Época de cambios

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Y como era de esperar, no tuvimos más opción que abandonar el pueblo ese mismo mes de enero buscando un nuevo hogar en el que poder rehacer nuestras vidas.
Pasamos tantas semanas en aquel tren rumbo a Francia, que perdí la cuenta a la tercera.

Nicohlas: (se sienta al lado de Emilia)
Emilia: (apoya la cabeza contra la ventana) Crees que falta mucho?
Nicohlas: Espero que no (mira hacia la ventana) Que miras? No se ve nada
Emilia: Las estrellas
Nicohlas: (levanta la vista hacia el cielo) Wow (se levanta y se sienta en el asiento de enfrente de ella en el lugar más cercano a la ventana)
Emilia: Ojalá pudiéramos subir ahí arriba y vivir en una. Son tan lindas...seguro estaríamos más a salvo que en cualquier otro lugar (suspira y se sienta bien mirandolo) Nunca habías visto estrellas? (Se ríe un poco)
Nicohlas: Que graciosa. Había visto, pero nunca tantas (la mira) No tenés sueño?
Emilia: Sí, pero no puedo dormir. Vos?
Nicohlas: Recién me desperté
Emilia: Como podés dormir? Son lo mas incómodo del mundo los asientos
Nicohlas: Tengo sueño fácil
Emilia: Que suerte (vuelve a mirar por la ventana) No veo la hora de llegar a algún lugar donde haya camas

Los dos nos quedamos callados un largo rato mirando por la ventana. El silencio que reinaba en el vagón también nos invitaba a no abrir la boca. De vez en cuando miraba a Emilia de reojo queriendo decirle muchas cosas. Quería hablarle sobre lo que sentía; sobre nuestro beso, pero no tenía valor para hacerlo porque me daba miedo lo que pudiera decirme

Nicohlas: (se levanta y vuelve a sentarse al lado de ella) Me marea mirar mucho por la ventana. A vos no?
Emilia: No (bosteza. Apoya la cabeza sobre el hombro de Nicohlas)
Nicohlas: Por qué no probas a cerrar los ojos? A lo mejor descubrís que sí que podés dormir
Emilia: (sonríe débilmente) Te pensás que no lo probé ya?
Nicohlas: ... Qué ves cuando cerrás los ojos?
Emilia: (cierra los ojos) Espero que no aproveches para besarme de nuevo
Nicohlas: Que? Nunca lo haría de nuevo, fue asqueroso
Emilia: (levanta la cabeza y lo mira)
Nicohlas: Quiero decir, besar a alguien en la boca, es...raro
Emilia: Te lo habías imaginado mejor?
Nicohlas: Sí, no sé, en las películas parece diferente. A vos te gustó?
Emilia: (levanta los hombros) Fue la primera vez, supongo que después, con el tiempo, te acostumbras y es más lindo
Nicohlas: Puede ser, sí... Si el beso es raro, no me quiero imaginar lo otro. Debe ser peor, desnudarte enfrente de una persona es bastante desagradable, no te parece? Y además que te toquen, que un cuerpo se una al otro... (Un escalofrío le recorre el cuerpo)
Emilia: (se aparta el pelo detrás de la oreja incómoda) No lo sé Nicohlas, nunca lo pensé
Nicohlas: No, claro. Perdón, te incomodé, no?
Emilia: No importa. Cambiemos de tema
Nicohlas: O aún mejor, no hablemos más
Emilia: Mejor, sí

A penas había pasado una hora de nuestras últimas palabras cuando sentí una fuerte presión en el hombro. Cuando abrí los ojos descubrí su cabeza descansando tranquilamente sobre mí. No me causaba especial ilusión que me usaran de almohada, pero aún así me sentí bien. Entendí con aquel gesto que confiaba en mí aunque nunca me lo hubiera dicho y me empecé a sentir bien conmigo mismo. Le había hecho mucho daño y aunque le pedí perdón y ella me perdonó no sentía que fuera así hasta aquel momento.

Los primeros meses, nuestra nueva vida en Francia, no fue fácil para ninguno. El problema no era la casa ya que, como la familia estaba inscrita en el programa de acogida de judíos, desde la asociación nos ofrecían una casa aceptable y nos pasaban una paga cada mes con la que podíamos pagar lo básico para vivir.
Por lo demás: para Herman era imposible buscar trabajo con la pierna tal y como la tenía; a Mirtha se le complicaba ya que no tenía idea de hablar francés; y nosotros, Nicohlas, Jennell y yo nos pasábamos el tiempo encerrados en casa tratando de buscar alguna diversión sin éxito alguno, así que nos dedicábamos a enseñar a Jennell a leer.

¿Qué ves cuando cerrás los ojos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora