XVI. Oportunidad impertinente

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—Dorian, ¿dónde estabas?

Estaba acabado.

Enfrentar esa mirada plateada que se desprendía casi por completo de aquella con la que había pasado gran parte de su noche fue enfrentarse a la realidad como si lo hubiesen bajado de su ensueño de un solo golpe, pero no se atrevió a titubear, ni mucho menos a retroceder... es más, tuvo el atrevimiento de preguntarse quién ganaría esta vez. Dorian se detuvo una fracción de segundo a pensar bien en lo que haría hasta que encontró, en esa mirada seria y la preocupación en esos hombros tensos, una vía de escape... Oh, Estefan.

Alzó la mirada en dirección a su tío y le sonrió con una gracia divina, con unos ojos brillantes a pesar de los golpes en su rostro, la ruptura en un labio y un maravilloso desastre que no cobraba sentido en un rostro tan satisfecho. Un solo paso en falso acarrearía problemas y preguntas que no estaba dispuesto a responder, consecuencias que no deseaba enfrentar y, asumir que las mentiras eran sus aliadas era subestimar a Estefan Bloom. Relajó inmediatamente los hombros, sonrió como un niño en una mañana de navidad y se acercó a su tío con prisa tras cerrar la puerta, bajando la voz para que nadie más pudiese despertar, no le permitió hacer preguntas, simplemente lo dijo sin más.

—¡Estoy bien! ¡Me peleé con alguien! En el metro, después de haber escapado, en realidad debíamos hacer un trabajo juntos, pero después nos desviamos un poco, quizá dije algo que no debía y trató de golpearme... ¡Fue algo estúpido! Pero yo también quería que ocurriera desde hace mucho y-... ¡Oh, después! Fuimos a cenar —parloteó tan rápido que Estefan frunció ligeramente el entrecejo confundido—. ¿Has peleado en un vagón en movimiento? Salí con unas ganas de vomitar que estuvieron a punto de sacarme el estómago... a pesar de eso tuve hambre después y por eso terminamos en un bar.

—Espera, espera... —lo detuvo el rubio negando suavemente con la cabeza, primero tomándose el puente de la nariz y después señalando el aspecto de su rostro al acercarse a mirarlo con detenimiento—. ¿Quién te hizo esto?

—Alguien que conocí en la universidad —murmuró incapaz de desprender su mirada de aquel plateado tan intenso e intruso que trataba de encontrar la más mínima señal de la duda.

—Siéntate, iré por el botiquín... quiero saber exactamente qué fue lo que ocurrió.

El chico asintió sin protestar mientras miraba de soslayo a Estefan... quien probablemente hacía lo mismo. El reloj del comedor era el único tratando de advertirles que era de madrugada, pero poca importancia tenía, el azabache tomó asiento sobre el borde de la mesa para que el rubio pudiese examinarlo mejor. El trago de su tío fue abandonado en algún lugar de la mesa y sus reclamos cambiaron el tono cuando Dorian respondió a todas sus preguntas con la verdad. Dónde había estado, qué hacía, por qué había tardado tanto y cómo terminó en el otro lado de la ciudad. Por supuesto omitiendo la parte en la que dejó inconsciente a un chofer, que había seguido a alguien contra su voluntad, que huyó como un delincuente y que esa persona era Darrell Bloom.

—Y así terminamos en un bar de mala muerte cerca de la calle Diderot... ¡Auch! —se quejó cuando el desinfectante pasó por su labio—. Esa fue la última ubicación que te envié, después volví directo a casa, el único que me asaltó fue el taxista a la hora de cobrarme.

—¿Y quién fue lo suficientemente interesante para que decidieras seguirlo incluso después de eso? —preguntó con calma mientras alzaba con delicadeza el mentón de Dorian.

Alguien que conocí en la universidad —repitió, riendo al escuchar el suave gruñido de Estefan por esa respuesta—. No te lo diré, sé que querrás investigarlo...

—Normalmente no te molesta que lo haga.

—Porque normalmente no me importa... pero esta vez no quiero, es mío —confesó casi en un murmullo, logrando que Estefan detuviese sus movimientos en ese instante.

BloomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora