XLVII. Un cambio más

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En la lista de cambios abruptos en la vida de Darrell Bloom, medio año parecía una crueldad en comparación a la vida que había llevado tras ello, así que ese nuevo departamento era lo más inofensivo que le había ocurrido en ese pequeño lapso

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En la lista de cambios abruptos en la vida de Darrell Bloom, medio año parecía una crueldad en comparación a la vida que había llevado tras ello, así que ese nuevo departamento era lo más inofensivo que le había ocurrido en ese pequeño lapso. Lo único que consideró importante cuando su madre insistió en elegirlo fue que las mascotas estuviesen permitidas y que ella viviría en el mismo edificio, el resto le parecía un agregado en el que todo lo que había eran ganancias. No tenía muchas pertenencias, ni tuvo que hacerse cargo de grandes mudanzas, pero tener la libertad de elegir cómo amueblarlo y tenerlo listo para sí mismo fue algo abrumador, para su sorpresa, la libertad no era tan sencilla cuando mucho tiempo había vivido bajo la sombra de su captor. Ahora que no se aferraba a lo políticamente correcto, ni esperaba detrás de su cabeza la voz de su madrastra para recordarle que era un bastardo sin corazón que debía mantener las apariencias, se preguntaba qué debía hacer con lo que quedaba de sí mismo, si es que algo en todo eso lo había hecho él.

Su madre hablaba por teléfono en la terraza, estaban en el tercer piso y la vista era lo que más adoraba, los enormes ventanales sin barrotes se sentían como la prueba fidedigna de haber escapado de su propia jaula. Él y Dorian llevaban un rato quitándoles el plástico a los muebles nuevos, conversaban por encima de esa playlist de mierda que estaba de fondo, se había convertido en el pasatiempo favorito de Darrell criticarla incluso cuando había perdido por completo el odio que le tenía, era una costumbre entre ellos que incluso la sabandija conocía; por otro lado, el gato vivía el mejor momento de su vida explorando una planta en la que las puertas no estaban cerradas, ni había alguien siseándole que se escondiese, aunque brincase por el más mínimo estruendo. A Darrell le recordaba un poco a Haverville Rogers por la forma en la que estaba distribuido, no había puertas que dividiesen la sala de la cocina y el comedor, pero sí las había para las habitaciones privadas y el lugar era lo suficientemente grande para que una sola persona viviese con demasiadas comodidades. Ese no era el plan, por su puesto, primero porque su madre quería pasar un tiempo con él... segundo, porque su novio no planeaba dejarlo.

El almuerzo consistió en comida rápida que dejaron atrás para dejar listo el lugar esa noche bajo un arreglo ligeramente complejo. Giselle y Darrell estuvieron de acuerdo con que era imposible recuperar el tiempo perdido con vidas que habían sido tan separadas y diferentes, una parte de ellos era consciente de que quizá vivir juntos podría ser contraproducente para una relación tan fuerte, pues a pesar de que se amaban, sus costumbres eran extrañas para el otro y Darrell admitía que hacía mucho que prefería estar solo. Sin embargo, aquello no les impidió idear una forma de acercarse, con su madre viviendo en el mismo edificio en un piso diferente y con la intención de pasar días en la habitación libre del departamento de su hijo, lucía como el acuerdo perfecto para ir a pasos seguros hacia lo que realmente querían mientras Darrell trataba de liberarse a sí mismo de la carga que había dejado atrás. Cuidar su mente no sería tan fácil como ordenar los muebles, le gustaría arrojar los traumas con la misma facilidad que algunos discos rotos y viejos, pero aquella estaba lejos de ser la realidad y llevaba días descubriendo que tenía otros nuevos.

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