09. 2 de Mayo

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EL DIARIO DE GUN ATTHAPHAN POONSAWAS

Jueves, 2 de mayo

Es por la tarde, Nawat no tardará en llegar a casa después de otro día de trabajo en la escuela. Estoy sentado con este diario delante de mí. Un hombre joven, el doctor Off, me llamó este mediodía y me dijo dónde encontrarlo. Me encontraba en el salón en el momento en el que me llamó, y al principio no me creí que supiera quién era yo.

<< Mira en la caja de zapatos del fondo del armario >>, me dijo. << Dentro encontrarás un cuaderno, tu diario >>. Se mantuvo al teléfono mientras iba a buscarlo, y tenía razón. Ahí estaba mi diario, envuelto en papel de seda. Lo saqué de la caja como si fuera un objeto frágil y, después de despedirme de Off, me arrodillé junto al armario y lo leí. Hasta la última palabra.

Estaba nervioso, aunque no sabía por qué. Sentía el diario como algo prohibido, peligroso, aunque puede que fuera únicamente por el cuidado con que lo había escondido. Mientras leía iba levantando la vista de las hojas para consultar la hora, y en una ocasión hasta lo cerré de golpe y lo devolví al papel de seda cuando escuché el motor de un coche.

Pero ya me he tranquilizado. Estoy escribiendo sentado en el saliente de la ventana del dormitorio. Este rincón me resulta familiar, como si me sentara en él a menudo. Desde aquí puedo ver la calle. Caigo en la cuenta de que, aunque elija ocultarle a Nawat la existencia de este diario, tampoco pasaría nada si lo encontrara. Puedo confiar en él.

He vuelto a leer la parte donde describo la excitación que sentí ayer cuando volvía a casa. Ha desaparecido. Ahora estoy tranquilo. Por la calle pasan coches. Y alguna que otra persona paseando y disfrutando del buen tiempo. En las casas de enfrente parece que no hay nadie y el jaleo que siempre resuena por las mañanas ha desaparecido. Me siento solo.

Empieza a llover. Los goterones se estrellan contra la ventana que tengo delante de mí y se unen a otros en su descenso. Poso mi mano sobre el frío cristal.

Es tanto lo que me separa del resto del mundo...

Leo sobre mi visita a la casa que había compartido con mi prometido. ¿Realmente fue solo ayer cuando escribí estas palabras? No las siento como mías. Leo sobre el recuerdo que me vino estando allí. Estaba besando a Nawat y cuando cierro los ojos me vuelve la imagen. Borrosa al principio, desenfocada, que poco a poco va ganando claridad.

"Mi prometido y yo arrancándonos la ropa. Nawat abrazándome, cubriéndome de besos cada vez más ansiosos, más profundos.

No nos comimos la cena y cuando terminamos de hacer el amor nos quedamos en la cama con las piernas entrelazadas, con mi cabeza reposando en su pecho, su mano acariciándome el cabello, su semen secándose sobre mi vientre. No hablábamos. Parecíamos felices.

- Te quiero - dijo Nawat. Hablaba en susurros, como si nunca antes hubiera pronunciado esas palabras, y aunque probablemente lo había hecho cientos de veces, sonaban nuevas. Prohibidas. Peligrosas. Incluso falsas.

Contemplé su barbilla sin afeitar, sus labios carnosos, el contorno de su nariz.

- Y yo a ti - dije, murmurando las palabras como si no quisiera decirlas en alto, como si no quisiera sentirlas reales.

Me estrechó contra su cuerpo y me besó con dulzura en la cabeza, en la frente. Cerré los ojos y pasó suavemente sus labios por mis párpados. Me sentía tranquilo, incluso podría decir que me sentía seguro. Sentía que era mi lugar, aquí, acurrucado contra su cuerpo. Permanecimos un rato en silencio, abrazados bajo el calor de las sábanas.

Nawat rompió el hechizo.

- Cariño, tengo que irme - dijo.

- ¿Ya? - pregunté.

Nø cønfíes en nađie. [OffGun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora