Cap. 2 (2/4)

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—Buenas noches, Mac.
Mierda. De todas las personas que no quería ver esa noche, la propietaria de esa voz ocupaba el primer puesto de la lista. ______ Lobato.
Normalmente le gustaba discutir con la prometida de D.O, le resultaba divertido y estimulante, pero esa noche no.
Esa noche no.
La ignoró y bebió un poco más de whisky. Tenía los ojos cerrados, pero podía sentir la presencia de ______ a su derecha, a pocos centímetros de distancia.
—Es de buena educación contestar a una persona cuando te está hablando.
Sintió el tono de voz de _____ en la piel, notó cómo se le erizaba el vello de la nuca y le empezaba a arder el estómago. Si la prometida de D.O no se iba de allí de inmediato, los dos lo lamentarían, porque se giraría y le diría exactamente lo que pensaba de ella. Esa noche no estaba para tonterías.
«Pero si pierdes las formas con ella, perderás a tu mejor amigo.» Contó mentalmente hasta diez. No tendría que haber ido a esa maldita cena. «Eres el capitán del equipo. Y tal vez este haya sido tu último partido.»
Suspiró resignado y dejó la copa en la barra dispuesto a girarse y decirle a la señorita Pantalones de Acero que estaba cansado y dolorido, y que lo único que quería hacer era irse a su casa a descansar. Abrió los ojos y en aquel preciso instante una rubia impresionante se acercó por su izquierda y lo distrajo. Se giró hacia la rubia y obvió ______ .
¿Por qué le sonaba tanto? ¿La conocía?
—Hola, Mac. —La rubia le pasó el dedo por encima de la corbata—.Creí que ibas a llamarme.
Mierda, sí, ahora se acordaba. Esa rubia se llamaba Tiffany o Jennifer, o algo por el estilo, y se la había presentado Quin, otro de los jugadores del equipo, en una cena unos meses atrás. Era tan espectacular como tonta y, para quitársela de encima, Kai le había dicho que la llamaría al cabo de unos días. Una completa estupidez.
Al parecer últimamente cometía muchas.
—Hola —saludó a la rubia e intentó impregnar esa palabra de tanta antipatía como le fue posible. No le quedaba suficiente paciencia como para lidiar con ella.
—Vaya, al parecer no todas somos invisibles. —El sarcasmo de _____ logró que Kai volviese a coger la copa y apretase los dedos mientras se imaginaba que era su cuello.
—No importa, te perdono —dijo la rubia, ignorando la presencia de _____ y poniéndole morritos a Kai —, si esta noche me compensas. «Antes prefería que le arrancasen la piel a tiras», pensó Kai.
—Me temo, princesa, que esta noche no va a poder ser —le dijo esforzándose por sonar seductor. El comentario de Pantalones de Acero le había dado ánimos para flirtear—. ¿Qué te parece si te invito a cenar mañana?
La rubia sonrió victoriosa y _____ se rio por su lado.
Kai apretó con más fuerza la copa casi vacía.
—Perfecto. Estoy impaciente. —Deslizó de nuevo el dedo por la corbata de Kai y se apartó con un movimiento muy estudiado y provocador.
—Te llamaré y pasaré a recogerte —siguió Kai intentado ignorar la presencia de ____ a pesar de que notaba los ojos de ella clavados en su espalda. ¿Por qué no se iba?
—Te estaré esperando. —Kelly, ¿se llamaba así?, se despidió guiñándole el ojo.
La rubia se fue de allí y Kai pensó en que necesitaba encontrar alguna excusa para dejarla plantada al día siguiente. Preferiría cenar con el equipo entero de los Giants y dejar que le restregasen haber ganado la Super Bowl por las narices antes que cenar con la señorita implantes de plástico.
—Princesa —farfulló _____ en voz baja justo antes de beber un poco de champán—. No sabes cómo se llama —afirmó.
«Basta.»
Esa fue la gota que colmó el vaso.
Había perdido la Super Bowl contra los Giants, le dolía todo el cuerpo, prácticamente le habían gritado a la cara que era demasiado mayor para seguir jugando y había descubierto que una rubia despampanante no conseguía excitarlo ni lo más mínimo. Escuchar los comentarios sarcásticos de una remilgada estirada como Pantalones de Acero era lo último que estaba dispuesto a hacer. Engulló el whisky y se dio media vuelta.
Y se quedó petrificado.
_____ Pantalones de Acero llevaba la espalda completamente al descubierto y un precioso y eterno collar de perlas le resbalaba por la piel.
Al parecer mientras él se terminaba la copa ella se había dado media vuelta y ahora Kai lo único que veía era la larga e interminable columna vertebral de ______. Desnuda. Con perlas rosadas que le acariciaban las pecas y parecían desprender calor. Llevaba el pelo recogido como de costumbre, pero en la nuca se le había soltado un mechón que le acariciaba los hombros. Tenía una peca justo al lado de la sexta vertebra y el vestido era tan escotado que incluso se insinuaba el nacimiento de las nalgas.
Kai tragó saliva y apretó los dientes. No podía respirar. ¿Qué diablos le estaba pasando? Esa era ______ , la mujer más odiosa sobre la faz de la tierra, y la prometida de su mejor amigo. ¿Qué hacía vestida de esa manera? Se giró de nuevo hacia la barra, al menos así no la vería, y notó que estaba excitado. Ah, no, eso sí que no. Eso era una reacción tardía a la rubia o al whisky. O a cualquier otra cosa.
—Sírvame otro whisky —le pidió al camarero. Y entonces vio que este caminaba hacia _____ con una americana de mujer en la mano.
—Lo siento mucho, señorita Lobato —farfulló nervioso el chico entregándole la prenda de ropa—. No sé qué me ha pasado, nunca se me había caído así una copa. Lo lamento muchísimo, la mancha casi ha desaparecido del todo, pero insisto en que me mande la factura de la tintorería.
Kai observó la escena con atención, convencido de que Pantalones de Acero exigiría hablar con el superior del camarero y de que cuando este apareciese le pediría la cabeza del joven en bandeja de plata.
—No diga tonterías. —Fue lo que le dijo _____ sonriendo al camarero para intentar tranquilizarlo. Y dejando a Kai completamente atónito—.
Podría haberle sucedido a cualquiera. No se preocupe lo más mínimo, de verdad. —Le cogió la americana y le sonrió otra vez.
Kai tardó varios segundos en darse cuenta de que por fin podía volver a respirar y cuando el aire le llenó los pulmones dedujo que se debía a que _____ se había cubierto la espalda y volvía a parecer la de siempre. Ahora las perlas colgaban por delante, encima del vestido, y no en la piel desnuda, convirtiéndola en la mujer más sensual que había visto nunca.
Menos mal.
—¿Podría servirme el whisky si ya se ha cansado de mirar a la señorita? —La pregunta le sonó mal incluso a él, pero esa noche se estaba volviendo más rara cada segundo que pasaba y tenía que hacer algo para recuperar cierta sensación de normalidad.
—Por supuesto, señor MacMurray. —El joven asintió avergonzado y se apresuró a servirle la copa.

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