07. 30 de Abril

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EL DIARIO DE GUN ATTHAPHAN POONSAWAS

Martes, 30 de abril

Estoy escribiendo esto a las doce del mediodía, Nawat está abajo, leyendo. Hoy no tiene que ir a dar clase, ni mañana. Cree que estoy descansando, pero, aunque me noto fatigado, no estoy descansando. No tengo tiempo. Tengo que escribir esto antes de que se me olvide. Tengo que escribir mi diario.

Consulto el reloj del móvil y anoto la hora. Nawat me ha propuesto que esta tarde demos un paseo. Así que dispongo de poco más de una hora.

Esta mañana me desperté sin saber quién era. Abrí los ojos esperando ver los cantos rectos de una mesita de noche y una lámpara rosa y azul celeste. Un armario en el rincón de la habitación y paredes verde pistacho con soles y nubes pintados. Esperando oír a mi madre friendo huevo en la cocina o a mi padre silbando en el jardín mientras lo regaba. Esperando que la cama donde estaba fuera individual, sin más compañía que la de un perro de peluche.

No fue así. Pensé, por un momento, que estaba en el dormitorio de mis padres, pero me di cuenta de que no reconocía nada de la habitación. Me resultaba del todo extraña. Me recosté de nuevo. << Aquí pasa algo raro, muy, muy raro >> pensé.

Para cuando bajé ya había visto las fotografías del espejo y leído las leyendas. Ya sabía que no era un niño, ni siquiera un adolescente, sino un adulto. Y había comprendido que el hombre al que oí preparar el desayuno no era un amigo, ni un compañero de piso, sino alguien llamado Nawat que resultaba ser mi prometido.

Me detuve frente a la puerta de la cocina, indeciso. Asustado. Me disponía a verle la cara por primera vez. ¿Cómo será? ¿Tendrá el mismo aspecto que en las fotos? ¿Cómo hablará? ¿Cómo se moverá?

Abrí la puerta. Nawat estaba de espaldas a mí, empujando con una espátula el huevo que chisporroteaba en la sartén. No me oyó entrar.

- ¿Nawat?

Se volvió rápidamente.

- ¡Gun! ¿Estás bien?

No sabía muy bien qué debía contestar, así que dije:

- Sí, creo que sí.

Sonrió aliviado y yo hice lo mismo. Parecía más joven que en las fotos, su rostro tenía la piel tersa y lisa, su pelo le caía por la frente en mechones rebeldes y desenfadados, como de recién despierto, pero eso, en lugar de disminuir su atractivo, lo aumentaba. En sus ojos había un brillo pícaro, travieso. Era bastante guapo. Podría haberme ido peor, mucho peor. Podría haber salido con un esperpento.

- ¿Has visto las fotos? – me preguntó. Asentí. – No te preocupes, te lo explicaré todo, Gun. Ve a sentarte si quieres – señaló el pasillo. – El comedor está por ahí, enseguida estoy contigo cariño. Toma, lleva esto.

Me tendió un molinillo de pimienta y me dirigí al comedor. Minutos después él me siguió con dos platos. Huevo frito con arroz y unas tostadas de mermelada y mantequilla. Mientras comíamos me explicó cómo me las apañaba para sobrevivir.

Me dijo que hoy es martes. Que trabaja durante la semana menos hoy y mañana, que es profesor. Me habló de mi móvil guardado en la bandolera, de la pizarra clavada en la pared de cocina. Me enseñó dónde guardamos nuestro fondo para imprevistos, algunos billetes de 1.000 baht enrollados y escondidos en una figurita con forma de gato, y el álbum de fotos y recortes que contiene fragmentos de mi vida. Me contó que juntos nos iba bien. No sabía si creerle, pero tenía que hacerlo. No me quedaba más remedio.

Después del desayuno le ayudé a recoger la mesa.

- Más tarde podríamos salir a dar un paseo – sugirió. – Si te apetece.

Nø cønfíes en nađie. [OffGun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora