Capítulo 14

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–No se Ian, el tío está bastante grave–comenzó a reír de una forma casi neurótica–¿Si se muere podría guardarme alguno de sus dedos? Los estoy coleccionando.–sonrío sombríamente y se relamió el labio inferior rozando lo enfermizo.

–Joder Lago, eso es repugnante.–realizó una mueca de asco pero siguió caminado–Si ese chico muere seguramente Cobain no nos lo perdonará en la vida, necesitamos que confíe en nosotros.

Ambos jóvenes caminaban por un largo pasillo blanco que parecía no tener final. Lago iba dando saltitos y de vez en cuando reía por lo bajo sin motivo alguno. Ian movía las caderas casi bailando, pero no de forma exagerada, es más, esa elegancia resultaría realmente sensual para cualquiera que lo mirase.

–"El Oso" le hará confiar, deja de preocuparte innecesariamente.–Tras esas palabras entraron en la única habitación de aquel pasillo, de donde provenían unos estridentes pitidos, sonidos como los de las máquinas de un hospital.

[...]

Cobain perdió la noción del tiempo en aquella pequeña habitación claustrofóbica, creía que había estado tumbado en aquella cama durante cuatro días, ya que estuvo contando las veces que la pequeña mujer de bata blanca le traía el desayuno, comida y cena. Aquella comida estaba asquerosa, prefería mil veces las malditas chocolatinas de Vice o los conejos muertos de Azul. Por lo menos aquellos alimentos no estaban insípidos, tenían algún tipo de sabor aunque fuese horrible, pero lo tenían.

Durante esos días pudo apreciar la rápida mejoría en su piel, las quemaduras de su cuerpo ya apenas eran perceptibles, pero aún le seguían doliendo los huesos soberanamente. Aunque, aquello no le impidió tratar de escaparse más de diez veces, intentar, sí, porque con un simple movimiento para levantarse de esa cama varías personas volvían a aparecer para retenerlo o tumbarlo en ella. Esa maldita cámara que lo miraba no lo dejaba en paz.

La mujer de enormes gafas ni siquiera le miraba a la cara y mucho menos le dirigía la palabra. Esas acciones le resultaban realmente familiares, su forma de actuar era muy similar a la de sus vecinos en Osidia cuando lo veían. Aunque sí tenía que elegir prefería que aquella mujer siguiese sin hablarlo.
Ian no volvió a pasear su estilizado cuerpo por aquella habitación y mucho menos pudo saber del paradero de sus amigos. Necesitaba ir a buscarlos, necesitaba saber que Vice y Azul estaban a salvo. Pero esa maldita cámara no lo dejaba ni respirar.

Con la única persona que pudo hablar fue con aquel fornido hombre trajeado. Aparecía en su habitación muchas veces de improvisto y se sentaba a los pies de su cama con aquella sonrisa tan afable. A veces hablaba sobre lo mucho que le gustaba la comida–en eso coincidía con Cobain–y de los manjares que había probado a lo largo de su vida, otras veces solo le sonreía estúpidamente. Cobain trató de preguntarle por sus compañeros pero no obtuvo respuesta, aquel hombre solo hablaba de platos Gourmet, carne y postres de todo tipo, así que trató de ignorarlo como pudo, como siempre hacía, pero le resultaba bastante difícil no prestar atención a sus monólogos, contaba cada historia de una manera realmente entretenida y sus expresiones faciales y movimientos con las manos eran bastante graciosos. Era un tío muy campechano y sociable, sencillamente era muy agradable su presencia.

–No voy a comer.–se cruzo de brazos y apartó su mirada despectivamente.

La mujer de enormes gafas que estaba tratando de acercarle una cuchara, en cuyo interior parecía descansar una especie de pasta gris realmente desagradable, frunció el ceño y volvió a dejarla en el plato.

–Tampoco voy a ducharme, no hasta que me digáis donde están mis amigos y por supuesto llevarme con ellos.

–"El Oso" no me permite responderte.–comentó neutra colocándose las gafas como si fuese un tic nervioso.

Tras la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora