Epílogo

1.6K 90 48
                                    


Dos años después


-Veinticinco minutos.- avisó Susana, asomando su cabeza por la puerta de mi camerino.

-¿Mami?- dejé la brocha en el tocador y me acerqué al pequeño ser de ojos verdes, quien miraba intrigado a todos lados en busca de su madre.

-Hola mi amor ¿Buscas a mami?- le pregunté tomándolo en brazos. Matteo llevó sus manitas regordetas a mi cabello y tiró de este confundido.

-Tía, ete no es tuyo.- sonreí embobada al verlo y llené su rostro de besos, escuchando sus hermosas carcajadas en el proceso.

-¿Recuerdas cuando viste mi cabello azul?- le pregunté y él asintió.- Este es igual, solo que ahora es rosa.- dije dejándolo sentado junto a Lily, quien dormía plácidamente hasta que Matteo la tomó en brazos.

-Lily tene mucho pelo tía.- dijo acariciando el pelaje blanco de mi gata. La puerta de la habitación se abrió y por esta ingresaron Cecilia y Christian, quienes al parecer conversaban muy a gusto.

-Hola mi amor.- Matteo corrió hacia su madre y la abrazó por las piernas.- Ven aquí hombrecito.- el pequeño estiró sus bracitos y Cecilia de inmediato lo cargo.- ¿Dormiste bien?- le preguntó y él negó.

-¿Ah no?- pregunté confundida, ya que el pequeño ni bien había dejado de jugar con la pobre Lily se había quedado más de media hora dormido.

-No, tía _____ hace mucho rido.- respondió este inflando sus mejillas regordetas.

-¿Tía ______ no te dejó dormir?- preguntó mi hermana burlona.

-Ujum, ella hace mucho mimimimimi, mami.- contó, haciéndonos reír a los tres.

-Estaba calentando.- dije entre risas.

En estos dos años habían sucedido un sin fin de cosas, entre ellas la llegada de nuestro pequeño Matteo. El parto de Cecilia había sido complicado, puesto a que su presión se había disparado y los doctores tenían miedo de colocarle el medicamento para poder realizarle la cesárea, por lo que tuvieron que esperar a que el medicamento que le habían administrado le bajara la presión. Ese día creí que algo malo pasaría, pero gracias a Dios todo salió bien. Dos horas después, pude escuchar el llanto de Matteo y lloré como nunca cuando lo vi en una pequeña cunita junto a los otros bebés. Era el bebé más hermoso que había visto, en definitiva había heredado los rasgos de mi hermana. Matteo era una versión miniatura de ella. Dos meses después habíamos decidido internar a papá en Alcohólicos y Anónimos, este de alguna manera no se había negado, sino que aceptó y prometió estar bien para cuando saliera de rehabilitación. Después de estar un año internado, por fin se había limpiado del alcohol. Poco tiempo después decidí comprar un departamento más grande en California, por obvias razones me llevé a Cecilia conmigo y ahora mi hermana trabajaba como parte de mi equipo de producción. Papá, Cecilia, Matteo y yo vivíamos felices y todos los días hacíamos un gran esfuerzo por reforzar día a día nuestra relación como familia. En tanto a mí, estaba muy agradecida con la vida por todo lo que me había dado. Hace un año que publiqué un nuevo álbum, también había colaborado con un sin fin de artistas, sin contar que ahora era embajadora de una de las marcas más importantes de la moda, Balenciaga. De vez en cuando modelaba para otras marcas, como también patrocinaba algunas marcas de comida y maquillaje. No podía quejarme de nada, tenía todo lo que un día soñé. En tanto a mi vida personal, era un tema un tanto delicado para mí, ya que aún no podía sacarme de la cabeza a cierta tailandesa de ojos avellana, que aquella fría noche de Enero juró amarme por siempre. Lisa había aceptado mi acuerdo de tomar distancia hasta que por fin estuviera lista para estar conmigo, pero eso ya le había tomado más de dos años y la verdad es que ya me estaba dando miedo aquello. Cada día que pasaba recordaba con nostalgia todo aquello que habíamos compartido, he incluso recordaba con frecuencia la última noche que compartimos en su habitación.



Para siempre, Mi primer gran amor  (Lisa y tú) (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora