Capítulo 12 (1/2)

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Duodécima regla del fútbol americano:

Una vez finalizada la jugada (generalmente se da por finalizada cuando placan al portador del balón o cuando se falla un intento de pase), el partido se detiene y se vuelve a repetir el mismo proceso desde el punto de máximo avance del balón.

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Hacía dos semanas que no la veía. Al menos en persona, porque cada noche se torturaba a sí mismo y ponía el canal de noticias justo cuando ____ aparecía en pantalla. Le pareció que estaba más delgada y que tenía un poco de ojeras, y que estaba increíblemente guapa. Kai justificaba esos diez minutos de tortura diaria diciendo que así seguro que se aburriría de ella, aunque por el momento esa táctica no parecía estar haciendo ningún efecto.
Dedicó esas dos semanas a ir al gimnasio y a seguir trabajando en su proyecto: La mejor jugada. Estar ocupado no hacía que no pensase en ______, pero al menos así se acostaba más cansado y con la sensación de tener cierto control sobre su vida.
Además, La mejor jugada requería de toda su atención. Kai, al igual que D.O, procedía de una familia muy adinerada. Su padre, Robert MacMurray dirigía un banco que había pertenecido a su familia durante generaciones, y su madre, Meredith, procedía de una larga estirpe de rancheros de Texas. Kai y sus hermanos, Lilian y Harrison, se habían criado en una mansión en Boston rodeados de todos los lujos imaginables, pero sus padres también les habían enseñado que eran unos privilegiados y que tenían el deber de ayudar a los demás y de cumplir con las obligaciones que comportaba su posición más favorable. Toda su familia invertía parte de su tiempo y de su fortuna en labores sociales, pero lo hacían desde la discreción más absoluta porque nunca habían buscado el reconocimiento de nadie, sencillamente querían ayudar.
Kai habría podido participar en cualquiera de las fundaciones benéficas que habían creado sus padres, o en la que había fundado su abuela para proteger a las mujeres maltratadas y sin recursos, una de las más importantes del país, pero él quería tener su propio proyecto. Algo en lo que creer de verdad y a lo que poder dedicarse en cuerpo y alma cuando se retirase del fútbol profesional. Se había pasado años dándole vueltas al tema, buscando un proyecto que encajase con él de verdad. Hasta que un día, volviendo de un entrenamiento, lo encontró.
Llovía y era de noche, y la carretera por la que circulaba normalmente estaba cortada y lo desviaron por unas calles menos transitadas. Unos minutos más tarde se fijó en sus alrededores y vio que estaba en una zona que no tenía muy buen aspecto y no tardó en ver un par de bandas callejeras merodeando por una acera. Y detrás de ellos había un campo de fútbol completamente vacío y abandonado. A oscuras. Kai llegó a su casa sin que se produjese ningún incidente, pero no pudo quitarse de la cabeza la imagen de ese campo abandonado y de las bandas de adolescentes. Si el campo estuviese en buen estado y perfectamente iluminado, probablemente alguno se sentiría atraído. Y si además hubiese entrenamientos gratis, seguro que más de uno estaría tentado de intentarlo para buscar un futuro mejor. Y si organizasen una liga entre barrios, tal vez la gente que vivía allí se involucraría en el proyecto y entonces esas calles quizá dejarían de ser tan peligrosas.
Kai no era ningún estúpido y sabía perfectamente que para rehabilitar una zona no bastaba con jugar al fútbol, pero por algún lugar se tenía que empezar, ¿no? Mantener el anonimato le estaba resultando cada vez más difícil, y para eso había contratado a un abogado que se encargaba de hacer todas las gestiones, pero el que tomaba las decisiones era Kai.
Hasta el momento, La mejor jugada había rehabilitado varios campos de fútbol abandonados de la ciudad y patrocinaba unos cuantos equipos locales, la liga de equipos infantiles y varios campeonatos, pero el proyecto en el que estaba trabajando Kai ahora era la compra de un solar que había quedado disponible en medio de cuatro edificios especialmente castigados por el tráfico de drogas. Si lograba hacerse con ese solar, no solo haría un campo de fútbol, sino que podría construir un mini estadio para que los más pequeños fuesen a jugar y también una pequeña biblioteca. Era un proyecto muy ambicioso, y tenía un gran obstáculo en el camino; una constructora de Boston también estaba interesada en el solar para levantar allí un centro comercial.
Esas últimas dos semanas habían sido muy intensas. La constructora había conseguido la aprobación de uno de los concejales del ayuntamiento, y si Kai no encontraba el modo de anularla y de convencer al alcalde de que su proyecto era mejor, terminaría perdiendo el solar. Él y su abogado habían presentado todas las alegaciones posibles al proyecto del centro comercial, y adjuntaron los resultados más que favorables que estaban obteniendo con los campos de fútbol que habían rehabilitado por la ciudad; unos resultados que se traducían en la reducción de la criminalidad y en el aumento de la escolarización en la zona, pero no en términos económicos.
No sirvió de nada.
El ayuntamiento sacó a subasta el solar y la constructora hizo una oferta que no pudieron rechazar.
Kai estaba en el despacho de su abogado cuando recibieron la noticia.
Habría podido quedarse un rato y sospesar las distintas posibilidades que tenían, pero estaba demasiado furioso y demasiado cansado. Necesitaba pensar, así que se despidió de su abogado, bajó a la calle, se puso las manos en los bolsillos del abrigo y empezó a andar sin rumbo fijo. Caminar lo ayudaba a concentrarse, era algo que le había enseñado su primer entrenador de fútbol; sus pies se colocaban el uno detrás del otro, un movimiento sencillo, y su mente poco a poco iba centrándose en lo que más le preocupaba. La decisión del ayuntamiento no era del todo definitiva, todavía existía la posibilidad de que denegasen la venta del solar a la constructora, pero tenían que darse un sinfín de condiciones. Le ponía furioso saber que por culpa de unos cuantos concejales avariciosos y cortos de miras su proyecto no iba a seguir adelante. Seguro que cualquier estudiante de económicas podría explicarles que estaban cometiendo un error. ¿Estudiante de económicas? _____. Ella era doctora en económicas y sabía explicarse mejor que nadie, incluso conseguía que las noticias financieras fueren comprensibles. Pero ella nunca accedería a ayudarlo y él nunca se lo pediría. Encontraría a otro economista, a un catedrático de reputación internacional, y le encargaría un informe para presentárselo al ayuntamiento. Probablemente eso tampoco serviría de nada, tal vez debería olvidarse de ese solar y buscar otro. Lo más inteligente sería hacer ambas cosas, decidió; seguiría luchando por ese condenado solar y empezaría a buscar otro.
A Kai no le gustaba rendirse, y quizá por eso cuando alzó la vista no le sorprendió descubrir que estaba justo delante de casa de _______.

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