16. 6 de Mayo

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EL DIARIO DE GUN ATTHAPHAN POONSAWAS

Lunes, 6 de mayo, 2:08.

No puedo dormir. Nawat ha vuelto a acostarse y yo estoy escribiendo esto en la cocina. Cree que estoy bebiendo una taza de chocolate caliente que acaba de prepararme. Cree que regresaré pronto a la cama.
Y lo haré, pero primero tengo que escribir.

Ahora la casa está tranquila y a oscuras, pero hace un rato parecía que todo tuviera vida. Había escondido el diario en el armario y vuelto a la cama después de escribir sobre lo que había visto mientras teníamos sexo, pero seguía inquieto.

Podía oír el tictac del reloj del salón, los quedos ronquidos de mi prometido. Podía sentir el peso del edredón sobre mi pecho. No podía ver otra cosa que la luz del despertador. Giré sobre mi espalda y cerré los ojos. Enseguida me vi con unas manos alrededor del cuello que no me dejaban respirar. Solo podía oír el eco de mi voz diciendo «Voy a morir».
Pensé en mi diario. ¿Me ayudaría escribir un poco más? ¿Volver a leerlo? ¿Podía sacarlo de su escondite sin despertar a Nawat?

Estaba tendido a mi lado, su cuerpo apenas visible en la penumbra. Me estás mintiendo, pensé. Porque es cierto. Mintiendo sobre mi novela, sobre Chimon. Y ahora estoy seguro de que me está mintiendo sobre cómo llegué a este estado, a quedar atrapado de esta forma.

Me dieron ganas de despertarle, de gritar «¿Por qué? ¿Por qué me cuentas que me atropellaron? No tiene sentido». Me pregunto de qué me está protegiendo, cuán terrible podría ser la verdad. O por el contrario, ¿de qué se protege él?
¿Qué más cosas no sé?

De pensar en el diario pasé a pensar en la caja de metal, la caja donde Nawat guarda las fotografías de Chimon y mi familia. Tal vez haya más respuestas ahí dentro, pensé. Tal vez encuentre la verdad.

Decidí levantarme. Abrí muy lentamente el edredón para no despertarle. Saqué el diario de su escondrijo y salí descalzo al pasillo. Envuelta en la luz azulada de la luna, la casa tenía ahora un aire diferente. Quieto y tranquilo.

Cerré la puerta del dormitorio tras de mí, y allí en el pasillo, leí por encima lo que había escrito. Leí que Nawat me había contado que un coche me atropelló. Leí que me había negado que yo hubiera escrito una novela. Leí sobre mi hermano. Leí sobre Off...

Necesitaba ver una foto de Chimon. Pero ¿dónde debería buscarla? «Las guardo arriba», había dicho Nawat. «Por seguridad». Eso lo sabía. Lo había anotado. Pero ¿dónde exactamente? ¿En la habitación de invitados? ¿En el estudio? ¿Cómo podía empezar a buscar algo que no recordaba haber visto antes?

Devolví el diario a su lugar, entré en el estudio y cerré la puerta. La luna entraba por la ventana, envolviendo la estancia de una claridad grisácea, casi macabra. No me atreví a encender la luz, no podía arriesgarme a que él me encontrara hurgando en sus cosas.

Me preguntaría qué estoy buscando y yo no sabría qué responder, qué excusa ponerle. Serían demasiadas las preguntas que me vería obligado a contestar.

Había escrito que la caja era de metal rojo. Busqué primero en la superficie del escritorio. Un portátil diminuto, bolígrafos y lápices en una taza, papeles dispuestos en ordenadas pilas, un pisapapeles y otros materiales de papelería.

En la pared situada detrás del escritorio, una agenda salpicada de pegatinas de colores, círculos y estrellas. Debajo de la mesa, una cartera de piel y una papelera, ambas vacías, y al lado un archivador.

Tiré del primer cajón, despacio, con sigilo. Estaba lleno de carpetas clasificadas bajos los títulos «Casa», «Trabajo», «Finanzas». Las pasé y detrás descubrí un frasco de pastillas, pero no alcanzaba a leer el nombre en la penumbra.

Nø cønfíes en nađie. [OffGun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora