Algunas noches, cuando todo está en silencio y la oscuridad inunda cualquier rincón, suelen venir a mi mente los recuerdos del Nicohlas totalmente odioso. Lo último que me esperaba aquel día, cuando lo vi entrar y mirarme con toda la desconfianza del mundo, es que me entregaría por completo su vida.
Disfruto y sufro de mis pensamientos a partes iguales mientras lo miro dormir, con su espalda totalmente desnuda. La luz de la luna llena, que a penas entra por la ventana, se refleja sobre su piel.Emilia: (extiende su mano. Lentamente desliza los dedos por su espalda)
Nicohlas: (se estremece un poco, pero sigue durmiendo plácidamente)
Emi: (despacio se levanta de la cama, busca algo para cubrir su cuerpo desnudo y sale de la habitación con el mayor sigilo posible)Últimamente estaba tomando por costumbre ir a la cocina en mitad de la noche a beber un vaso de agua, a disfrutar de la soledad y el silencio. No sé cómo ni cuando, la noche se había convertido en mi momento favorito del día.
Pensaba en mis actuales 17, en cómo serian mis 18, mis 25. Me preguntaba si Nicohlas y yo nos separariamos algún día, o lo nuestro sería para siempre.Emilia: (se sienta en la mesada, de espaldas a la puerta con el vaso entre las manos)
Aquella noche, no podía sacar de mi mente la imagen de mis padres. El último recuerdo feliz que tenía con ellos era el de un sábado, con mucha comida en la mesa. No pasó nada del otro mundo, a veces me sorprende recordar un día tan banal como aquel. Ni siquiera sabía que sería el último día que los vería a los dos juntos, sonriendo, compartiendo charlas sobre las vacaciones: las pasadas y las futuras.
Nicohlas: (le acaricia la espalda)
Emilia: (se asusta girandose de golpe)
Nicohlas: Perdón
Emilia: (se coloca la mano en el pecho y respira aliviada) ¿No podés dormir?
Nicohlas: Las pesadillas, ya sabes
Emilia: (asiente)
Nicohlas: ¿Vos?
Emilia: Pensaba, otra vez
Nicohlas: ¿Y en que te tocó pensar esta noche?
Emilia: (vuelve a sentarse dándole la espalda)
Nicohlas: No estarás pensando en dejarme, ¿no?
Emilia: (ríe a penas, sin ganas. Mira el vaso vacío) Pienso en mis papás
Nicohlas: (se sienta a su lado en la mesada y le agarra la mano)
Emilia: Pienso en si estarán vivos o no. Si me estarán buscando, o no. Tal vez piensan que estoy muera, o saben que estoy viva, pero, ¿cómo lo van a saber? Nunca les escribí. Es horrible vivir con estas dudas. Siento que nunca voy a tener respuesta. Me gustaría saber si algún día volveré a Alemania, si los voy a volver a ver. ¿Vos decís que están bien? (Lo mira) ¿Seguirán en Alemania?
Nicohlas: Ojalá te pudiera responder
Emilia: (aprieta más la mano de Nicohlas) ¿Y la guerra? También pienso en eso. ¿Crees que la guerra terminará algún día? ¿Cómo será todo cuando llegue a su fin?
Nicohlas: Lo único que sé con certeza, es que nada será como antes. Quedaron muchas familias destrozadas, muchos pueblos y ciudades bombardeados. Todos perdimos algo que nadie nos va a devolver nunca. Cada muerto, cada escombro, y lo que es peor, cada recuerdo del horror, van a estar ahí siempre. Hablas de volver a Alemania, de volver a casa y la verdad es que me sorprende que tengas valor para hacerte esa idea. Yo no quiero volver. Alemania era mi hogar cuando nuestra casa estaba en pie y lo único que caía del cielo era lluvia o nieve...algunas veces granizo. Ahora no queda nada. Sinceramente, desde que viajamos a Francia, no siento ningún lugar como mi hogar. Creo que lo único que me hace sentir que, por decirlo de alguna manera, estoy en casa, sos vos. Sos lo único que tengo ahora mismo
Emilia: ¿Y si algún día yo me voy? O te vas vos
Nicohlas: No lo pienso. Estoy tratando de salir de un pozo mucho más profundo. No me da la cabeza para pensar en más problemas
Emilia: Lo siento, no quería...
Nicohlas: Igual ahora que lo mencionaste, yo creo que sí. Algún día volveremos, aunque yo no quiera. Pero vos serás mi mujer, tendremos hijos y está bien que conozcan sus origines. Además nunca te podría decir que no a nada
Emilia: (ríe un poco) ¿Hijos?
Nicohlas: ¿No querés?
Emilia: No me lo planteé
Nicohlas: Tendremos al menos un hijo libre, en un mundo, no sé si mejor, pero sí mínimamente más agradable. Sin guerra
Emilia: (suspira) Me suena a disparate decir "sin guerra"
Nicohlas: Después de la tempestad siempre llega la calma (la mira)
Emilia: (no responde. Mira hacia el frente aún inmersa en sus pensamientos)
Nicohlas: (cierra los ojos) ¿Sabes qué veo cuando cierro los ojos?
Emilia: (lo mira y sonríe) ¿Qué?
Nicohlas: (abre un poco los ojos para ver su reacción. Los vuelve a cerrar con una sonrisa) Veo a una chica de ojos verdes que duerme a mi lado. Me siento muy feliz viendola junto a mí... Bueno en realidad no está durmiendo ahora, acabamos de hacer el amor, por eso tiene todo el pelo revuelto y las sábanas enredadas por el cuerpo. Me mira con la respiración agitada, una sonrisa juguetona y, aunque está cansada, en su mirada aún brilla la picardía
Emilia: (lo toma del mentón y le da un tierno beso en los labios)
Nicohlas: (abre los ojos) Me robaste un beso
Emilia: (la da otro) Dos
Nicohlas: (sonríe y le aparta un mechón de la cara)
Emi: Ese recuerdo es más bien reciente, ¿no? Tengo la sensación de haberlo vivido hace apenas unas horas
Nicohlas: (le roza la nariz con el dedo tiernamente) Creo que si mis padres estuvieran acá, se morirían, no sé si de ilusión o de disgusto
Emilia: Tu madre seguramente me querría matar
Nicohlas: Pero si te ama
Emilia: Este último tiempo no tanto y, después de casi secuestrarte, menos
Nicohlas: Yo me fui por voluntad propia y así se lo hice saber en la carta
Emilia: Dudo que tu madre acepte esa versión
Nicohlas: Siempre te defendió a capa y espada, no creo que piense mal de vos
Emilia: Pasaron muchas cosas en el tiempo que estuviste en el internado. Perdón que lo mencione, pero ...
Nicohlas: Está bien, de a poco tengo que ir superandolo
Emilia: El que 100% seguro te mataría, es mi padre
Nicohlas: ¿Cómo no? Su hijita se le escapa entre las manos
Emilia: Pero mi mamá estaría feliz por nosotros. Y trataría de calmar las aguas. Aunque seguramente le costara horrores mediar, terminaría consiguiendo hacer aflojar a mi papá
Nicohlas: Menos mal
Emilia: Eso sí, no me libraría de sus charlas sobre los hombres, el lugar que ocupan ustedes en la sociedad y el que ocupo yo como mujer
Nicohlas: Si te descuidas, Sole te agarra cualquier día de estos y te quema la oreja con ese tema. Hace días que nos mira raro
Emilia: Porque hace días que estamos raros
Nicohlas: Enamorados, no raros
Emilia: Es más o menos lo mismo (ríen)
Nicholas: (baja la mirada)
Emilia: ¿Qué pasa?
Nicohlas: Ahora que estás recordando a tus papás, a los mios, me vino a la cabeza Jennell. Debe estar enorme y hermosa. Toda una señorita
Emilia: Odio el término "señorita"
Nicohlas: ¿Toda una mujer?
Emilia: Ya de por sí desde que nació es mujer, Nicohlas. Dejalo en que debe estar más grande y más linda. Encontré una foto nuestra el otro día mientras limpiaba. Me pregunté lo mismo, cómo estará
Nicohlas: Enojada seguro. Siento que si la vuelvo a ver, nada va a ser como antes. La abandoné
Emilia: No la abandonaste, fue...
Nicohlas: La abandoné, sí, de forma inconsciente, pero lo hice
Emilia: No podíamos traerla Nicohlas. Fue un viaje largo y peligroso. No sabíamos si íbamos a llegar o no, tampoco sabíamos qué hacer una vez estuviéramos acá. Me habría parecido totalmente irresponsable por nuestra parte exponerla a algo tan impredecible. Además, ¿cómo se supone que íbamos a cuidar de ella? Vos trabajabas, yo trabajaba. Aun así a penas llegábamos a fin de mes. Imaginate si hubiéramos tenido que pagar por 3. Una locura. Yo ni siquiera sé muy bien cómo cuidar de mi misma, no estoy lista para cuidar a nadie
Nicohlas: Pero...
Emilia: La vida es así. Tenía esto previsto para nosotros, y para ella otra cosa
Nicohlas: ¿Y si no la vuelvo a ver nunca más? ¿Y si la casa? Dudo que sean capaces de hacer algo así, pero sabes que cuando hay necesidad se hacen verdaderas locuras
Emilia: (le acaricia la cara. Se abrazan)
Nicohlas: (cierra los ojos apretando más el abrazo)
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¿Qué ves cuando cerrás los ojos?
Fanfiction«¿Qué ves cuando cerrás los ojos?» esa pregunta siempre me la hacía mamá cuando no podía dormir o tenía miedo. Era una especie de juego: Yo cerraba los ojos y, ella, a veces, me relataba paisajes de ensueño; otra veces lo hacía yo. Mundos imaginario...