Capítulo 18 (1/2)

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Decimoctava regla del fútbol americano:

Si un jugador cae sin que algún jugador contrario lo haya derribado o por lo menos tocado, puede levantarse y continuar con la jugada.

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Tendría que haberlo llamado, no puedo dejar de repetirme que tendría que haberlo llamado. Si hubiese ido tras él esa noche ahora no sentiría que me falta el aire, que no puedo ni quiero pasar un día más sin besarlo, sin oír su voz cuando me llama «_______».
Tendría que haberme plantado delante de la puerta de su casa y esperar a que volviese. Tendría que haber perseguido a Mike, a Quin, a quién fuera y averiguar dónde estaba e ir tras él. Tendría que haber hecho muchas cosas que no he hecho. Tendría que haberle dicho que le amo.
Mi única excusa es que estar con él me ha cambiado tanto que he tardado unos días en aprender a funcionar de nuevo. Y no verlo durante todos estos días me ha resultado muy difícil. No he dejado de pensar en él ni un segundo. Me he pasado las noches imaginándolo a mi lado, sintiendo su calor a mi lado.
Arrepintiéndome de mi cobardía.
Lo que hice en el restaurante la noche que coincidimos con Quin y Patricia no tiene explicación. Solo se justifica con el miedo, pero echar a Kai de mi lado para evitar que él me dejase más adelante es estúpido e imperdonable.
Pero es la verdad.
Recuerdo ese día perfectamente, recuerdo que me desperté con los labios de Kai pegados a mi espalda. Me besó los omoplatos y me apartó el pelo de la nuca para besarme el cuello. Deslizó una mano por mi cintura y me susurró al oído. Recuerdo que me acercó a su torso y me hizo el amor con nuestros cuerpos perfectamente pegados.
Y recuerdo que al terminar él se quedó abrazado a mí y yo susurré «Te amo» contra la almohada.
Kai no me oyó, pero yo no pude pensar en otra cosa durante el resto del día.
Amaba a Kai.
Le amo.
Amo a Kai y solo hemos pasado unas semanas juntos. A D.O no le amaba a pesar de llevar más de un año con él.
Pensé que me equivocaba, que era imposible amar tanto a alguien en tan poco tiempo, que era imposible amar así, que estaba confusa, que él y yo no nos habíamos convertido en «nosotros». Y pensé que se me pasaría.
No se me ha pasado ni se me pasará jamás. Estos días que he estado sin verlo, aunque han sido muy duros, me han servido para demostrarme a mí misma que le amo. Lo que siento por él no es el resultado de una fuerte química sexual ni una rebuscada estratagema para superar el abandono de D.O.
Pero la noche que nos encontramos con Quin no lo sabía. Cuando entré en el restaurante lo primero, lo único, que vi fue a Kai allí, sentado en la barra.
Estaba tan guapo. Me quedé sin aliento y pensé que quería pasarme la vida entera con él. Y entonces Quin y Patricia se acercaron a él. Quin, otro de los jugadores de los Patriots, y Patricia su espectacular esposa que solía ocupar la cubierta del Sports Illustrated. Y pensé que yo no encajaba en esa imagen.
Kai no se merecía mi rechazo. Esa noche tendría que haberlo besado delante de nuestros amigos o, como mínimo, tendría que haberle dado la mano. Y tendría que haberle dejado claro a Patricia que entre Parker y yo no había y no hay nada.
Parker.
Cuando esta noche me ha apartado el mechón de pelo me ha cogido por sorpresa, pero Parker y yo nos hemos hecho amigos desde que le dejé claro que no pasaría de ahí. Él está encantado de tener una amiga en el bando enemigo, así fue como me definió, aunque supongo que sigue siendo un seductor.
Me he puesto furiosa con Kai cuando ha dado por hecho que Parker y yo estábamos juntos. ¿Cómo diablos puede pensar que estoy con otro después de estar con él? Le habría gritado allí mismo a pleno pulmón, después de besarlo.
Kai me ha dicho adiós y en sus ojos he visto que lo decía en serio.
Suspiro.
Espero que él haya visto en los míos que no voy a permitirle que se aleje de mí.

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