Cap. 4 (1/4)

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Cuarta regla del fútbol americano:
Salida en falso: se produce cuando un jugador de la línea de ataque se mueve antes de que comience la jugada. Se castiga con cinco yardas de penalización para el equipo infractor.

Kai oyó un zumbido insistente y se maldijo por haber puesto el despertador. ¿Qué clase de idiota ponía el despertador después de recibir prácticamente una paliza en el campo de fútbol, beberse dos whiskeys y tres copas de vino y no cenar nada?
Él, al parecer. Levantó el brazo y buscó a intentas el maldito aparato para romperlo de un puñetazo. Dio con él y lo golpeó, pero el trasto infernal siguió sonando. Probablemente no le había dado al botón adecuado, resignado, encendió la luz y cuando consiguió abrir los ojos vio que el despertador estaba prácticamente destrozado. Y ese condenado zumbido seguía sin dejar de sonar.
El móvil.
Kai, que se había sentado para encontrar la lamparilla de noche, se desplomó de nuevo en la cama con los brazos completamente extendidos.
Fuera quién fuese el imbécil que osaba llamarlo a esas horas en un día como aquel, podía irse al infierno. El timbre por fin se detuvo, el contestador grabaría la voz de la persona que tantas ganas tenía de perder su amistad y Kai se encargaría de mandarlo a paseo cuando se recuperase.
En dos o tres días.
El móvil volvió a sonar.
—¡Joder!
Kai se incorporó y salió de la cama hecho una furia dispuesto a decirle exactamente lo que pensaba al periodista de turno, porque solo una de esas alimañas se atrevería a llamarlo la mañana siguiente de haber perdido la Super Bowl.
—No voy a retirarme —gritó al descolgar.
—Me alegro.
—¿D.O?
—Sí, soy yo. Siento llamarte a estas horas, pero necesitaba hablar contigo antes de coger el vuelo a París.
¿D.O se iba a París? ¿En ese momento?
Kai parpadeó de nuevo y se apartó un segundo el móvil de la oreja para comprobar qué hora era.
—No me digas que te vas de viaje con Pantalones de Acero —sugirió sarcástico. Seguro que la cretina de ____ le había contado lo que había pasado frente al baño de L’Escalier y D.O la llevaba a París para tranquilizarla, pensó Kai. Aunque algo fallaba en su razonamiento, porque Pantalones de Acero jamás cogía vacaciones. D.O incluso le había contado que iban a aplazar la luna de miel durante unos meses. Y una parte de Kai sabía que ____ no le había contado a su amigo lo que había sucedido entre ellos dos en el restaurante. De hecho, estaba completamente seguro de ello.
¿Por qué?
La voz de su amigo lo alejó de sus pensamientos.
—No, y no la llames así. _____ es una gran persona y no se merece lo que le he hecho.
—¿De qué diablos estás hablando, D.O? —Kai se frotó la cara con la mano que tenía libre—. Son las cinco de la mañana y tengo resaca. Si me has llamado para decirme que le has puesto los cuernos a Pantalones de..., perdón, a _____, y que vas a irte de viaje con tu ligue a París, deja que te diga que no hacía falta. Llámame cuando vuelvas y te reñiré por no haberte portado como un caballero. Y ahora relájate y disfruta.
—¡No le he puesto los cuernos a _____! —exclamó D.O exasperado—. No exactamente.
—¿Qué quiere decir «no exactamente»? —Kai sujetó el teléfono con más fuerza. ¿Le había pasado algo a ____? ¿Por qué diablos estaba preocupado?
—Amanda.
A Kai le bastó con oír ese nombre para buscar la silla más cercana y sentarse.
—¿Amanda? ¿Tu Amanda?
D.O soltó el aire despacio y de fondo se oyeron los altavoces del aeropuerto recordando las normas de seguridad a los pasajeros.
—Sí.
—Creía que hacía años que no la veías —dijo Kai completamente sobrio de repente.
—Once.
—¿Entonces? ¿Qué tiene que ver Amanda con todo esto y París?
—Hace unas semanas empecé a preparar los papeles para la boda con _____ —empezó D.O—, y el juzgado me denegó la licencia matrimonial porque según sus registros el señor D.O Delany ya estaba casado.
—Joder, D.O, solo será un error.
—No lo es.
—Joder.
—Amanda y yo nos casamos y luego —tragó saliva—, cuando discutimos y ella se fue, le mandé los papeles del divorcio.
—¿Nunca comprobaste si los había firmado?
—Al principio no —carraspeó—. Tú sabes perfectamente cómo estaba yo al principio, y luego supongo que me olvidé. Ahora ya no importa.
—Pues claro que importa, D.O, si no, no me habrías llamado a estas horas desde no sé qué aeropuerto. —Suspiró agotado y le hizo otra pregunta a su amigo—. ¿Por qué te vas a París? Cuéntame la versión resumida, por favor.
—Cuando recibí la denegación del juzgado decidí buscar a Amanda para pedirle que firmase los papeles, pero su familia, evidentemente, se negó a decirme dónde podía encontrarla.
—Evidentemente.
—Y contraté a un detective privado.
—¿Y?
—Amanda está en París.
—Genial, en Europa tienen de todo, y, no sé si te has enterado, pero están más civilizados que nosotros. Seguro que puedes mandarle un correo o contratar a un abogado desde aquí y pedirle que te firme los papeles.
