XXXIII. Padres

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Dorian Byron bufó con cierto hastío ante el reflejo del lamentable aspecto que las efímeras y costosas lágrimas habían dejado en su rostro, haberlas utilizado le parecía un recurso demasiado bajo inclusive para él, así que algo de honestidad habrí...

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Dorian Byron bufó con cierto hastío ante el reflejo del lamentable aspecto que las efímeras y costosas lágrimas habían dejado en su rostro, haberlas utilizado le parecía un recurso demasiado bajo inclusive para él, así que algo de honestidad habría en la forma en la que abusó de la culpa aún latente del pobre tío William. Si tan solo hubiese tenido unos minutos más, le habría sacado probablemente toda la información que necesitaba, pero el radar de Estefan era de infarto, no iba a negar que su aparición lo había aterrado. ¿Lo habría escuchado? Quizá lo sabría si fuese así, pero mejor no daba su suerte por sentado. Por ahora tenía un nuevo problema por el cual preocuparse, uno que no estaba muy contento con el aspecto que tenía al verlo después de tanto tiempo.

—Traje algo de beber, tienes suerte de que haya pasado por la tienda de conveniencia antes de venir... deberías estar más abrigado, nos iremos en cuanto termine tu hermano, ¿puedo saber qué ocurrió?

El favorito entre favoritos, como Dorian lo llamaba para molestar a Estefan, por fin reclamaba su derecho de propiedad en un cumpleaños poco habitual. Estaba precioso, tal y como lo recordaba, pero con los rizos rubios más cortos sobre el mentón y las mejillas más rojas, quizá por el frío o porque se le escapaba por los ojos lo feliz que estaba al ser recibido de forma tan cálida. El tío Jeremy no envejecía un solo año sin importar cuánto tiempo lo esperasen en esa ciudad que tan poca suerte tenía de admirarlo de vez en cuando.

—También te extrañé —respondió tomando de buena gana la bebida, extendiéndole los brazos para volverse uno con él en un largo y fuerte abrazo que su tío correspondió profundamente.

—Lamento haber demorado tanto...

—Está bien, sabíamos que ibas a volver... no tienes permiso de dejarnos. Aunque no tiene sentido, sabes que somos perfectamente capaces de pretender que odiamos a Estefan estando contigo.

La broma le robó la risa divertida y dulce que Dorian esperaba, se aferró a ella con mucho cariño. Abrazar al más caótico y carismático de sus tíos era muy distinto, con Estefan se sentía cuidado y protegido, con él se sentía como un desastre al que podía contarle hasta el último de los pecados que había cometido. Jeremy le contaba los suyos, era justo y divertido, era diferente. Él sí era su tío. Se casaría con él si Jeremy no tuviese a su estúpido novio, pero ese era un asunto distinto.

—¿Vas a decirme por qué tienes esa cara? El pobre William parece consternado.

—Porque soy genéticamente guapo, pero él estará bien —Dorian esquivó magistralmente la pregunta, mirando a su tío rodar los ojos mientras parloteaba sobre cuánto se parecía a Magnus y a él mismo—. Prometo decirte cuando volvamos a casa.

—Sí, sobre eso... —Jeremy hizo una ligera pausa al separarlo, sus enormes ojos que asemejaban los de una muñeca lo miraron indecisos—. Quizá me he tomado la libertad de cambiar un poco el itinerario para no crear momentos incómodos e innecesarios...

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora