XLII. Deudas

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Juraba escuchar voces amortiguadas por lo que debía ser un estado de inconsciencia o su imaginación, un pitido llegó leve y lejano a sus oídos, recordaba personas a su alrededor, pero no sabía con certeza lo que había ocurrido

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Juraba escuchar voces amortiguadas por lo que debía ser un estado de inconsciencia o su imaginación, un pitido llegó leve y lejano a sus oídos, recordaba personas a su alrededor, pero no sabía con certeza lo que había ocurrido. Su garganta dolía y su cuerpo pesaba, Darrell podía sentirse paralizado, despertó su inquietud cuando recordó la desesperada voz de Dorian que lo había abandonado. Era parecido a los días en los que Hamilton aún no estaba a su panorama, era familiar esa sensación de aferrarse con uñas y dientes a un precipicio en el que absolutamente todo lo empujaba a caer, fue difícil tener una razón para despertar, sus ojos ardieron cuando trató de parpadear.

Descubrió que las voces a su alrededor eran reales y, por desgracia, su supuesta parálisis también, pero no era el extraño peso fantasma de siempre... estaba sujeto a la cama en la que se encontraba, todo su cuerpo estaba anclado con correas ajustadas, los inútiles y débiles movimientos tuvieron que ser corroborados por su vista a pesar de que doliese. Se removió, tosió involuntaria y escandalosamente, ahí fue cuando por fin prestó atención a la conversación que surgía entre esas paredes.

—Está estable, pero estaría mucho mejor en la torre médica-...

—¡No podemos llevarlo al TMA! ¿Sabes quién es su padre...?

—Esto ni siquiera fue un accidente, miren la reacción que-...

Callaron de nuevo, una enfermera se acercó a un Darrell que no podía ver más allá de las luces en el techo y la habitación, anunció que estaba despierto y el murmullo de nuevo creció. ¿Cuántas horas habían pasado? Irónicamente sentía que el oxígeno suministrado le estaba sofocando y su pulso latía desesperado, picaba algo en su antebrazo y le dolía la cabeza, solo quería levantarse rápido. Le hicieron preguntas que no pudo responder, lo cegaron al revisar la reacción de sus pupilas y trataron de explicarle algo que no comprendió, pues la otra mitad que discutía fue interrumpida.

—Tomaremos el control desde aquí, pueden salir de la habitación.

Las quejas y los protocolos de seguridad terminaron en personas siendo expulsadas contra su voluntad, todo era demasiado confuso, inclusive la enfermera que hablaba con él desapareció y entonces... el desesperante silencio le supo a amenaza cuando los pasos que escuchó en dirección hacia sí mismo fueron firmes y pesados. Su mascarilla de oxígeno fue arrancada con la misma violencia con la que palmearon sus mejillas para despertarlo de su estado somnoliento, parpadeó cegado nuevamente por la luz brillante de la habitación, reconociendo la silueta de Estefan Bloom aún contra la luz y su voluntad. Una parte de él sabía que no debía sorprenderse, pero el jadeo de horror fue instintivo, natural, y mucho antes de que una palabra o un grito pudiese salir de sus labios, Estefan presionó con una fuerza innecesaria su boca y mejillas con una sola de sus manos, desesperando al chico al despertar uno de los peores recuerdos que podrían atormentarlo en ese momento. Se removió inquieto, sus muñecas exigieron su libertad, pero esa voz profunda caló en lo más hondo que tenía, detestó cada segundo del escalofrío que le recorrió la espalda.

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora