19. Las bromas

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Capítulo Diecinueve.

Las bromas

ADELA

Pasaron semanas hasta que la escuela fue reconstruida nuevamente. Para nuestra mala suerte tuvimos que regresar a clases, no nos pueden dar tan siquiera unos días más para descansar sobre los trabajos.

Al regresar a la escuela nosotros estábamos más que felices y aún no sabemos la razón de eso.

—¿Cómo puedes terminar de leer un libro tan rápido? ¿Eres máquina o que verga?—Le pregunta Veck a Daniel. Pues este había terminado de leer el libro pasado y ahora iniciaba uno nuevo.

—Sólo me concentro y ya—Dice él simple.

Veck le lanza tierra con su poder, no sin antes asegurarse que nadie, además de nosotros lo estuviera observando. Daniel levanta la vista del libro con seriedad, las páginas del libro habían quedado con tierra.

—Mira pedazo de imbécil, te permito todo, menos que interrumpas mi tiempo de lectura
—Le pide, Veck iba a responder cuando una voz hablo a mis espaldas.

—Ahí esta el loco de los libros—Se burla Sam. Me doy la vuelta y veo su sonrisa sínica.

Daniel iba a responder pero está vez yo le dejaría en claro las cosas de una manera civilizada.

—A ver, sucio muggle—Digo una de las frases más reconocidas de los libros y películas de Harry Potter—¿Cómo te lo explico? No es nuestra culpa que tu ordinario cerebro, no tolere nuestros extraordinarios mundos.

Me di la vuelta y mis amigos me siguieron el paso, dejando a nuestro querido amigo (noten el sarcasmo) solo, solín, solito.

—Eso—Veck levantó su mano y choqué la mía con la de él. La sonrisa de Daniel me dio demasiada ternura, sabía que a él le molestaba que se burlarán porque lee libros.

En clases, me aburrí demasiado. Así que, aproveché el momento. Ximena tenía un vaso con agua en su escritorio, empecé a controlar esa agua sin que nadie me notará, el agua comenzaba a moverse dentro del vaso con brusquedad. Y después cayó encima de Ximena, mojando su carísima blusa.

Sonreí internamente, su molestía era notable y buscaba con su mirada el causante de aquel suceso, pero después, le pidió permiso al profesor de ir al baño. Él le dio permiso y ella salió del salón hecha una furia.

—Ten más cuidado, te hubiera descubierto—me susurra Daniel en el oído haciendo que mi piel se erice. Lo miré y le di un asentimiento.

Pero poco más tarde, con otras clases ellos también empezaron a hacer bromas con sus poderes. Daniel tenía cuidado con su poder del fuego, no queremos otro incendio, aunque no vendría para nada mal.

El profesor de matemáticas entró en el salón, había olvidado que el día del desastre, antes, nos pidió que aprendieramos la tabla del 4. Según él, nosotros ya deberíamos aprenderlas de memoria, pero a veces se nos olvida con el tiempo.

—Bien, espero que hayan aprendido la tabla del 4. Le preguntaré a alguién a la zar, para que me responda—¡Oh maldición!

El profesor sin duda alguna era mi enemigo mortal, aunque él no lo supiera. Me molestaba que siempre me bajará puntos por las cosas más mínimas, y sabía que a él le daba gracia mis enojos.

Primero le preguntó a Ximena, la cuál respondió mal, como era de esperarse.

—Adela—dijo y me arrepentí de estar en segundo lugar de la fila de en medio.

Mierda.

—Presente—Digo levantando la mano para que quede en evidencia que estoy en la clase.

—Muy bien, Adela, dígame cuánto es ¿4x5?.

—20—Respondo con orgullo, pero el profesor mal parido me sigue preguntando a mí.

—Y ¿5x4?

—¡Ah no! Usted nos dijo clarito que nos aprendieramos la tabla del cuatro, no la tabla del cinco— Sé perfectamente que es lo mismo, pero quiero divertirme un poco en esta clase tan aburrida.

—Pero... Es lo mismo—Niego con la cabeza, iniciando con mi drama.

—No, no. No es lo mismo profesor, por qué, por ejemplo: uno come pastel y caga mierda... Ni modo que coma mierda y cagué pastel, no es lo mismo— Rápidamente el salón se llena de risas por parte de mis compañeros.

El profesor ríe también, lanzó mi cabello para atrás como toda una diva porque soy la primera alumna en sacarle una risa al profesor. Si hubiera una clase de pendejadas, yo ya gane ese curso.

Daniel me toca el hombro, volteo para verlo y el me ofrece su mano para chocar los cinco, acepto y ambos hacemos un estilo de saludo. Chiara me sonríe y Veck no paraba de reír.

En el receso nos pusimos a entrenar, Daniel me pidió se podía guardar su libro en mi mochila pues a decir verdad, la mochila de él siempre era utilizada como saco de boxeo por parte de Veck y no quería que su libro se arruinará, yo asentí y guarde el libro.

Le rogué a Chiara para que fuera a jugar un rato con nosotros, la verdad que a veces me gustaría que ella aprendiera a jugar fútbol, sería muy divertido que nosotras dos fuéramos las capitanas, y en los partidos celebrar en el campo las dos. De todas maneras celebramos, pero mi sueño ha sido que aprenda a jugar, tampoco la quiero obligar a que haga algo que no quiere o que no le gusta.

Con el paso de los años, le he enseñado algunas cosas sobre la pelota, maneras de hacer zigzag, trucos en lanzamiento, Chiara aprende rápido. Su cerebro tiene una capacidad de almacenar información que otra persona no podría, ella sabe lo teórico pero le cuesta lo practico, es entendible no todos entendemos la práctica de una buena manera.

Por ejemplo mi bienvenida al fútbol fue un golpe con la pelota en la cara, no estoy tan contenta de reconocer eso.

—Piensa rápido— Dice Veck antes de lanzarme la pelota a la cara, reacciono a tiempo, detengo la pelota justo antes de que tocará mi rostro y se la lanzo de regreso.

Seguimos jugando, con Chiara tenemos más cuidado de no lastimarla. Todo iba bien hasta que ví a Sam con sus nuevos amigos entrar a la cancha con un balón, iban a jugar y claramente no les importaba que nosotros hubiéramos llegado primero.

—Ya le cayó la mosca al pastel—Dice Chiara enojada, aunque ella beso a Sam, eso no hizo que causará alguna sensación en sus sentimientos, pero si causo en nosotros, un sentimiento de asco.

Agarro el balón que nosotros teníamos y nos dimos la vuelta, no queríamos pelear con algo que no valía la pena.

—¡Gallinas!—Nos grita Sam. Detenemos nuestro paso, los chicos ven que hay más pelotas a nuestro alrededor y cada agarra una. Antes de que los amigos de Sam reaccionarán les lanzamos las pelotas al rostro.

El balón que yo sostenía da justo en la cara de Sam, sonrió. Con mis amigos nos damos la vuelta y salimos del lugar abrazados como una familia.

«Sapo hijueputo» Pienso de Sam, luego río por mis pensamientos sin sentido.

Elementos [#1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora