capítulo cuatro.

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Makeyra.

Llegué al colegio con toda la pesadez del mundo y saludé a mi amiga, quién se encontraba abrazada al ojiazul esperando a poder entrar a nuestro salón.

—Buen día. —saludé con un beso en la mejilla a ambos. Ellos al verme me dedicaron una pequeña sonrisa y me saludaron.
—¿Entramos? —pregunté al ver que nuestros compañeros ya estaban ingresando a nuestro salón.

—Yo estoy esperando a Mateo, si quieren entren. —respondió Valentín dejando un beso en la cabeza de Sashen y separándose del abrazo.

—Nos quedamos entonces. —alzó sus cejas la rubia, mirándome pícara. Valentín no entendía un solo gesto.

—Yo también quiero saber, nunca entiendo nada. —bufó formando un puchero en sus labios, haciéndome reír. Al fin y al cabo Valentín ya es como mi amigo también, desde que está en algo con Sashen siempre estamos en los recreos los tres juntos, o a veces hasta él en medio de una clase se pasa a nuestra mesa para estar con nosotras, es un genio.

—Tu amigo no solo me tiró un papel con un "piropo" adentro en el medio de la clase de Matemáticas, sino que también después de la joda me empezó a seguir en Instagram y Sashen ya piensa que por esas dos boludeces ya está enamorado de mí. —terminé de explicar rodando los ojos.

En aquélla joda no pasó nada interesante con él, cuando volví a casa me llegó la notificación de seguimiento de su parte y yo se la devolví, pero en realidad después de esa mini pelea que hubo por tratar mal a Thomás no volvimos a hablar en toda la noche aunque me hacía mierda verlo chaparse cantidad de pibas. Por suerte pude pegar buena onda con el rosarino y estuve toda la noche a las carcajadas con él, como había previsto. Él fue la única razón por la cual puedo decir que fue una buena noche.

—¡Y si! ¿Vos qué pensás Valen? Lo conocés a Mateo. Para mí se está re enganchando con ella. —preguntó mi amiga mirando a su chico. Éste abrió su boca para dar una respuesta, pero la lengua se le trababa y empezó a tartamudear justo cuando visualizó al recién nombrado por detrás de mi espalda.
Los tres quedamos en silencio ante la presencia del morocho.

—Buen día. —sonrió saludando a su amigo con el puño. A mi amiga le dió un beso en la mejilla y cuando volvió su vista hacia mí, me sonrió y apoyó sus manos en mi cintura para plantar un beso en mi mejilla.
Parecía una pelotudez, pero sentir el tacto de sus manos sobre mi cintura me hizo sentir un cosquilleo en todo el cuerpo.

La parejita comenzó a caminar por delante nuestro, mientras yo me desvíe del camino hacia el salón para ir al baño.

Me apoyé en el lavamanos y me miré al espejo; las ojeras resaltaban en mi rostro y la cara de dormida que cargo es espantosa. Si no termino de despertarme voy a estar dormida todas las horas que me quedan de clase y no quiero perderme con ningun tema.
Abrí la canilla y mojé un poco mi cara de a golpecitos, refregué mis ojos y por último cerré la canilla. Acomodé un poco mi pelo con mis dedos y ya estaba lista para entrar al salón.
Salí del baño y me pegué un pequeño susto cuando vi parado contra la pared al morocho, con sus manos metidas en su bolsillo y las piernas cruzadas. Al ver mi reacción largó una carcajada.

—¿Que hacés acá? —pregunté confundida, el dejó de reirse y se puso un poco mas serio para poder hablar.

—Vine a hablar. —respondió parandose bien y sacando sus manos de los bolsillos.

—Tenemos clase, después hablás. —lo interrumpí dandome la vuelta para volver a mi salón, pero el morocho me frenó agarrándome de la muñeca.

—Son dos minutos Key.

—¿Vos tenés que hablar?¿Conmigo?¿De qué? —interrogué con duda, la última vez que hablamos casi termino a las puteadas y que ahora venga a buscarme así de la nada me parece raro.

objetivo; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora