Decimosexta regla del fútbol americano:
Cuando un árbitro observa que se ha cometido una infracción, lo primero que hace es lanzar al terreno de juego un pañuelo amarillo que lleva en el bolsillo.
Para sorpresa de todos, D.O Delany volvió a Boston cuatro días más tarde. Aterrizó en la ciudad acompañado de su esposa Amanda y de Jeremy, su hijo de once años. En el aeropuerto dejó que lofotografiasen con su familia porque tampoco habría podido evitarlo, pero no contestó a ninguna de las preguntas malintencionadas que le hicieron sobre ____ o sobre la boda.
El día antes de emprender el viaje, D.O llamó a _____ para anunciarle su regreso. No quería que la prensa la cogiera desprevenida y era lo mínimo que podía hacer por ella. _____ lo felicitó por haber recuperado a la mujer que amaba. A D.O la felicitación le sonó sincera y en la voz de su exprometida detectó la tristeza.
—¿Te sucede algo, ____? —se atrevió a preguntarle.
Ella estuvo a punto de decirle que sí, que estaba destrozada porque había cometido el error más grave de su vida y no sabía cómo arreglarlo. Quería preguntarle si sabía dónde podía estar Kai. Ella se había armado de valor y había ido a buscarlo a su casa y la había encontrado vacía. No le había llamado. Había marcado el número cientos de veces, pero ni una sola le había dado a la última tecla porque no quería que él le colgase. O la ignorase.
—No, nada. Solo estoy cansada.
—Te llamaré cuando estemos instalados. Me gustaría que conocieras a Amanda.
—Ya veremos, D.O —suspiró—. Gracias por avisarme de que volvías.
Ella le colgó antes de que él pudiera volver a preguntarle si estaba bien.
D.O volvía a Boston porque los entrenamientos de los Patriots empezaban en unos días. Lo que significaba que Kai también iba a volver a la ciudad.
Y tal vez entonces _____ se atrevería a ir tras él a pedirle una segunda oportunidad.
Kai estaba en la cocina viendo las imágenes de D.O en el aeropuerto con Amanda y Jeremy. Amanda había cambiado muy poco durante esos años y era innegable que Jeremy era idéntico a D.O cuando tenía esa edad.
Evidentemente, después de ese vídeo apareció la imagen de _____ en la pantalla. Los periodistas la habían seguido hasta la puerta de su casa para ver si decía algo. Ella no dijo nada y él la observó con la misma fascinación que un náufrago miraría una isla en medio del mar.
Tenía el móvil en una mano y deslizó el pulgar por las teclas que formaban su número. Ella no lo había llamado.
Sí, ese no era el teléfono que utilizaba normalmente; aquel lo había dejado en la ciudad para no caer en la tentación de llamarla, pero el muy idiota se sabía el número de memoria.
Igual que lo sabía todo de ella.
El aparato que sujetaba en la mano era el teléfono de contacto de la fundación. Si ____ hubiese querido ponerse en contacto con él, lo habría encontrado. No lo había hecho, una prueba más de que no lo echaba de menos y no quería estar con él.
—Llámala —le dijo Harrison.
—Ella no me ha llamado —contestó Kai a la defensiva.
—Ah, sí, tu estúpida prueba del teléfono. Vamos, Kai, no seas imbécil. Eso no significa nada.
—Tal vez.
—Nada de tal vez. Tú y yo somos la prueba viviente de que el amor convierte a la gente más lista en idiotas. —Su hermano se sentó delante de él—. Vamos, llámala, seguro que te necesita.
Kai dejó el teléfono en la mesa y lo apartó de él con los dedos.
—Mañana vuelvo a Boston. Los entrenamientos empiezan en unos días —le explicó a Harry dando por zanjado el tema de _____.
Era mejor así.
—Te llevaré al aeropuerto, yo todavía me quedaré unos cuantos días más.— Nunca has llegado a contarme qué era eso que tenías que arreglar —le recordó Kai con el cejo fruncido.
—No, no lo he hecho. —Se puso en pie—. Vamos, si te vas mañana, ¿qué te parece salir a cabalgar una vez más?
Harrison salió por la puerta trasera de la cocina y se detuvo para acariciar el hocico de uno de los perros del abuelo. Cuando se incorporó se le tensó la espalda y al ver el gesto Kai frunció el cejo. Era obvio que a Harrison le dolía, y mucho, el hombro izquierdo. Eso de por sí no era preocupante, pero que se lo hubiese ocultado sí.
Si hubiese tenido un accidente de coche o si se hubiese lesionado en el gimnasio, se lo habría contado. ¿Por qué diablos Harrison no le había dicho a nadie, ni siquiera a él, que le dolía el hombro?
Kai entrecerró los ojos y repasó mentalmente diversas cosas que había hecho su hermano a lo lardo de los días que llevaban allí y que no encajaban demasiado con la vida que se suponía llevaba en la ciudad, como por ejemplo ese par de llamadas que recibió de madrugada y que negó cuando le preguntó por ellas a la hora del desayuno. En circunstancias normales, Kai probablemente ni se habría enterado, pero gracias a ___ no podía dormir y las había oído perfectamente.
Y Harrison había cerrado la puerta de su dormitorio con llave. Todas las puertas del rancho tenían cerrojo, pero su abuela había insistido en que era una estupidez echarlo y siempre que la visitaban de pequeños les prohibía cerrarse. La abuela ya había muerto, pero tanto Kai como sus hermanos seguían respetando sus deseos siempre que visitaban al abuelo. Excepto Harrison, que esta vez había cerrado con llave.
Kai se puso en pie y fue tras su hermano. Lo encontró en el establo, en realidad los gritos que salían de allí probablemente podían oírse a varios kilómetros de distancia. Harrison estaba discutiendo con alguien por teléfono, pero hablaba tan rápido, y por encima de los sonidos de los caballos, que Kai no pudo distinguir claramente qué decía, solo que estaba furioso. Harry colgó de repente y lanzó el móvil al suelo. Ajeno a la presencia de su hermano mayor, se pasó las manos por el pelo como si se estuviese planteando seriamente la posibilidad de arrancárselo y soltó varios insultos.
Después hizo algo que dejó a Kai completamente paralizado; sacó una pistola de una de las alforjas que colgaban de un gancho, comprobó que estaba cargada, y se la colocó en la espalda, por la cintura de los vaqueros... como si lo hubiera hecho toda la vida.
—Tienes una pistola —se le escapó a Kai, atónito. No lograba conciliar lo que acababa de ver con la imagen que tenía de Harrison. Para él Harrison, Harry, era un tipo afable, un apasionado de los libros y de los viajes, y que el único deporte que practicaba, además de montar, era salir a correr por la ciudad. Harry no tenía un arma y no sabía cargarla ni ponérsela bajo la camisa en la espalda.
—Kai —dijo Harrison, girándose—, no te he oído llegar.
—Tienes un arma.
—Sí —reconoció sin añadir nada más. Se movió en silencio y se dedicó a ensillar dos caballos mientras Kai seguía observándolo.
—¿Por qué diablos tienes una pistola, Harry?
Harry se detuvo y tiró de una de las bridas. Kai no dijo nada más, desde donde estaba podía oír pensar a su hermano.
—Por el trabajo. —Se apartó del animal—. No te preocupes, sé utilizarla —añadió con un macabro sentido del humor girándose hacia Kai para mirarlo.
—El hombro izquierdo, ¿te dispararon?
—Sí, pero ya me he recuperado. No se lo digas a papá y mamá.
—¡Joder, Harry! —exclamó Kai—. ¡Joder! ¿Cómo puedes decirme que te han disparado sin prácticamente inmutarte y después añadir que no se lo diga a nuestros padres como si fueras un adolescente? ¿En qué mierda te has metido?
—No puedo contártelo, Kai. Lo siento.
Kai paseó nervioso de un lado al otro del establo.
—O sea que no has venido aquí porque te hayas peleado con una mujer —sugirió entonces.
—Oh sí, sí que me he peleado con una mujer, y te aseguro que lo que me hizo ella me duele mucho más que la herida de bala —le explicó Harrison.
—Tienes que contarme qué ha pasado, Harry. Tal vez pueda ayudarte. Harrison cogió las riendas de los dos caballos que había ensillado y empezó a tirar de ellos.
—No puedo contártelo, Kai, todavía no. Pero te prometo que no estoy en peligro. —Vio que su hermano enarcaba ambas cejas y añadió—: Está bien, si necesito ayuda, tú serás el primero al que llamaré, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —accedió Kai a regañadientes.
Los dos hermanos montaron y cabalgaron un rato en silencio. Se detuvieron junto a un lago para que los caballos bebiesen un poco y hablaron de las mujeres que, al parecer, les habían roto el corazón a los dos. Harrison no le contó ningún detalle, pero le dijo que sería un estúpido si no intentaba arreglar las cosas con ____. «Al menos tú puedes arreglarlas», le dijo.
Y Kai no pudo dejar de preguntarse qué diablos le había pasado a Harrison.
A la mañana siguiente, Harrison llevó a Kai al aeropuerto tal como le había prometido y este se pasó el vuelo entero pensando en ____, en lo que sentía por ella y en la absurda discusión que habían tenido en ese restaurante la noche que se encontraron con Quin y su esposa.
No podía perder a la mujer que amaba por algo así, y sería absurdo que no hablase con ella por culpa de su maldito orgullo. La había presionado demasiado; ella acababa de salir de una relación muy seria y él ya le estaba pidiendo que volviese a comprometerse. Era normal que quisiera ir despacio, que quisiera tomárselo con calma. Lo único que tenía que hacer él era tener paciencia, estar a su lado, demostrarle que no le haría jamás lo que le había hecho D.O... ____ ya sentía algo por él, no lo besaría de esa manera de lo contrario. Solo necesitaba ser paciente.
Y volver a estar con ella.
