Capítulo 22

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Lo primero que vi al despertar fue el hermoso rostro de mi novia. Me acomodé mejor en la cama, de modo que quedé de costado a ella. Su corta cabellera estaba húmeda, por lo que supuse recién se había duchado. Lisa me miraba sin ninguna expresión en su rostro, sus ojos estaban hinchados y tenía grandes ojeras. 

-¿No vas a decir nada?- preguntó entristecida. 

-Me duele la cabeza.- fue lo único que pude decir. Me senté lentamente en la cama bajo la atenta mirada de la tailandesa, retiré mi cabello de mi rostro, pero gemí adolorida en cuanto mis manos hicieron contacto con mi cabello. Dirigí mi vista a mis nudillos y me sorprendí al verlos inflamados, los colores rosa y morado se mezclaban entre sí, dándole un feo aspecto a las heridas.- ¿Qué pasó?- pregunté aún adolorida, puesto que se me ocurrió la gran idea de tocar las heridas. 

-Es lo que quisiera saber.- con mucho cuidado, tomó mis manos y las limpió con un pañito húmedo.- Hoy llegaste muy ebria.- dijo sin mirarme.- Estuvimos esperando toda la maldita tarde para que aparecieras, pero no lo hiciste hasta que fueron la una de la mañana.- su tacto cuidadoso se había esfumado, ahora limpiaba mis heridas con brusquedad. Quise detenerla al instante, pero dejé que siguiera, aún sintiendo como iba ejerciendo más fuerza sobre la zona lastimada. 

-Amor me estás lastimando.- chillé adolorida, pero a ella no pareció importarle.- Lisa.- volví a llamar. Tomé sus manos, teniendo cuidado de que mis heridas no rozaran con su piel.

-Creímos que te había sucedido algo malo.- susurró.

-Lo siento.

-Christian y Jung salieron a buscarte por todas partes. Estábamos tan preocupados, que ni siquiera nos importó si alguien nos reconocía.- dejó el paquete de toallitas húmedas en la mesita de noche y de su bolsillo sacó dos pastillas.- Tómalas, te ayudará con la resaca.- miré dudosa las pastillas, aún así me las terminé tomando. 

-Gracias.

-Le diré a tu hermana que ya despertaste.- se levantó de la cama y caminó directo a la salida de mi habitación.

Después de lo que sucedió en el hospital, no me sentía muy bien, y lo último que quería era ir a casa. Debo aceptar que me perdí después de haber caminado por un largo tiempo por las frías calles de Dallas, caminé durante un largo tiempo por unas calles que nunca había visto. Estaba tan agotada que lo único que quería era sentarme, así que para mi suerte, encontré una plaza donde habían varios niños jugando con sus padres. Estaba tan dolida, que ni siquiera me percaté de lo rápido que se había pasado la hora. Cuando vi la hora en mi teléfono me sorprendí, iban a dar las ocho de la noche, por lo que supe que había estado en aquel hermoso parque alrededor de cuatro horas. Mientras pensaba en el camino, me encontré con un pequeño bar, por lo que decidí entrar a este y me sorprendí al no encontrar a mucha gente en el local. Luego de eso recuerdo haber bebido casi una botella de whisky, también recuerdo haberle gritado a mi reflejo en el espejo del baño, pero esto no me ayudó a sentirme mejor. Recuerdo que un hombre se me acercó y me pidió que pasara el rato con él, pero no acepté por dos razones. La número uno era porque estaba completamente ebria y ese señor con su mirada me daba a entender que no sólo quería beber un par de tragos conmigo, y la segunda porque tenía una novia a la que debía respetar. Después de eso recuerdo haber pedido más whisky y luego él señor del bar me pidió que fuese a casa. 

-Parece que tu hermana ya se fue a trabajar, no la encuentro por ningún lado.- Lisa se sentó a mi costado y suspiró con pesadez, sabía que estaba enojada conmigo y lo entendía. 

-¿Estás enojada?- pregunté, Lisa frunció el ceño y negó.

-No estoy enojada. 

-Entonces ¿Por qué me hablas así?- pregunté entristecida, la peligris volvió a suspirar con pesadez para después mirar un punto muerto en la habitación. 

Para siempre, Mi primer gran amor  (Lisa y tú) (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora