Chapter O2

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Las botas resuenan por el pasillo con un pequeño eco, y ella ve con gusto su sombra por delante de ella mientras avanza por el alargado corredor.

-No entiendo cómo ella se ve así estando aquí -El comentario es suave, revelado en voz baja, pero ella lo escucha.

Es cosa de pensar -Ella responde mentalmente - ser astuta, y rápida.

Ella saca la bandana de su pantalón y la enrolla contra su cabello de forma rápida en un nudo apretado. Esa bandana simboliza su puesto, el lugar al que pertenece, el lugar por el que luchó tanto tiempo.

El enorme patio del edificio se divide únicamente por una delgada rejilla de alambre. Escalarla y ser descubierta provoca un disparo por parte de los vigilantes, y cruzarla por el pequeño espacio del alambrado es una violación segura. Pero eso no le pasa a ella, no a Alex Hayle.

Ella se abre paso lentamente, siendo reconocida al instante por el pañuelo rojo atado en su cabello, siempre en un rubio rodete alto. Alex se abre paso por el pequeño espacio de la esquina de la unión de una de las rejillas, siendo abordada rápidente por dos hombres de colores diferentes.

-¿Día largo? -Pregunta el primero, un hombre albino de cabello rubio y labios demasiado rojos, que pesa fácil unos cien kilos. Scott.

-Como no te imaginas -Murmura ella.

-¡Fuera! -Grita el segundo hombre y ella no se inmuta. El segundo sujeto que la escolta es Max, un hombre negro intimidante que se ganó el respeto de todos tras matar a un policía.

Una prisión mixta había sido, en su momento, lo peor del mundo. Eso, hasta que vio a Ronnie.

Había sido un día pesado, habían pasado dos semanas desde que había ingresado, y Alex había destacado lentamente. Había comenzado viéndose diferente, ajustando demasiado el uniforme color naranja, y tomando algunas cosas a escondidas.

Había evolucionado con los secretos. Las prisioneras eran expertas en revelarlos y engañarse a sí mismas de lo que hicieron. Alex sabía cómo utilizar eso a su favor, y su buena conducta lo hacía mejor. Hasta ese día.

Estaba en el enorme patio de hormigón, apoyada contra una pared cuando pasó. Jenna O'Clan. Una drogadicta encerrada por asesinato que había ganado el respeto de todas sólo porque se acostaba con alguien llamado Ronnie. Alex debía llegar a Ronnie, fuera como fuera.

Jenna había pasado delante de ella, presumiendo la tela roja atada en el rodete de su cabeza. Y Alex sólo estaba parada ahí.

-Ella es Alex -La frase había sido poco discreta, y Alex sólo se había quedado en su lugar. Ese era su momento.

-¿Tú eres Alex Hayle? -Ella había preguntado.

-Depende -Respondió antes de subir la cabeza. Jenna era unos centímetros más baja que ella, su cabello castaño claro iba atado con firmeza, y una ligera capa de rímel cubría las pestañas cortas al rededor de los ojos marrones. -¿Qué quieres?

-He escuchado -Ella dijo intimidante -Que consigues de todo a cambio de pocas cosas.

-Mmh... -Ella murmuró -¿Y qué quieres tu?

-Cigarrillos -Jenna dijo firme. -Quiero veinte, lo antes posible.

-Cigarrillos... -Alex había repetido -¿Como estos?

Jenna no podía creerlo. La chica rubia con cara de ángel había sacado toda una caja repleta de uno de sus bolsillos. Eso era imposible. La cárcel controlaba todo muy bien, varias chicas habían sido encerradas en el agujero, y aquella novata tenía veinte cigarrillos en sólo unos segundos.

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