Capítulo 23

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Cobain agitaba con furia sus mechones azabache y mordía sus uñas nervioso. Azul se encontraba a pocos metros de él con la mirada perdida. Sus ojos estaban llorosos y sus labios se curvaban hacia abajo como si a cada segundo que pasara pudiese romperse a llorar.

–¿Porqué estáis tan callados?–preguntó Dorthe mientras caminaba hacia ellos con una botella de ginebra en la mano y un cigarrillo en sus labios–Traigo algo para aliviar ese estrés.

–¿Vamos a emborracharnos mientras Vice está a saber donde y todo Atria está muriendo?–dijo sarcástico Cobain mientras se cruzaba de brazos.

–Exacto–chasqueó sus dedos con una sonrisa y se tumbó en el sofá de la sala.–Empezaré dando el primer sorbo.

Azul se acercó a Dorthe sin pronunciar palabra, la cual no tardó en ofrecerle la botella sin desdibujar la sonrisa pícara en su rostro. La rubia la cogió, preparó sus nervios para el choque y dio un largo trago que provocó que sus mofletes se tornaran de un color rojizo.

Cobain hizo una mueca y suspiró con fuerza, sabía que Azul estaba herida por todo lo sucedido. Su único apoyo en ese tiempo ahora era un completo mentiroso y lo que estaba ocurriendo en Atria le hacía revivir una y otra vez experiencias y recuerdos que preferiría no recordar. Si ella quería beber y olvidar por un momento su horrible situación ¿quién era Cobain para negárselo?.

En cambio, él no podía dejar de lado lo que había ocurrido, trató de ponerse en la situación de Vice con todas sus fuerzas ¿si su vida hubiese corrido peligro él también habría vendido al pelirrojo? Siempre lo había odiado, lo quiso bien lejos de él y le importaba muy poco lo que pasase en su vida en un pasado. Pero no, el nunca lo hubiese dejado a su suerte y por eso ahora se sentía culpable de haberlo echado. Solo podía desear que Vice no hubiese tenido problemas en aquellas frías calles, pero con lo impulsivo que era, aquello no podía ser del todo descabellado.

Tras unos cuantos minutos, Dorthe activó con la voz unos enormes altavoces que rodeaban toda la habitación. Comenzaron a escuchar los berridos de un hombre ronco y los chillidos de varios instrumentos musicales. Aquella música infernal empezó a retumbar por toda la sala y seguramente también se escucharía por toda la calle.

Ambas muchachas comenzaron a bailar al son de la música y a reír sin parar, Azul se subió a la mesa y mientras Dorthe daba palmas, empezó a menear sus caderas a la perfección. Se terminaron la botella y se dirigieron a la cocina entre risas en busca de una nueva.

–¡Ven a bailar Coby!

Cobain se mantuvo al margen de ese extraño numerito, detestaba bailar y todo lo que tuviese que ver con fiestas, así que solo pudo quedarse mirando el espectáculo mientras se encendía varios cigarros.

Pero de un momento a otro Azul le sujetó del brazo y lo empujó al centro del salón. El muchacho se quedó paralizado cuando ella empezó a bailar muy pegada a su pecho. Trató de dar un paso atrás pero Azul lo sostenía con fuerza, tal vez para que ella no perdiese el equilibrio. La joven suspiraba en el cuello de Cobain sin dejar espacio personal alguno. Dorthe se tumbó en un sillón derrotada y se encendió un nuevo cigarro, pero en pocos segundos se quedó completamente dormida.

Azul miraba a Cobain en la oscuridad de la noche. No apartaba sus ojos de él, recorrían todo su cuerpo, observaba por algunos segundos sus ojos grises, su mandíbula y su clavícula. Se detuvo en sus labios un largo rato, eran finos y rosados, aparentaban ser de porcelana y tenían pinta de saber bien.

–¿Sabes Cobain? No eres guapísimo para nada.–dijo con dificultad.

–Como si me importase lo más mínimo el físico.–respondió él sin expresión alguna en su rostro.

Tras la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora