II. El golpe de la casualidad

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—¡Darrell, espera! —dijo Bruce por cuarta o quinta vez al tratar de seguirle el paso, pero Bloom cruzó rápidamente por los pasillos hasta desaparecer tras la puerta del baño de hombres. 

Hudson maldijo entre dientes al entrar con un portazo, viendo a Darrell desaparecer en uno de los cubículos acompañado de unas horribles arcadas con las que pretendía sacarse el estómago porque aún no tenía nada en él. Un chico trató de entrar al baño, pero el enorme cuerpo de Bruce fue un muro lo suficientemente alto y aterrador para retroceder.

—¡Largo de aquí, imbécil!

Tras el desagradable momento, verificó que el resto del lugar estuviera vacío y volvió la mirada al espejo mientras esperaba. Apenas ahora se daba cuenta de que su rostro había perdido completamente el color y su frente sudaba frío. No podía creerlo... los hermanos Byron ahora estaban en la misma universidad. ¡Y los recordaban, los conocían! Bruce solo los vio una maldita vez y ellos ya lo miraban como si lo conocieran hasta el último centímetro... justo... justo como lo hacía el profesor.

El recuerdo le erizó la piel, demonios, ahora él también quería vomitar.

No quería imaginarse lo que estaba pasando por la mente de Darrell, si él que recibió lecciones "normales" de ese profesor aún sentía el temblor en las manos al recordarlo, Bloom debía estar... en el fondo de todo aquello que pudiese considerar aterrador.

Cuando el rubio por fin salió, Bruce se hizo a un lado y lo miró mientras se lavaba la cara por un largo tiempo. No sabía qué decir, ni qué hacer, ¿cómo se lidiaba con algo así? ¿Su trabajo era únicamente verlo romperse? Un maldito año y no veía una sola mejora.

—Darrell-...

—Cuando vetaron el apellido de Byron... no había comprendido que los incluyeron a ellos... por eso no entraron a Haverville —lo interrumpió, con la voz ronca mientras se miraba en el espejo, murmurando para sí mismo con el rostro mojado y la llave del grifo abierto—. ¿De dónde salieron...?

—¿Qué-...? ¿De qué hablas...?

—Nada de esto tiene sentido —dijo mirándolo a través del reflejo—. ¿Y si ellos son la razón por la que el profesor Byron ocultaba todo...? Ni siquiera después de ser expulsados supimos su nombre o qué era lo que le debía a la universidad para permanecer en ella incluso después de revelar todo lo que hizo.

Bruce negó inmediatamente con la cabeza, incapaz de volver a cerrar la boca por lo sorprendido que estaba, sus brazos cayeron laxos a los costados de su cuerpo.

—Darrell... por dios, nos expulsaron precisamente por tratar de encontrar esas jodidas respuestas... ¿por qué no puedes dejarlo ir? —cuestionó preocupado, a diferencia de él, Bruce sí trataba de olvidar todo lo que había ocurrido en Haverville.

—¿Y sentarme a esperar por el momento en el que decidan hacerme algo esos dos? —señaló, enderezándose para masajearse el cuello—. Preferiría que me incineraran vivo.

—No digas esas estupideces —se quejó su amigo, se sentía perturbado cuando hacía esas comparaciones tan a la ligera.

—No tengo nada que perder y no puedo vivir en paz hasta que vea a Byron pagar por toda su mierda —Darrell volvió a lavarse las manos, el solo recordarlo lo hizo sentirse asqueado—. Tengo que sacar algún provecho de tener a esos dos en el mismo lugar.

—¡Ni siquiera fuimos capaces de movernos cuando los vimos!

—Tal vez, pero a mí no me importa quebrar lo que queda de mi estabilidad mental en el intento —respondió en el mismo tono desafiante—. Si de cualquier manera me iré al infierno, por lo menos los arrastraré conmigo.

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora