Capítulo 40

113 16 22
                                    

–¡Deberá estar ahí ahora! Rápido chicos.–gritó sofocado Ian. El traje térmico más bien molestaba si no había hecho más que correr desde que supo la estúpida idea de Cobain.

Cuando llegaron a la puerta del edificio, dos enormes hombres trajeados la custodiaban. Al verlos apuntaron sus armas sin titubear pero Ian ya estaba preparado para derribarlos. Se acercó hacia ellos sin temer por las balas y los estrelló contra la pared. Cuando sacó su metralleta y los apuntó para acabar con sus vidas, Azul gritó.

–¡No es necesario que los mates! Ya están inconscientes.

–Prefiero asegurarme rubia. –ella apretó su arco entre las manos. –Me llevaré a Cobain a rastras si hace falta. No permitiré que vuelvan a hacerle daño.– Y justo cuando el cisne terminó de decir la frase, Azul saco varias flechas y con una rapidez feroz tensó la cuerda de su arco y las disparó en los brazos de esos hombres.

Ian no pudo disimular la sorpresa al ver la determinación de la joven.

–Nosotros tampoco permitiremos que le hagan daño. Pero no morirán personas innecesariamente.–miró a los hombres que acababa de disparar.–No creo que puedan arrancárselas tan fácilmente.

Tras decirlo, continuó caminando y los dos muchachos la siguieron con completa admiración, Vice por sus palabras e Ian por su destreza con el arco.

–¿Sabes que esos hombres te habrían matado sin dudarlo verdad?–el cisne estaba serio y con la mirada al frente.

–Lo se. Pero yo no soy ellos. Si puedo evitar...

–Si no eres capaz de ser igual de sucio e inhumano que tu oponente, estás muerta.–suspiró, pero pronto recordó que esa misma frase se la había dicho muchas veces William y quiso olvidar que habían salido de su boca.

[...]

Tenía todos sus sentidos agudizados y por ello escuchó los disparos huecos de Ian. Suspiró con preocupación al confirmar que Vice no había podido cumplir su palabra, o más bien que no había conseguido retener a Ian y Azul.

Aunque supiese que eso ocurriría, aunque lo hubiera tratado de evitar, tenía la certeza de que habría sido imposible de todos modos. Todos ellos eran esclavos del tiempo. Lo que temía Cobain era lo que ocurriría tras esto.

Astrid lo miró y al instante entendió que sus amigos venían en su ayuda. La habilidad que más atemorizaba a Astrid era esa, la capacidad de poder agudizar todos sus sentidos, pero estaba muy equivocada. La que verdaderamente debía temer era la psíquica, sus visiones al pasado y futuro. Los trances. Justo la que aún ella no conocía.

–Malditos niñatos.–suspiró.–como no te decidas ya, todos vosotros y Scilla desapareceréis.–señaló al cielo completamente fascinada por su amenaza. Casi apenas era visible el enorme avión militar que sobrevolaba por encima de las nubes. Pero Cobain lo vio a la perfección. Y también lo que portaba.–Es uno de nuestros últimos inventos, un misil con la misma potencia de una bomba atómica, capaz de destruir un país entero.

Cobain se mantuvo en el sitio sin mover un solo dedo y comenzó a contar en su mente un minuto exacto. Y justo cuando pensó que se retrasarían, el portón de la sala se desplomó ante ellos. Azul y Vice corrieron en busca de su amigo, Cobain miró con descontento al pelirrojo y él, solo se encogió de hombros arrepentido.

–¿No eras tú el que temías que te hicieran daño y por ello querías alejarte de nosotros?–le chilló Azul enfurecida.

–Sí.

–¿No eras tú el que no podía confiar en nadie porque todos acabarían de alguna forma traicionándote?

–Sí, pero vosotros sois la excepción.

Tras la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora