V. El cobertizo

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¿Cuál es el punto de jugar con fuego si no vas a quemarte?

Qué soberbio había sido, no dejaba de darle vueltas a sus propias palabras mientras miraba el techo. ¿Por qué había dicho eso? ¿Desde cuándo las confesiones escapaban de sus labios con la facilidad con la que lo hacían sus amenazas? Debería levantarse, llevaba despierto el mismo par de horas que había durado esa sesión de estudio con Darrell Bloom el día anterior.

Ambos se vieron obligados a quitarse la máscara que cargaban todos los días, enfrentando las ganas que tenían de destrozar al otro por motivos completamente distintos. Dorian se encontraba cautivado por el entretenimiento que le habían otorgado en bandeja de plata, a manos llenas para disfrutarlo en cada clase que compartían juntos, aunque eran demasiado inteligentes para dejarse llevar por el instinto, así que suponía que todos los trabajos que tenían pendientes serían el siguiente detonante para que ocurriera algo.

No sabía qué esperaba, ni qué era lo que quería, pero moría por averiguarlo todos los días. Ser consciente de ello lo llevó a pasarse ambas manos por la cara mientras sonreía... qué divertido había sido eso. Sin embargo, cuando Estefan y su hermano mayor se enterasen de que Darrell estaba en Hamilton... no, la idea le parecía emocionante, pero no lo permitiría. Por ahora lo mejor era pretender que debía iniciar su día normal, sin recordar las ganas que tenía de llegar a clases para molestar a Bloom.

Cada mañana lo despertaba la prisa de unos pesados pasos que provenían del corredor, así que se preguntaba si el esfuerzo de poner una alarma se había convertido en un ritual carente de sentido, creía que por fin había cedido a la realidad del alma vieja que solo hacía las cosas por costumbre. El perro estaba de acuerdo con el dilema, él tampoco sabía por qué aún llevaba dos juguetes a la habitación si dormía únicamente con su dueño. Costumbres, extrañas y eternas costumbres.

Era parte del ritual despertar con alguna sorpresa o algún desastre, el de ese día fue digno de un funeral: Sus audífonos fueron víctimas de su incapacidad para quedarse quieto al dormir, así que emprendieron una caída al suicidio y decidieron separarse del cable que los unía. Suspiró con algo de lástima, eran sus favoritos, pero debía conseguirse unos inalámbricos si quería dejar de gastar su dinero en ellos, a Estefan no le hacía feliz ver compras constantes de lo mismo. Se detuvo tranquilamente a examinarlos mientras escuchaba a su hermano corriendo con prisa por el pasillo, apostaba su brazo izquierdo a que nuevamente se había atrasado en su entrenamiento matutino. La vida de un deportista le parecía casi miserable, aún no comprendía cómo es que Dominic la disfrutaba.

En cambio, para él la mañana era tan fácil como preocuparse por entrar y salir de la ducha, peinándose apenas lo suficiente ese cabello azabache que se ondulaba más de lo que estaba dispuesto a demostrar en público, mientras su enorme perro negro observaba tendido de espaldas en la alfombra, siguiéndolo con la mirada al vestirse y levantándose solo cuando era hora de bajar las escaleras como si el demonio bajo la cama estuviese persiguiéndolos. Quizá porque les encantaba escuchar que alguien se quejaba al respecto.

—Dorian, no corras en las escaleras —escuchó desde el comedor, acompañado del aroma a café y tocino que lo guiaron instintivamente.

En esa mesa que lucía un desayuno debidamente servido para tres personas, el asiento en la cabecera lo ocupaba un hombre rubio que vestía formalmente una camisa azul de botones, lucía tan costosa como él y estaba concentrado en algún artículo médico que leía en una tableta electrónica. Dorian se acercó a sus espaldas, abrazándolo sobre los hombros mientras leía por encima para ver si algo captaba su interés.

—Buenos días, Estefan —ahora que podía escucharse a sí mismo, notaba su propio cansancio—. ¿Quién hizo el desayuno?

—Buenos días, fue el turno de tu hermano —el rubio alzó la mano libre para acariciar el cabello de Dorian hasta que éste estuviera satisfecho—. ¿Dormiste bien?

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora