Cap. 2 (3/4)

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—No hacía falta que fueses tan maleducado —le reprendió _____ girándose hacia él cuando el camarero se alejó unos metros—. A ese chico ya le ha reñido su superior una vez esta noche.
Kai suspiró y no tuvo más remedio que ceder un poco. Levantó la mano que tenía apoyada en la barra y se frotó la frente unos segundos con los dedos.
El dolor de cabeza había adquirido proporciones épicas.
—Yo tampoco he tenido muy buena noche que digamos —se defendió en voz baja.
—Pero tú te irás a dormir a tu lujosa cabaña y mañana saldrás con esa rubia de antes y te gastarás más de lo que ese chico ganará en un mes.
—¿Y eso es culpa mía? —Él no era ningún esnob. Y aunque él y _____ siempre discutían, nunca se atacaban directamente ni trataba temas personales.
Kai no sabía que ella tuviera tan mal concepto de él realmente. Y le molestó comprobar que era así.
—Tampoco es culpa de ese chico —insistió ____ —. Haber nacido en una familia rica y ser jugador de fútbol no te da derecho a tratar al resto del mundo como si fuésemos tus sirvientes.
—Yo no hago eso. Además, tu prometido tiene mucho más dinero que yo. Y no me vengas con juicios morales, señorita Bolso de más de tres mil dólares. —Cogió la copa que casi por arte de magia había aparecido en la barra y bebió un poco. Él sabía perfectamente que _____ no estaba con D.O por su dinero y que se había ganado su buena reputación como periodista, pero estaba dolido. Y harto.
Y furioso, tanto que sin darse cuenta se levantó del taburete y se acercó a ______.
—Mi bolso no vale tres mil dólares —sentenció ella entre dientes.
Se miraron a los ojos y a Kai le pareció que los de ella estaban distintos, que brillaban de un modo especial. ¿Qué había puesto allí ese brillo? ¿D.O? Notó una horrible presión en el pecho y cerró el puño que mantenía encima de la barra. ¿______ siempre había tenido esa peca en lo alto del pómulo derecho?
«Deja de mirarla, Kai.»
¿Por qué la miraba de esa manera? Sí, ellos dos siempre habían discutido, pero en el fondo Kai siempre había creído que su relación tenía cierta gracia. ¿Relación? Sacudió la cabeza.
—Mac, me alegro de que hayas llegado —los interrumpió D.O dándole una palmada en la espalda—. Estamos sentados en la misma mesa — anunció ajeno a la tensión que vibraba entre su amigo y su prometida—. ¿Me permites que te acompañe, cariño? —Le tendió el brazo a _____, que aceptó gustosa.
D.O no se dio cuenta de que Kai no le había dicho nada, ni de que en realidad era incapaz de hablar, y se alejó de allí con _____.
Kai esperó a que la pareja hubiese entrado en el salón del restaurante para apartarse de la barra y respirar profundamente.
Esa noche sin duda iba de mal en peor.
Vació el whisky, el segundo, y se quedó allí hasta que ya no pudo seguir retrasándolo, y se dirigió resignado hacia la mesa.
Deseó con todas sus fuerzas que _____ le quedase lo más lejos posible; todavía le dolía respirar y no quería plantearse por qué.
Alguien respondió a sus plegarias. Gracias a Dios.
Kai pasó el resto de la velada sentado entre la esposa de Quin, una chica de lo más agradable, y la rubia de antes, que no lo era tanto, y que no se llamaba ni Tiffany ni Jennifer, sino Kelly. Al menos había acertado en algo.
La comida de L’Escalier fue deliciosa y la bebida generosa, así que Kai se dejó llevar y notó que poco a poco su cuerpo y su mente iban relajándose, gracias especialmente al alcohol y a la conversación completamente insulsa de la rubia. Por suerte, ____ volvía a parecerle la estirada de siempre y el efecto que le había causado antes había desaparecido por completo.
La cena llegó a su final y la mano de Kelly apareció repentinamente en su muslo por debajo del mantel. Él tardó un segundo en asimilar las intenciones de su compañera de mesa y cuando lo hizo comprobó que su cuerpo se negaba a reaccionar. Joder, estaba más cansado de lo que creía. Y si la rubia seguía levantando la mano hacia el interior de sus muslos, no tardaría en darse cuenta. Y esa sí que era una humillación que no estaba dispuesto a soportar esa noche.
—Un brindis —dijo cogiendo la copa mientras se ponía en pie—. Por los Giants, los jodidos cretinos que nos han robado la Super Bowl.
D.O lo miró y enarcó una ceja y Kai se limitó a encogerse de hombros y a mirar de reojo a Kelly.
—Por los Giants, unos jodidos cretinos —lo secundó D.O y acto seguido el resto de ocupantes de su mesa, y del salón, lo imitaron. Igual que Kelly, que no tuvo más remedio que apartar la mano de la entrepierna de Kai.
Suspiró aliviado, aunque la tranquilidad le duró poco porque notó que Pantalones de Acero lo fulminaba con la mirada. ¿Por qué? ¿Y por qué diablos no podía respirar de repente? Maldita sea. ____ y toda esa gente podían irse a la mierda. Literalmente.
Kai se puso en pie y se fue al baño para refrescarse un poco. Esa noche realmente estaba poniendo a prueba su paciencia, y si Molly, perdón, Kelly, lo seguía, no se hacía responsable de lo que pudiera decirle.
Entró en el baño de caballeros y dio gracias a Dios por estar solo durante unos segundos. Se echó agua en la cara y también se empapó la nuca. Cerró el grifo y apoyó las manos en el lavabo y se miró al espejo. Tenía las ojeras muy marcadas y la cicatriz de la ceja tenía un color horrible, que anunciaba infección. Tendría que haber dejado que se la cosieran en el campo. Se la tocó suavemente con la yema de dos dedos e hizo una mueca de dolor. Sí, se le había infectado. Genial. Apretó la mandíbula y comprobó que le temblaba un poco. Estaba hecho una mierda. Había perdido la Super Bowl, la última de su carrera. No sabía si iban a renovarle. Peor, no sabía si quería seguir jugando. Una rubia de infarto le había dejado completamente indiferente.
Y no podía dejar de pensar en el lunar de la prometida de su mejor amigo.
Abrió de nuevo el grifo con movimientos mecánicos y volvió a echarse agua. Dejó que las gotas circulasen por la piel que le ardía de repente y esperó a que el ruido del líquido escapándose por el desagüe lo relajase. No sirvió de nada, y tarde o temprano alguien iría a buscarlo. Sacudió la cabeza y cerró el grifo. Después se incorporó y se secó con una de las toallas de cortesía.
Tenía que salir de allí.
Lanzó la toalla a la cesta habilitada para tal uso y se apartó del lavabo.
Negándose a observar de nuevo su reflejo se acercó a la puerta.
Tomó aire unas cuantas veces y la abrió.

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