—No es eso.
—Versión resumida, D.O.
—Amanda tiene un hijo de casi once años. Se llama Jeremy y es hijo mío.
— Joder, D.O, ¿cómo lo sabes? Podría no serlo.
—Lo es, las fechas encajan...
—D.O...
—Y en su partida de nacimiento figuro yo como padre. Ya sabes que Amanda odia mentir.
—Si tanto odia mentir, ¿por qué no te lo ha contado?
—Omitir no es lo mismo que mentir.
—Eso es cuestionable.
—No sé por qué no me lo ha contado y necesito saberlo. Por eso voy a París. Amanda es la chef de uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad. Tengo que ir a verla.
—Y supongo que _____ ha roto contigo cuando se los has contado, seguro que ella no cometió ningún error en su juventud.
—No, _____ no es así —la defendió D.O—. Si se lo hubiese pedido, me habría acompañado. —Suspiró, y al oírlo Mac tuvo la sensación de que su amigo se avergonzaba de sí mismo—. No se lo he pedido, Kai. No he sido capaz. Ni siquiera le he contado toda la verdad. Lo único que le he dicho es que no puedo casarme con ella porque ya estoy casado y que me voy a París. No le he dado ninguna explicación, y ni siquiera se me ha pasado por la cabeza pedirle que me acompañase —una pausa— o que me esperase.
—Vaya. —Fue lo único que consiguió decir Kai. O al menos lo único que tenía sentido, porque tenía la mente llena de preguntas acerca de ____; ¿cómo se había tomado la noticia? ¿estaría llorando sola en su casa?—. Entonces, ¿qué necesitas que haga? Seguro que ____ lo tiene todo bajo control y puede posponer la boda hasta tu regreso —se obligó a decir.
—No voy a casarme con ______, Kai. He roto con ella —aclaró D.O definitivamente y aunque el otro hombre no podía verlo, se frotó la mejilla que le había abofeteado su exprometida.
—Joder, no puedo creerme que vaya a decir esto, pero, ¿no crees que tal vez te has precipitado?
—No. ¿Sabes que es lo primero que he pensado cuando he recibido el mensaje del detective privado diciéndome que tengo un hijo con Amanda?
—No.
—Que por fin tenía una excusa para ir tras ella y pedirle perdón. Sé que creerás que soy un cobarde y un miserable, pero en ese preciso instante ha sido como si todos los recuerdos de Amanda que llevo años suprimiendo se lanzasen encima de mí. Estábamos en el restaurante y he visto a ____ acercándose a mí, creo que volvía del baño, y me he dado cuenta de que nunca he sentido por ella nada parecido a lo que sigo sintiendo por
Amanda. Y a Amanda hace once años que no la veo. —Tomó aire y dejó que Kai asimilase todo lo que le había confesado—. La boda está anulada y, probablemente, ______ no quiera volver a verme jamás en la vida.
«Ahora yo tampoco podré volver a verla.» ¿De dónde había salido eso? «Pero al menos no va a casarse con D.O.» ¿Desde cuando le molestaba que _____ y D.O fueran a casarse? «Desde siempre.» No, eso no era verdad. Lo único que le molestaba era que D.O se convertía en otra persona cuando estaba con ella. Ahora que lo pensaba, cuando D.O y ____ estaban juntos era como si los dos se apagasen, hacían tan buena pareja que resultaban incluso aburridos. Y se aburrían mutuamente. Mac recordaba perfectamente cómo era D.O con Amanda, lo contento y eufórico que estaba al principio. Lo destrozado que quedó al final.
Nunca le había visto sentir esa clase de emoción por _____. Mac siempre había dado por hecho que el cambio se debía a la edad, a la madurez que se les suponía que tenían ahora, pero quizá fuera algo más profundo y complejo.
O mucho más sencillo: quizá D.O nunca se había enamorado de _____ como lo había estado de Amanda. Como seguía estándolo a juzgar por los acontecimientos.
—¿Cuándo volverás de París? —preguntó entonces Kai a D.O al comprender lo que iba a hacer su mejor amigo.
—No lo sé, todo depende de Amanda. No he comprado billete de vuelta.
—¿Y el equipo? —D.O no podía abandonar ahora a los Patriots—. Volverás a tiempo para la próxima temporada, ¿no?
—No lo sé —repitió con un suspiro—, y la verdad es que no me importa. Alégrate por mí, Kai, tú fuiste el único que me apoyó con Amanda.
Kai recordó lo estúpidos que habían sido tanto él como D.O cuando tenían veinte años, y también recordó lo feliz que había sido su amigo con Amanda.
—Me alegro por ti, D.O —le dijo sincero. «Y te envidio. Tú tienes algo por lo que luchar.»
—Voy a pedirte un favor, Kai, y no puedes decirme que no.
—De acuerdo. —La presión que había sentido en el pecho durante la cena en L’Escalier reapareció multiplicada por cien.
—Ve a ver a _____ y asegúrate de que está bien. No es tan fuerte como aparenta.
—Lo dudo, D.O, pero iré a verla. «Ella no querrá verme.» Tú llámame desde París.
—Claro. Gracias, Kai. Tengo que irme, están anunciando mi vuelo.
—Llámame, y no me obligues a ir a buscarte a Francia.
Mac ya no recibió respuesta de su amigo y colgó el móvil

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