Agotado por su propia estupidez, nada más llegar a casa se dirigió como un autómata hacia la cocina donde había dejado el teléfono móvil. Seguro que ella le había llamado.
Tenía dos llamadas perdidas de D.O, en una de ellas le había dejado un mensaje preguntándole dónde se había metido y explicándole que volvía a Boston. Después había un mensaje de Mike recordándole que esperaba verlo en los entrenamientos y otro de su abogado referente al último proyecto de la fundación.
No había ninguna llamada de ____.
Cansado, y no solo del viaje, se tumbó en la cama y se durmió. D.O lo despertó con una exigente, e insistente, llamada telefónica y no lo dejó en paz hasta que este accedió a ir a comer con ellos en su casa.
No era que Kai no tuviera ganas de ver a su mejor amigo; sencillamente no sabía si estaba preparado para tener delante de sus narices al hombre que, sin quererlo, había logrado que ____ no quisiera arriesgarse a estar con él.
Suspiró abatido y se puso en pie. D.O no tenía la culpa de nada, razonó Kai mientras se duchaba. Y se lo repitió de camino a la casa que este tenía en un barrio residencial de la ciudad. D.O estaba tan contento que a Kai le resultó muy difícil, por no decir imposible, seguir deprimido, pero lo consiguió cuando su mejor amigo le habló de ____.
—El otro día hablé con ella por teléfono —empezó D.O—, y me pareció que estaba triste.
—¿Cuándo? —necesitó saber Kai.
—Hace dos días —le contestó D.O entrecerrando los ojos—. La llamé para avisarla de que volvía.
Después de una comida deliciosa, que por supuesto había preparado Amanda, esta y Jeremy habían ido a descansar un poco. Madre e hijo no estaban tan acostumbrados como D.O a esos viajes transatlánticos.
—Amanda está muy bien, se la ve feliz —dijo Kai.
Kai y D.O estaban sentados en los escalones que daban al jardín trasero de la casa con una cerveza en la mano.
D.O escudriñó a Kai con la mirada y de repente levantó las cejas.
—Ha sucedido algo entre ____ y tú —afirmó rotundo.
A Kai le costó tragar.
—¿Por qué lo dices? —Mantuvo la mirada fija en un árbol que había en una esquina.
—Por cómo has reaccionado cuando he mencionado su nombre. —Bebió un poco y dejó que su amigo se tomase su tiempo—. ¿Qué ha pasado, Kai?
—¿Te acuerdas del día que conociste a ______? Tú y yo habíamos ido a la cadena de televisión para hacer una entrevista y te chocaste con ella en el pasillo.
—Me acuerdo.
—Creo que ese día me enamoré de ella —confesó cansado y triste. Las consecuencias de aquel primer encuentro le pesaban demasiado.
—Joder, Kai. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque no lo sabía. Vosotros dos empezasteis a salir y yo... — carraspeó—. Te juro que cuando estabais juntos jamás me planteé meterme entre vosotros.
—Ya lo sé, Kai. No nos insultes a ambos diciendo estas cosas. —D.O le dio una colleja y después bebió un poco más de cerveza.
—Una noche, cuando estabas en París, fui a ver a _____ al trabajo y le regalé una caja de sus bombones preferidos. Se puso furiosa.
—¿_____ tiene unos bombones preferidos? —Miró a Kai—. No lo sabía. Mac se encogió de hombros.
—Pensé que podíamos estar juntos —resumió porque no se veía capaz de explicarle el resto de detalles a D.O—. Pero ____ no opina igual.
—¿Estás seguro?
—Sí, lo estoy.
—Lo siento, Kai —dijo D.O—. Dejando un lado a Amanda y a Jeremy, ____ y tú sois las personas que más quiero en el mundo y, en mi opinión, hacéis muy buena pareja.
Kai se terminó la cerveza antes de mirar a su amigo.
—¿No te lo estás tomando demasiado bien, D.O? Ibas a casarte con ella, y yo acabo de decirte que llevo un año enamorado de tu exprometida.
D.O le aguantó la mirada.
—Perder a Amanda fue lo peor que me pasó en la vida y estos últimos días he descubierto muchas cosas acerca de mí de las que no me siento especialmente orgulloso. Sé que si me hubiera casado con ____, jamás te habrías acercado a ella. Y sé que ninguno habría sido feliz. Tienes que luchar por tu felicidad, Kai.
—¿Quién te ha dicho eso?
—Jeremy.
Kai le sonrió y volvieron a quedarse en silencio.~~~~~~~
Holi ^^ volví :D *nadie nota su presencia* alv ;-; buee :'v
quieren que actualice mas o que? :'v los dejo en sus manos 🙌👌
Pishe negro... me encantas 😍😍❤❤
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Las Reglas del Juego
Fanfiction*ANTES QUE NADA* Esta historia NO ES MIA! debi pedir permiso a la autora pero la verdad es que lo lei en otros fics y ya ni se de quien es ;-; si la verdadera autora lo lee, que me mande un mensaje y quiere que lo siga subiendo o que lo borre defini...