XXX. Sin sentido

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Por lo general el frenético pulso de Darrell Bloom iba acompañado de alguna pesadilla o voces que nunca se callaban, no es que ahora mismo fuese diferente, pero era aún más impactante saber que su realidad era la culpable

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Por lo general el frenético pulso de Darrell Bloom iba acompañado de alguna pesadilla o voces que nunca se callaban, no es que ahora mismo fuese diferente, pero era aún más impactante saber que su realidad era la culpable. Nada de lo que había visto o escuchado había sido una broma para los demás, esos hombres tuvieron el nervio de confesar sus pecados frente a él como si la libertad y la moral no fuesen más que un juego cruel en una ciudad que escondía mucho más de lo que alguna vez pudo temer. La idea de pertenecer a ella como un jugador más... era demasiado para él.

Los escalones que bajó aprisa hicieron lo posible por liberarlo, sabía que le saldría caro haberle hecho caso a Byron, pero quizá si lo castigaban después de ello y volvían a encerrarlo no tendría que volver a ver a esos hombres ni pensar en la aterradora posibilidad de convertirse en uno de ellos. Recordar sus risas roncas y su sed alimentada con crueles bromas lo llenaron de asco, de miles de preguntas mientras serpenteaba en las calles siniestras con las luces apagadas, evitando las avenidas concurridas y todos esos lugares que reventaban de gente que deseaba conseguir una fotografía del evento o la historia de alguien que hubiese estado dentro. Siguió la dirección que Dorian le había dado, con la parte más racional de sí mismo reprochándole por la falta de sentido común al creer que ese idiota podría ayudarlo. ¿Ayudarlo a qué? No es como si en verdad pudiese escapar de algo, no es como si no tuviese que volver después a encarar a su padre, solo retrasaba lo que era inevitable y empeoraba las cosas al marcharse así, todo era completamente inútil...

Aminoró el paso cuando el caos de la realidad y el pesimismo lo cegaron, estuvo a punto de mirar hacia atrás para retroceder, aún no era demasiado tarde para volver, seguramente no se darían cuenta de su ausencia hasta horas después. El clima parecía en contra de cualquier decisión que tomase, las ligeras gotas de lluvia no auguraban nada bueno, ¿qué debía hacer...? O más bien, ¿qué quería hacer?

Las luces de neón de la tienda de veinticuatro horas eran lo único que iluminaba debidamente la calle, la gente que pasaba no le prestaba atención, eran personas que deambulaban en la vida nocturna y asumían que alguien tan bien parecido solo podía estar perdido. Debía volver. Debía volver antes de que alguien lo encontrase, no importaba cuánto se cuidase, vivía con la paranoia de saberse perseguido. Quizá ya le habían dicho a su padre, quizá-...

—¡Darrell! —lo llamó la voz de una silueta junto a la cabina de teléfono.

Apenas iluminado por las pobres luces de la tienda, reconoció el rostro de ese chico cuya expresión agitada y preocupada era lo primero que pudo reconocer. ¿Había corrido para encontrarlo...? Dorian avanzó hacia él sin dudarlo, sin detenerse a pensarlo como él lo había hecho al estar a punto de darse la vuelta para abandonarlo. Ni siquiera parecía pensar lo que estaba haciendo.

Así que Darrell hizo lo mismo.

No estaba claro quién lo había hecho primero, si Dorian y la eterna necesidad que sentía por tocarlo o Darrell y la súbita necesidad de aferrarse a algo, pero nadie además de esa cabina a mitad de la calle fue testigo de la forma en la que las barreras cayeron por un instante que duró lo suficiente. Un abrazo los refugió a ambos para unirse y devolverles ese "algo" que solo recuperaban cuando estaban juntos. Dorian ciñó los brazos alrededor de su cuerpo al sentir temblar las manos de Bloom en su espalda, tenerlo ahí le había devuelto el alma... creyó que jamás sería capaz de escapar de ese lugar.

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora