IX. Lazos

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Dorian estaba cansado de simular que podía concentrarse en las teclas bajo sus dedos o en la información en su pantalla, furtivamente alzó la vista para encontrarse con esa cabellera rubia tan apacible, adornando un rostro con el entrecejo fruncido que miraba discretamente hacia las ventanas y puertas del lugar. La orden había sido muy simple y para comprenderlo ni siquiera debía explicarse, pero ahí estaba, sintiendo que estaba dando pasos hacia algo que eventualmente lo pondría en peligro. ¿Por qué ayudaba a Bloom? Entretenimiento, claramente era el motor de sus días, pero era la primera vez que aquello incluía las ganas picando la punta de su lengua por hacer preguntas al respecto.

¿Qué haría? ¿A dónde iría? ¿Por qué él debía quedarse como carnada?

Ninguno de los dos habló en esos largos minutos que pasaron desde que llegaron a la cafetería, Dorian tampoco sabía lo que esperaba, pero se vio en la necesidad de enviarle un mensaje a su hermano diciéndole que llegaría más tarde, por lo menos un seguro de que continuaba con vida antes de que se le ocurriera venir a buscarlo. Y mientras aquello ocurría, por fin hubo movimiento cuando Darrell le dio un último trago a la bebida que seguramente dejaría por la mitad, atrapando la mirada de Dorian en el camino.

—Si te atreves a salir de este lugar, tu entretenimiento se acaba, ¿entendiste?

—Entonces no tardes mucho... terminaré aburriéndome —dijo con un ligero encogimiento de hombros, siendo suficiente para presionar a Bloom. Tenía que irse antes de que las horas continuasen alimentándose de la única oportunidad que tenía.

No hubo más amenazas o promesas crueles, ni explicaciones, ni confianza pues sabía que todo en ese momento pendía del hilo con el que había elegido atarse el cuello. Si Byron salía de ahí, todo su teatro caería por el mismo pozo del que había intentado salir todo este tiempo. Darrell abandonó la mesa como si tan solo fuese a desaparecer unos minutos, su laptop, sus apuntes y su comida a medio tocar continuaban ahí, esperándolo mientras él se desvanecía por el único lugar que le quedaba y que rogaba que no diese cara al estacionamiento.

La salida de emergencia lo recibió en una calle desolada, con basura acumulándose apoyada en la pared trasera de la cafetería, desprendía una pestilencia que le hizo arrugar la nariz y había charcos de agua podrida que le recordaban las pocas veces que se había visto en la necesidad de pasar por lugares así. Dejó de perder el tiempo y sacó la gorra negra que permaneció oculta en todo ese tiempo en sus bolsillos, su cabello era como un faro de luz que guiaría a cualquiera, así que cubrirlo hacía falta.

Sintió la ansiedad picar en sus manos, en la punta de sus dedos y en sus piernas cuando aceleraba el paso para cruzar las calles con más prisa que los transeúntes habituales. Ninguno se molestaba en voltear a mirarlo, era tan solo un chico que corría con prisa como si estuviese compitiendo contra sí mismo, de esos sobraban en una ciudad llena de ellos. El corazón quería salirse de su pecho, pocas veces lograba recordar que existía, que aún tenía uno, pero saber a dónde iba logró despertarlo de su letargo, del sueño cruel al que se había sumergido por la desesperación de saberse olvidado.

Como siempre, él era el único que podía salvarse a sí mismo.

Miraba por encima de su hombro con una paranoia que no le permitía avanzar más que un par de metros sin sentirse perseguido, para Darrell la mirada del mundo yacía sobre sus hombros a la espera del siguiente maleficio, de que alguien lo encontrase e irrumpiese en su camino. El pesimismo lo abordó con ganas de apoderarse de él otra vez, pero su voluntad arremetió contra el mismo cuando su mirada brilló al encontrarse con esas finas letras doradas, esas que por las noches brillaban para atraer la atención de aquellos que vagaban sin rumbo ni objetivo. Las luces permanecían apagadas porque el show aún no comenzaba. Su respiración errática lo mantuvo tratando de recuperar el aire frente a ellas, mirándolas en silencio mientras se sentía anclado al asfalto de la acera.

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora