XXII. Primer partido

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El bullicio, los aplausos, el interminable canto de las personas en las gradas se escuchaba con una atronadora fuerza en la que la emoción podía sentirse erizando la piel, aunque se debía entrecerrar los ojos para poder mirar bajo esa fina capa de lluvia que había convertido ese campo en un peligroso caos, pero era muy tarde para suspender o detenerse. Estaban por alcanzar el medio tiempo con Hamilton en una desventaja de dos puntos, pero los chicos gritaban tan arduamente como las porristas que continuaban con el incansable canto a pesar de que en algunos fanáticos la pintura en sus rostros se corría y los paraguas aparecían con la disculpa de esperar no ser un estorbo para lo que ocurría. Quedaban segundos y estaban a unas cuantas yardas, estaban a solo unos minutos de que Hamilton le diera toda la vuelta a un juego que la universidad de Yale creyó ganado, a solo un pase de un puntaje que cambiaría los ánimos, que agitaría a la multitud que los observaba al igual que las decenas de cámaras que apuntaban hacia ellos por parte de los mismos estudiantes. La horda de gritos se perdía entre ambas universidades hasta que su mariscal estrella dio la orden y el balón llegó a sus manos, listo para perderse en una increíble jugada fantasma, listo para proclamarse como la anotación que daría la vuelta ante tan arriesgada jugada. No fueron por el pateador, Hamilton quería tomarlo todo... y en su avaricia, alguien más le cobró.

Un grito aclamó la atención de todo el campo al desgarrarse con una fuerza abismal, uno que lejos de cantar victoria, suplicaba con dolor y desesperación ante la atónita mirada del mundo. El juego entero se detuvo en ese instante, el balón tocó el suelo cuando el mariscal lo dejó resbalar entre sus dedos ante una escena que solo podían ver ellos. Los gritos entre los jugadores de Hamilton se hicieron ensordecedores, los cascos fueron lanzados al suelo, la prisa los invadió y toda una multitud de jugadores se cerró en torno a algo que hizo callar al público entero.

Nadie sabía lo que estaba pasando.

El murmullo creció, la banda dejó de tocar, las porristas dejaron de moverse... miraron con miedo, curiosidad e inherente morbosidad la forma en la que el arbitraje corrió hacia ellos y pronto fue seguido por los entrenadores, los profesores, autoridades que dejaron aún más pasmados al público. Lara detuvo a Luke y su intento por salir corriendo de su lugar en las gradas, mirando con un nudo en la garganta mientras Triz se llevaba una mano a la boca para callar la sorpresa de haber prestado la suficiente atención para saber lo que había ocurrido, toda ella temblaba. La súplica de ese chico continuaba escuchándose, fue entonces cuando los encargados de primeros auxilios salieron de ese nido de jugadores gritando por lo único que hizo que el público saliera de su estupor...

—¡Necesitamos a la ambulancia! ¡Es una emergencia, necesita ir al hospital!

El murmullo aumentó con jadeos de horror porque esa muralla de jugadores no les permitía mirar para saber más de lo que estaban hablando, todos aquellos que grababan desearon dejar de hacerlo para poder mirar lo que había quedado en la memoria de sus teléfonos y ser los primeros en constatar lo que en verdad había ocurrido, querían ser los primeros en poder ofrecer una explicación de lo acontecido... pero llegaban tarde.

—Cruzó la línea de lo que pediste... —musitó Dorian admirando el pánico desde la lejanía, ahí donde el murmullo de las gradas apenas llegaba y lo cubría un paraguas que él no sostenía.

—Tal vez —le respondió su acompañante en el mismo tono, ladeando suavemente la cabeza al mirar la camilla que cargaron aquellos fornidos de primeros auxilios al escuchar la sirena de la ambulancia—, pero el método no me importa... —dijo aun cuando era testigo del chico que se retorcía de dolor en esa camilla.

Dorian admiró en silencio el semblante de Bloom al pronunciar esas palabras, barrió su perfil y devolvió la vista al frente, ahí estaba ese gesto que tanto le agradaba: Su terrible, cínica y criminal sonrisa de la que ahora era temiblemente cómplice.

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora