te hablan–musitó la joven despectivamente.

–¿Y que quieres que te conteste a eso Azul?

Ella simplemente sonrió con ternura y se quedó en silencio observándolo.

–Me gusta como suena mi nombre con tu voz.

«¿Pero que cojones? A qué diablos ha venido ese comentario»
Su corazón parecía que se le iba a salir del pecho. No se sentía capaz de mirar a Azul, no podía, simplemente no podía. ¿Porque se ruborizaba? Odiaba parecer así de imbecil delante de ella, odiaba lo que esa chica le hacía sentir.

Cobain observó que Azul estaba acercando su cuerpo hacia él, pero le resultaba imposible mirarla a los ojos, estaba completamente avergonzado.
La joven estiró uno de sus brazos, sujetó la bolsa de chocolatinas que acababa de abrir el joven, partió un trozo de una de las barritas de chocolate y se lo llevó a la boca para después marcharse con una sonrisa.

–Así que tienes que hablar algo más de vez en cuando–se despidió ella.

«Soy un idiota» pensó Cobain, su mente se nubló por un instante, ver los rebeldes mechones rubios de Azul enredándose tras su espalda, mientras ésta se alejaba del muchacho le hizo sentirse aún más imbecil «¿Qué coño me pasa?»

Iniciaron su ruta diaria en busca del misterioso padre de Cobain, ya que era lo único que podían hacer, aunque ni siquiera sabían por donde empezar a buscar. No tenían ninguna pista de sus paradero. Caminaron durante varias horas sin descanso, únicamente acompañados de los fuertes rayos del sol, haciéndoles sudar como un día de verano. Los dos enamorados caminaron delante de Cobain durante todo el trayecto, hablando sobre sus amigos y sobre las increíbles anécdotas de Vice en las fiestas del instituto, Azul también contaba cómo entrenó desde que era pequeña con su padre para llegar a ser una deportista de élite en tiro con arco y como podría haber llegado a las Olimpiadas.

Cobain seguía dándole vueltas a lo ocurrido esa mañana. Era imposible que se estuviese encariñando de esa manera con ellos, pero sobre todo con Azul.

–Chicos–Cobain se paró en seco, con los ojos completamente abiertos y sin apartar la mirada del suelo. Los dos enamorados estaban tan concentrados en su alegre conversación que apenas escucharon la débil voz del joven–Creo que deberíamos separarnos.–repuso con un hilo de voz.

Vice y Azul parecieron no escucharle y continuaron caminando tan sonrientes como antes.

–¡Porque habláis de todo aquello como si nada hubiese pasado!–alzó la voz Cobain–¡Están muertos joder! ¡Están todos muertos!–La pareja se giró para mirar a Cobain, sus rostros estaban completamente desencajados, Vice ni siquiera pudo ocultar las lágrimas que se comenzaron a acumular en sus pequeños ojos pardos–¡Me da asco que actuéis así!

Azul rodeó con sus brazos el torso de su novio, el cual, había comenzado a llorar desconsolado y el rostro de la joven se tornó frío y desafiante. Cobain también había perdido toda la calma que lo definía y correspondió la mirada de asco que le estaba regalando Azul.

–¿Porque eres así? ¿Porque te comportas como un gilipollas?–Azul comenzó a limpiar con delicadeza las lágrimas de su novio, que, acababa de ocultar el rostro entre sus temblorosas manos.

–¡Me ponéis enfermo!–mintió.

Necesitaba alejarse de esos chicos cuanto antes. Aquellos sentimientos que últimamente estaba experimentando le aterraban sobremanera. No podía asimilar aquellas emociones y pensamientos que tenía hacía ambos chicos. No podía evitar sonreír a escondidas cuando recordaba alguna de sus cenas tan entretenidas y llenas de vida. Estaba descubriendo que en su interior no existía esa rigidez y ese odio hacia todo lo que le rodeaba. Comenzaba a sentir y cada vez de una forma más fuerte.
La única manera que se le ocurrió para que pudiese separarse de ellos era gritarles y hacerles ver que en realidad él era esa persona tan horrible que habían odiado en Osidia. Porque él era eso, alguien a quien odiar.

–¡Eres un inmaduro!–Azul comenzó a alzar la voz tratando de igualar los gritos de Cobain.–¡No eres el único que sufre! ¡Nosotros sabemos tan bien como tú lo que pasó en Osidia!-trató de encararse al joven que ahora estaba apretando los puños de la rabia–¿Pero enserio tenemos que estar igual de amargados que tú? ¿De verdad no podemos tener ni un puto momento alegre?

Cobain aún no apartaba la mirada de los cristalizados y enrojecidos ojos de la joven, pero no respondió. Azul al ver que sus palabras ni siquiera provocaron una mueca en el rostro del muchacho, repleta de ira le propinó una sonora bofetada. El cuello de Cobain se torció tras el impacto, la desmesurada fuerza de Azul era evidente, pero, aunque aquel golpe le doliese, volvió a fijar su mirada en ella.

–Creo que ha llegado el momento de separarnos.–repitió ahora tajante.

Tras la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora